Pactar con el amigo de los golpistas catalanes y de los proetarras vascos, con el mismo que decía con ojos de cordero degollado que ni él ni los españoles podrían dormir tranquilos con Pablo Iglesias en el Ejecutivo, es jugar a la ruleta rusa.
El PP tendría que tenerlo claro y, sin embargo, se ha embarcado en esta chapuza, quizá para marcar distancias con VOX o porque cree, equivocadamente, que gana puntos ante el electorado perfilándose como esa entelequia bautizada por los cursis como ‘partido de Gobierno’.
Es pronto para sacar conclusiones y hacer balance, pero a vuelapluma, ya podemos decir que no parece muy hábil defenestrar a personas que sin duda deberían haber seguido en su puesto –como Margarita Mariscal de Gante–, permitir que otras alcancen cargos que no merecen bajo ningún concepto –como Ángel Gabilondo–, y consentir que alguien como el podemita Juan Ramón Sáez Valcárcel llegue al Constitucional, pero ya veremos.