Pedro Sánchez, acostumbrado a sus cambios de opinión, ha vuelto a hacer lo mismo en materia de inmigración.
Mientras hace unos días defendía la inmigración como política necesaria para sostener el país, ahora, el socialista cambia de parecer y endurece su discurso defendiendo la expulsión de migrantes irregulares para desincentivar a las mafias.
Un giro de 180 grados criticado por la derecha, que pide una disculpa tras sumarse el Ejecutivo a la posición que reivindican desde el PP y Vox.
Para analizar este y otros temas, Josué Cárdenas analiza lo último de la actualidad política en España en ‘La Segunda Dosis’ junto con Mario Garcés, jurista, académico, escritor y ex Secretario de Estado; Luis Maria Pardo, presidente de Iustitia Europa; Bertrand Ndongo, reportero de Periodista Digital.
EL PSOE: UN PARTIDO INDECENTE
El PSOE de Aragón ha decidido formalmente oponerse a la decisión de Pedro Sánchez de romper la cohesión y la igualdad en España, que quedarán enterradas si prospera la aplicación de un régimen fiscal nuevo para Cataluña.
Se trata -en teoría- de una postura de dignidad y de decencia encabezada por su líder, Javier Lambán, una feliz excepción en el páramo de dirigentes, cargos y militantes del PSOE, pero a partir del gesto empiezan las dudas.
¿Votarán en contra de los esperpentos de Sánchez los cuatro diputados socialistas aragoneses que hay en las Cortes Generales?
Mucho no temmeos que no, que al igual que los manchegos de Page se plegrarán al ‘amo‘ y ahí se acabó el cuento..
Porque los socialistas, de todo pelaje y condición, han dejado reiteradamente claro que son incapaces de oponerse a los delirios de su caprichoso secretario general.
No hay en las filas del PSOE gente dispuesta a anteponer su condición de españoles y de demócratas a su adscripción partidista y a las prebendas que eso conlleva.
No alzar la voz contra el mercadeo de la soberanía nacional, la cohesión fiscal y la igualdad social que promueve Sánchez para seguir durmiendo en La Moncloa, les convierte en cómplices de la tropelía.
Y los socialistas, en su conjunto, han sido cómplices por acción de todas las componendas de su líder, confundiendo el respeto a las normas de un partido con la aceptación de las órdenes de una especie de jefe sectario sin líneas rojas conocidas.