El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Dónde irá el monolito a Manolito?

¿DÓNDE IRÁ EL MONOLITO A MANOLITO?

¿En qué parte del río Ebro tú pescas? Con esta cuestión u otra parecida quien lee a diario cuanto ve la luz en mi bitácora de Periodista Digital, el blog de Otramotro, me interrogó alguna vez, cuando se dio de bruces conmigo en cualesquiera calles o plazas tudelanas. Y es que a este menda es más fácil pillarlo o verlo fuera de casa que dentro, dado su hábito arraigado de andariego o andarín empedernido, experto, por tanto, en andaduras, que a él le gusta mudar por otro vocablo “andamiajes” (mera contracción o fusión de “andando en mis peregrinajes absurdos, a ninguna parte”), que, en este caso particular, no hace referencia al “conjunto de andamios”, como así lo define el Diccionario de la lengua española, DLE. Y el abajo firmante, como sigue siendo el que fue, un animal de costumbres, les respondió de este modo u otro similar: La realidad, cuanto nos ocurre, es el mejor majal, banco de peces; otros prefieren otra voz, cardume/n.

En la actualidad, a mi amigo (en verdad, lo era de mi difunto hermano José Javier) Jesús Manuel García Castellano todo quisque lo conoce (regenta la óptica “Punto de vista”, en la Plaza Sancho VII el Fuerte, 1, Bajo) por el alias o mote de “Fitín”, pero, como todos tenemos un pasado, a él, in illo tempore, de críos, de “muetes” (modo ribero de referirnos a los mocetes), en la escalera del edificio donde vivían nuestras respectivas familias, lo conocíamos y llamábamos con el hipocorístico de Manolito, sí; en su caso, la razón era evidente o estaba clara, pues su padre era Manolo, don Manuel.

Hoy, tras pasar a ordenador, en la biblioteca pública “Yanguas y Miranda”, cuanto había escrito ayer por la tarde a bolígrafo (en la cocina de mi piso, sí, un museo, pues allí suelen reunirse, un día sí y otro también, las musas), de regreso a casa, mientras ascendía la calle en cuesta (¿llamada así porque cada día cuesta más subirla?) de Miguel Eza, la del extinto y tapiado cine “Regio”, desde la puerta del local de hostelería “Eva III”, he saludado con un “hola” a Fitín, que estaba de espaldas; se ha vuelto y, al verme, se ha levantado de la silla que ocupaba, ha salido a la entrada del bar y hemos estrechado nuestras diestras. Por si, de cuanto ha trenzado servidor, se colige o deduce que tengo vetado el acceso a dicho establecimiento (puede que para alguien eso es lo que dejen entrever y entender mis palabras), les aseguro que no; que el motivo de mi actitud cabe hallarlo en que tenía prisa, pero no podía dejar de saludar a Fitín. Lo propio he hecho luego con otro miembro de la Peña “La Teba” (acrónimo de Tudelanos En Buena Armonía, los del chaleco negro, un escudo contra el humor atrabiliario que otros gastan), Jesús Álava. Fitín me ha declarado que el otro día estuvo contemplando complacido cómo había quedado, tras el correspondiente remozamiento, la Plaza del Padre Lasa (antigua Plaza Pío XII) y, según su parecer, que no voy a refutar, la habían dejado estupenda (fetén, le hubiera cuadrado haber dicho a Fitín).

Como a mí, nada más iniciarse la obra, Fitín me había solicitado, con especial encarecimiento, que le hiciera cierto encargo, que pidiera, por favor, al responsable de la empresa destructora/constructora que me diera una porción de la antigua barandilla de hierro, que iban a quitar, trozo que le conseguí, tras insistir varias veces en los ruegos, y del que, una vez logrado, le confirmé que obraba, por fin, en mi poder y le hice oportuna entrega otrora en su tienda, me ha comentado socarrón, con guasa, retranca o sorna de la buena (que se note donde vayas la casta que acarreas, de qué pasta estás hecho, ha parecido que me decía con los ojos cuando ha callado), que, junto al monolito en honor del Padre jesuita Jesús Lasa, uno de los artífices o promotores del barrio de Lourdes, acaso, pasado un tiempo, pongan otro, en el que estemos los dos, él y yo, con el trozo de la barandilla de marras a nuestros pies (o asiendo cada uno un barrote de dicha porción, él, usando su diestra, y yo, mi zurda).

Nos hemos despedido hasta la próxima. En el trayecto que me faltaba por recorrer para llegar a mi choza (“pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres”, “la pálida muerte golpea con el mismo pie las chozas de los pobres y las torres de los reyes”), he ido juntando mentalmente las teselas de un mosaico y el resultado es este, el que obra aquí, a la vista. Barrunto que ya alguien está valorando en qué otro lugar estratégico de la citada plaza puede quedar, de perlas, el monolito que se erija en honor de Manolito y servidor, Angelito.

   Nota bene

Confío, deseo y espero que el atento y desocupado lector (ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él, ora sea o se sienta no binario) de estos renglones torcidos se haya reído tanto como lo ha hecho este menda mientras los trenzaba.

Ya que de nosotros (le incluyo a usted también aquí, lector) solo van a quedar huesos o cenizas (optemos por el ennichamiento, palabra que lleva mucho tiempo pidiendo, a voz en cuello, ser incluida en el Diccionario de la lengua española, DLE, o la incineración), que, allí donde se hallen o el viento las lleve, se sigan riendo y, de vez en cuando, aunque nadie los/as escuche o, si alguien lo hace, ignore cómo, logren hacerlo a carcajada tendida, a mandíbula batiente.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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