El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Elige una tarea que te agrade

ELIGE UNA TAREA QUE TE AGRADE

Y NO AGREDA Y JAMÁS TRABAJARÁS

POR ESO ME CASÉ CON LA QUE SABES

En el rótulo, sé/sí, y en el subtítulo cabe advertir la huella (el sello) de Confucio, que, hace dos mil quinientos años, dijo lo mismo con vocablos similares. La clave está en lograr el matrimonio de dos palabras, dos, ocio y negocio.

El atento y desocupado lector (ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él, ora sea o se sienta no binario) de estos renglones torcidos ¿disfruta con lo que hace, se siente satisfecho con el trabajo que tiene? Supongo que contestará sí o no, como hará cada quisque, dependiendo de las circunstancias, según sean las condiciones.

El abajo firmante, verbigracia, ha trabajado en diferentes lugares y ha tenido una variopinta colección o muestrario de compañeros. Si la experiencia es la madre y maestra de la ciencia, esto es lo que sacó otrora en claro y suele calificar con el adjetivo, que hace las veces de guardaespaldas, de inobjetable: que hubiera buen ambiente en el centro de trabajo era fundamental, ya que ayudaba, y mucho, a que el conjunto de tareas a realizar saliera/n adelante sin problemas, de la mejor manera posible, ayunas de malos rollos.

A este menda le ha ocurrido en el trabajo algo parecido a lo que le ha acaecido cuando comía acompañado. Cuenta, evidentemente, que cuanto se lleva al coleto, sean exquisitas viandas y excelentes caldos, pero lo que, de verdad, le llena y deja satisfecho (si no de un modo completo, sí en el grueso o una buena parte), no son los alimentos sólidos y líquidos del menú o la carta, no, sino la compañía. El paisaje es importante, sin duda, pero el paisanaje lo es aún más. Ha comprobado, de manera fehaciente, que comer o cenar en la grata compañía de sus amigos, “los Luises”, por ejemplo, o con Diana, Pío, Pacho y José Ramón, le place más que si lo hiciera (hecho que no ha acontecido todavía) con el rey (trenzado, por supuesto, sin ánimo de desmerecer) o con el papa, a base de caviar y Dom Pérignon (si es eso lo que comen y beben, claro, que lo ignoro).

Si el entorno en el que trabajas es amigable, positivo, propicio, ese restaurante o ese instituto deviene en una fábrica de dicha a raudales. Todas las personas, salvo las presumidas, presuntuosas o soberbias, precisamos sentirnos queridas y respetadas y valoradas por nuestros colegas.

Ciertamente, si la labor que llevas a cabo a diario tiene una finalidad educativa o beneficiosa para la comunidad, eso influye en que te impliques más y con mayor denuedo en dicha actividad. Sentir que creas y creces conforme haces crear y crecer a los demás motiva tanto al maestro o profesor como al alumno o discípulo, si ambos se sienten concernidos en lo que hacen y cumplen con sus respectivos cometidos; y es que el proceso de enseñanza/aprendizaje mutuo, recíproco, resulta un acicate, aliciente o estímulo constante de superación y progreso para docente y discente.

A veces, ahora, que me dedico en cuerpo y alma a la creación literaria, no a impartir clases de dicha asignatura o materia, tengo la impresión refractaria de “estar casado con el trabajo”, pero he llegado a la conclusión de que, si me faltara ese compromiso, no saldría airoso ni tan satisfecho de ese apuro o brete. ¿Entiendes ahora, lector, por qué suelo confesar que estoy casado con la literatura? Como soy carnívoro, pudiendo comer a diario un chuletón (tras el que cabe hallar lo que se oculta, un artículo de opinión en prosa, como este) al punto, ¿me voy a conformar con llevarme a la boca una chamuscada alita de pollo?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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