HAY QUIEN CON SIETE IDEAS ABRIÓ ESCUELA
Y QUIEN ESCRIBIÓ UN DIÁLOGO CON ELLAS
—Buenas tardes, Otramotro. ¿Qué haces?
—Buenas tardes sean también para ti, Metomentodo. Intentando cazar al vuelo, sin arco, escopeta, honda ni tirachinas, o, en su defecto, pescar sin nasa, caña ni anzuelo, una idea sobre la que trenzar luego unos cuantos párrafos y quedar, tras haber coronado dicho menester o quehacer, moderadamente satisfecho.
—¿No tienes la sensación refractaria de ser más un siervo o, aún peor, un esclavo, que amo o dueño, desde que, según tú, Dios te otorgó el don o la gracia de escribir a diario? Tú fuiste quien me aleccionó, a propósito de cuanto cabe leer en el prólogo que Truman Capote antepuso a su “Música para camaleones”, que, “cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”.
—Sí, ciertamente; pero mejor eso que nada, el sinsentido. ¿No crees? Si hiciera lo mismo que culminan muchos de mis congéneres (que acaso eso les sirva a ellos, no lo pongo en duda, pero a mí no), hace mucho tiempo que hubiera optado por poner remedio raudo a ese absurdo.
—¿Vivir no lo es?
—Claro, que lo es; pero, tras llegar a esa conclusión, para seguir peregrinando por este valle de lágrimas, tenemos que hallarle a la existencia algún sentido. No me extraña nada (de nada) que quien no se lo encuentra opte por lo más sensato (o insensato, que aquí hay gustos tan variados que tienen cabida hasta los opuestos), cortar por lo sano, verbigracia, y decirle adiós a la vida con la cabeza bien alta, que, al romperse el cuello, tras ahorcarse, queda ladeada, baja.
—Entonces, ¿sigues abundando con Jean-Paul Sartre en que el hombre es una pasión inútil?
—Por supuesto; por eso hago el esfuerzo de autoimponerme tareas literarias y autoflagelarme con el látigo de Capote, que, en mi caso, tiene forma de BIC azul, que es la herramienta que utilizo para juntar una palabra tras otra, tras otra, y, así, con las tiras resultantes, componer párrafos hasta llenar el habitual folio y medio.
—¿Puedo preguntarte la cuestión que me ha traído hasta este banco del parque, al que, si no te enfadas, encuentro alguna semejanza con el tonel en que vivía el cínico Diógenes de Sínope?
—Puedes y debes. Dispara (sin bala, ya sabes).
—Cuando tienes la sensación de que todo se tambalea en derredor tuyo, de que todo tiene la pinta de que va a irse al garete, ¿de qué plan te vales para conseguir lo que te has propuesto llevar a cabo, sin contagiarte de las réplicas de ese sismo o terremoto generalizado?
—Cada vez que noto o tengo la impresión renuente de que todo, o sea, los principios y valores que fungían de basa y fuste de mi columna existencial, se desmoronan, el método o procedimiento del que más echo mano, para intentar salir ileso de las llamas y temblores que acaecen a mi alrededor, es buscar en ese mar proceloso una tabla de salvación en los sabios clásicos.
—¿Qué quieres decir?
—Que acaso los Siete Sabios de la Antigua Grecia, y los siete sendos pensamientos que la tradición les adjudica, sean suficientes para salir indemne de lo que hoy todo quisque repite, la misma cantilena o cantinela, que estamos viviendo un cambio de paradigma, tras suceder Trump a Biden en la presidencia de los Estados Unidos de América. Si no recuerdo mal, es en el diálogo platónico “Protágoras”, donde Aristocles da la lista de sus componentes y sus lugares de nacimiento: Bías, de Priene; Cleóbulo, de Lindos; Misón, de Quene; Pítaco, de Mitilene; Quilón, de Esparta; Solón, de Atenas; y Tales, de Mileto. En el rol de Diógenes Laercio aparece Periandro, de Corinto, en lugar del queneo.
—¿Y cuáles son sus correspondientes pensamientos, si puede saberse?
—Se puede: 1. Todos los hombres son malos (pero puedes tener suerte y darte de bruces con los que son también buenos, que los hay). 2. Piensa en tu fin (en el objetivo de tu estrategia y táctica, y en que eres mortal, que vas a morir). 3. Evita los extremos (una mera variante es: nada en demasía). 4. La perseverancia todo lo alcanza, que es prima hermana o carnal de la segunda; me recuerda “el que resiste gana”, lema de la Fundación Camilo José Cela. 5. Aprovecha la oportunidad (porque el tren acaso solo pase una vez; y, si no te montas en él, te quedas en el apeadero). 6. Conócete a ti mismo, que tenía siempre en la punta de la mui, a punto de pronunciar, Sócrates. 7. La certeza es la ruina, porque quien logra el fin frustra el resto.
—He hecho bien en traer la grabadora, para no olvidar nada. ¿Puedo usar todo lo que me has enseñado en el próximo diálogo que trence, como eso hizo Platón/Aristocles con cuanto aprendió de su maestro, Sócrates?
—Puedes y debes.
Ángel Sáez García