El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Honesto, humilde e ¿ingenuo? fue Arteaga

HONESTO, HUMILDE E ¿INGENUO? FUE ARTEAGA

¿EL DE ÁZQUETA? ¡MAESTRO DE CONDUCTAS!

Aunque hay quien considera el hecho mera sospecha, tengo para mí que en un solo hombre (poco importa que sea o se sienta hembra o varón) cabe comprimir todos los habidos, los que hay y los que habrá, sin excepción (“homo sum, humani nihil a me alienum puto”, o sea “hombre soy; considero que nada de lo humano me es ajeno”, aduce el entrometido personaje Cremes, para justificar su proceder, en la comedia “Heautontimorumenos” o “El enemigo de sí mismo”, del comediógrafo latino Publio Terencio Africano); y, asimismo, en esa certeza pura y dura, en ese axioma apodíctico, esa conjetura que airea que, no obstante las muchas diferencias constatables, un hombre, en esencia, son todos y, viceversa, que cabe reducir o condensar (y condenar y/o salvar) a todos en uno solo. Bastará con que echemos un ojo (en realidad, los dos, si no somos tuertos) al “Corán” y al “Talmud”, para cerciorarnos de que en ambos libros, sagrados para los adeptos, adictos y fieles al islamismo y al judaísmo, respectivamente, enemigos ¿irreconciliables?, cabe leer el mismo pensamiento de que quien salva a un hombre salva a la humanidad, al orbe entero.

Si seguimos yendo o reflexionando de lo general a lo particular, podremos concluir, de manera coherente, que en uno, en dos o, como mucho, en tres maestros cabe concentrar a todos los que tuvimos, tenemos y tendremos a lo ancho y a lo largo de nuestra existencia. Yo veo claro, cristalino, dos veraces (fueron reales, de carne y hueso, Piérola y Arteaga) y uno apócrifo, Juan de Mairena, el personaje ficticio que nació del magín de Antonio Machado y acaso lo creara para que fuera su alter ego.

Como el atento y desocupado lector (ella o él) conoce, y con más razón aún si es habitual de las urdiduras o “urdiblandas” de Otramotro, esto es, si le gusta pasarse y pasear asiduamente, en lugar de por los bulevares o parajes ordinarios, atestados de gente, por algunos, más antiguos o más recientes, y nuevos pasajes memorables de la vida de quien firma abajo estos renglones torcidos, el pasado miércoles 24 de noviembre de 2021 fue un día triste, porque falleció el religioso camilo Jesús Arteaga Romero en Sant Pere de Ribes (Barcelona), donde fue enterrado al día siguiente. D. E. P.

Arteaga fue honesto, humilde e ¿ingenuo? y un maestro de conductas (además de otras muchas cosas, por supuesto, pero hoy me ha dado por destacar las cuatro mencionadas). Intentaré explicar a continuación las razones, los porqués de esos tres adjetivos calificativos y esa locución nominal, que le cuadran y/o encajan personalmente, como una alianza en el dedo anular.

Arteaga fue honesto, humilde e ¿ingenuo? cuando yo, estando estudiando Octavo de la extinta Educación General Básica, EGB, en el seminario navarretano, para el trabajo final de Lengua y Literatura Españolas, asignatura que nos impartía él, le solicité la novela “San Camilo, 1936”, de Camilo José Cela, y me la consiguió. Cierta tarde primaveral la estaba leyendo, atónito, deslumbrado, con fruición, cuando otro religioso, Salvador Pellicer, nuestro profesor otrora de Francés allí, con buen criterio, hubiera pasado su vista por ella o hubiera leído una crítica o una breve referencia al respecto, me la arrebató de las manos y se la quedó. Arteaga, al parecer, qué bendita ingenuidad la suya, colegí (no sé si certeramente o no), no me quiso privar a mí de la mía, ya que, a su vez, yo también ignoraba de qué iba la novela censurada. Al final, hice el trabajo sobre “La colmena”, del mismo autor, Cela.

Arteaga fue, igualmente, honesto, humilde e ¿ingenuo? cuando, en medio de una conversación telefónica que mantuve con él, hace años, me confesó que él no había sido el artífice o hacedor de las reglas de ortografía no canónicas que él nos enseñó y nosotros aprendimos en Navarrete y algunos aún recordamos con pasmosa fidelidad; las llamo así para distinguirlas de las fetenes, las que sí llevaban la aprobación y el marchamo de los académicos de la RAE. Puede que él fuera injusto aquella tarde con quien las pergeñó, su amigo y colega, el creativo Piérola, cuando no valoró, como merecía, el trabajo que este, Pedro María, había coronado (“nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa” sentenció Mohandas Karamchand, “Mahatma”, “Alma grande”, Gandhi); y puede que yo fuera inicuo también con Arteaga, por no esforzarme al máximo hasta llegar a entender del todo los argumentos que esgrimió en aquella ocasión.

Arteaga fue humilde e ¿injusto? cuando a otro compañero mío, que acababa de hacer la misma trastada que yo, le dio un sopapo sonoro y, en mi caso, se ahorró el bofetón. ¡Cuánto aprendí de aquella bofetada, que me había ganado a pulso, pero no me dio! ¿Acaso medió mi ángel de la guarda? ¿Por Javier me libré de aquel tortazo?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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