Hace algunos días, este humilde lector de columnas recordaba en este mismo espacio la anécdota vivida al preguntar por ‘Camino de Servidumbre’ de Friedich A. Hayek, en una gran superficie de discos y libros de origen francés. El dependiente de la zona de Economía no sabía de quién le hablaba, por lo que preguntó si el apellido se escribía igual que el de la actriz Salma Hayek. Hace apenas unos días, vivimos la situación contraria. En la pequeña librería económica Ecobook preguntamos por ‘La gran depresión‘, de Murray Rothbard. El librero, al ir a entregarnos el libro, comentó: «Rothbard es un fenómeno».
Eso dio pie a una amena conversación, en la que hablamos sobre la ausencia de determinados autores en la universidad española. El propietario del establecimiento comentó, en un testimonio similar al de otros licenciados en Economómicas, que en la facultad no le habían hablado nunca del ya citado Hayek. Ante esta triste realidad sorprende de forma agradable que dicho economista vuelva a aparecer por segunda vez en una columna del papel en menos de diez días.
Uno de los artículos más destacables de este 2 de octubre de 2013 trata sobre eso que algunos liberales, en tono de broma pero con fondo serio, dicen de que con la excusa del Estado del bienestar se defiende el bienestar del Estado. Otros tratan sobre la monarquía, sobre la incongruencia de un Grande de España metido a independentista o sobre el nacionalismo.
Ignacio Camacho.
Arrancamos este ‘Afilando columnas’ en ABC, donde Ignacio Camacho firma Cobrar la cama, el artículo en el que aparece nuestro admirado economista cuyo apellido comparte una famosa actriz.
En una etapa de feroz desencuentro político, en la que los adversarios acusan al Gobierno de darwinismo social y de crueldad deliberada con los más desamparados, existe un extraño consenso tácito sobre esta política tributaria exactiva que castiga de manera inmisericorde a quienes aún están en condiciones de combatir la crisis trabajando. Un silencioso acuerdo transversal, un pacto implícito que cumple con puntual exactitud el viejo aforismo de Hayek sobre la existencia ucrónica e indefectible de un fondo ideológico socialista alojado en el núcleo medular de todos los partidos.
Esto nos recuerda a cuando Carlos Rodríguez Braun, en un acto organizado por FAES, criticó a los «socialistas de todos los partidos» y logró el aplauso del público asistente. Un público formado mayoritariamente por miembros del PP que no se dieron cuenta de que ellos estaban incluidos entre esos socialistas a los que se refería el economista hispano-argentino en su referencia a la dedicatoria incluida por Hayek en su ‘Camino de Servidumbre’.
Añade Camacho:
La crítica izquierdista al desmantelamiento del Estado del bienestar es injusta por equivocada. La falla esencial de los programas presupuestarios del PP es precisamente su escasa audacia para disminuir el peso del sector público. Es el gran compromiso pendiente: ha recortado bienestar, pero no Estado. La elefantiásica Administración española, ramificada en autonomías, municipios, diputaciones, mancomunidades y organismos diversos, continúa prácticamente intacta más allá de ciertas podas nominales más virtuales que efectivas. Esto es así porque el de Rajoy es, en el fondo, un Gobierno de altos funcionarios, socialdemócratas de derechas cuyo concepto de la política está ahormado intelectualmente en el seno de una maquinaria burocrática sobredimensionada por el clientelismo.
Concluye:
La ausencia de debate fiscal no impide, sin embargo, que el implacable agitprop de la izquierda levante el marco mental de una derecha antiigualitaria. Ni un ápice de comprensión va a obtener el Gobierno por sacrificar a sus sectores de apoyo. Todo lo fía al balance global de los cuatro años, al pragmatismo de una eventual recuperación que, en todo caso, habrá de agradecerle a sus paganos. Pero ni la más benévola de las miradas justificaría que con los impuestos más altos de la democracia se aumenten casi un 30 por 100 las subvenciones a los partidos. Eso, en el áspero lenguaje coloquial, se llama ponernos los cuernos y cobrarnos la cama.
También en el diario madrileño de Vocento, podemos leer El folclor conspirativo, de David Gistau.
Una de las decisiones que tomé para intentar hacer mi trabajo con toda la honestidad que permitieran mis propios prejuicios fue mantenerme alejado de ese submundo conspirativo que palpita en los reservados de los restaurantes de Madrid. Renunciar a frecuentarlo tiene el inconveniente de que se queda uno fuera de los apostaderos del tráfico de información, por lo que no es posible impresionar a nadie acreditando conocimiento de secretos explosivos o pertenencia a la pomada social. Pero las ventajas son colosales.
Gistau, el republicano en la corte periodística por excelencia, añade:
Con todo, la radiación conspirativa es tan poderosa que a veces tengo la impresión de haber participado en una trama subterránea sin pretenderlo. Ocurre cuando una opinión propia encaja en la estrategia de una facción cenacular. Me acaba de ocurrir con el asunto de la cadera del Rey y las incertidumbres acerca de la inhabilitación y la abdicación. Pues sólo ahora, con algunos artículos al respecto ya publicados, me entero de que la chismografía madrileña está atravesada por una maraña de conjeturas en la que periodistas, empresarios y demás paisanaje del poder toman posiciones como si el Rey y el Príncipe de Asturias hubieran terminado ya de consagrar un antagonismo shakespereano y las dos cortes, la existente y la emergente, pujaran por la propiedad del momento nacional.
Defiende al heredero al trono:
Por el concepto que tengo de él, me cuesta creer que el Príncipe se esté dejando azuzar por susurradores que querrían verlo precipitarse. Aunque lo tienten -si es que lo hacen- con el reclamo del destino, de la nueva Transición impaciente ya por encomendarse a su autor. Aun así, a medida que los rumores alcanzan los mentideros, lo que va cuajando es otra incertidumbre más según la cual la gente terminará por percibir que el Rey y su heredero ya sólo existen el uno contra el otro.
Concluye:
Mi querencia es a una república presidencialista que no tiene nada que ver con la que secuestran ideológicamente esas pandillas residuales de la tricolor. Pero el país no puede permitirse ahora que se le debilite ese eslabón institucional cuya caída forma parte de todas las estrategias basadas en sacar tajada del cadáver de España. Hasta delirios bolivarianos tenemos al acecho, así como independentistas que fantasean con las oportunidades que brindaría un colapso temporal en la jefatura de Estado. Por ello, conviene que la monarquía, la existente y la emergente, se quite de encima a los buscavidas y saque la cadera del Rey de ese fango conspirativo en el que se ha dejado atrapar. En Madrid, la maledicencia es folclor.
En El País, el crítico televisivo que suele escribir sobre casi cualquier cosa menos sobre televisión, David Trueba, en esta ocasión lo hace sobre los Patriotas:
Hace ya tiempo que no citábamos al gran H.L. Mencken y su definición de los patriotas como aquellos tipos que no se conforman con amar a su país, sino que además quieren cobrar por ello.
Tras un párrafo dedicado a la situación en EEUU, donde se suma a la tesis simplista de que Obama es el bueno absoluto y los republicanos los malvados sin remedio, habla de nuestro país:
En España los patriotas empeñados en hundir la patria que tanto dicen amar ocupan el poder, en una versión chabacana del te amaré hasta que te mate. Rajoy y Mas se cruzan apelaciones verborreicas mientras sus ciudadanos ven desaparecer la protección pública. Se exigen mutuos gestos de grandeza patriótica, mientras imponen la flaqueza con sus dietas de inoperancia y vacuidad.
Pasamos a La Razón, donde uno de los más destacados monárquicos de la prensa española saca su artillería argumental contra el editor de La Vanguardia. Alfonso Ussía le hace al Conde de Godó una Sugerencia.
Al contrario de lo que cree mucha gente, los nobles no tienen una ideología en común. Los hay conservadores, liberales, socialdemocrátas, socialistas y hasta comunistas, aunque estos últimos no formen la mayoría. También hay nobles que simpatizan con el sistema republicano, porque la libertad individual los ampara y respeta como al resto de los españoles.Otra cosa es la coherencia. Si un noble se siente republicano, lo coherente es renunciar a su título nobiliario, renuncia que no se produce frecuentemente. Pero no me estoy refiriendo a los sentimientos e ideologías de cada individuo, sino a la responsabilidad de quienes han recibido del Rey el honor de su nobleza y responden al honor poniendo a disposición del deshonor su poderosa influencia.
Repasa cómo la familia Godó accedió al título y cómo su actual titular fue investido Grande de España por Juan Carlos I. Continúa:
Con toda probabilidad, el actual Conde de Godó no se ha enterado de que no siempre enlazan con decencia las dignidades nobiliarias con los negocios. El influyente periódico del Conde de Godó y Grande de España, «La Vanguardia», lleva entregado mucho tiempo al nacionalismo. Sus editoriales no mienten. Sus opinantes aún menos. Su línea editorial concuerda con excesiva frecuencia con las tesis, no ya nacionalistas, sino separatistas de CIU, que ha dejado de ser un partido moderado a impulsor del desmembramiento de Cataluña del resto de España.
Añade:
El propietario de RAC1, que recibe suculentas subvenciones de la Generalidad de Cataluña, tiene todo el derecho a prosperar en su negocio. Don Javier Godó Muntañola tiene asimismo, todo el derecho a sentirse lo que sea y a manifestarse como tal. Pero el Conde de Godó, Grande de España, no. No se puede vivir con dignidad en las dos orillas. Si el Conde de Godó ha decidido que está con los separatistas, el Conde de Godó está obligado a deshacerse de sus oropeles sociales y renunciar a su título nobiliario y a su Grandeza de España.
Concluye:
Desprendido y posiblemente descansado del peso de sus dignidades nobiliarias, el señor Godó puede convertir «La Vanguardia» en un medio de propaganda del separatismo catalán y los supuestos «Países Catalanes» sin ningún tipo de remordimiento. Y recibir subvenciones por la causa. Y vivir liberado de lealtades que no cuadran con su actual manera de ver las cosas. Renunciar a un título que molesta no es una tragedia. En su caso, y para bien suyo, es una obligación.
El artículo de Ussía es impecable, y no sólo por que use la fórmula de ‘el periódico del Conde de Godó y Grande de España’ que gusta de utilizar este ‘afilador’. Sin embargo, al humilde lector de columnas le queda una duda. Si el conde no renuncia a sus honores nobiliarios, ¿puede el Rey retirárselos por iniciativa propia?
Saltamos a El Mundo, donde Victoria Prego firma Un escándalo, dedicado al fichaje de Otegi por parte del Parlamento Catalán.
Con la colaboración del Partido Socialista, cosa inaudita, se va a organizar en el Parlamento catalán una comisión de estudios sobre el derecho a decidir que tiene la pretensión de dotar de alguna base teórica, o académica, o algo, esa entelequia para eludir la realidad de lo que verdaderamente se trata, que es el derecho de autodeterminación.
Añade:
Y, en perfecta línea con el delirio que domina a los líderes catalanes, han invitado a nada menos que Arnaldo Otegi para que les ilustre con un escrito y les aporte sus reflexiones. Un terrorista que ahora mismo está en la cárcel por eso, y que ha sido condenado repetidamente por pertenecer a ETA, por colaborar con ella y por enaltecer a la banda, ha sido considerado por el Parlamento catalán una voz de autoridad para ilustrar a la Comisión de Estudios sobre este disfraz del derecho de autodeterminación que se han inventado los independentistas catalanes.
Si los demás invitados tuvieran un mínimo respeto a lo que ha sido la dolorosa historia reciente de España, Cataluña incluida, deberían negarse a participar en un foro que contuviera a semejante compañero de ponencias. ¿Va a participar Roca, padre de la Constitución española, en ese maridaje? ¿O RubioLlorente, que fue presidente del Consejo de Estado y vicepresidente del Tribunal Constitucional? No resulta creíble. Ni aceptable.
Concluye:
Eso al margen de que, por mucho ponente que vaya, por muchas aportaciones que se hagan, será imposible disfrazar el hecho de que lo que los independentistas quieren es un derecho de autodeterminación que es sideralmente ajeno a las condiciones en que Cataluña disfruta de las libertades de un país democrático como es España. Así que, sobre inútil, la participación de Otegi convierte a esta Comisión en intolerablemente escandalosa.
Federico Jiménez Losantos, también en el diario de Unidad Editorial, publica El Frente Popular Separatista:
Mientras le pide desde Kazajstán «grandeza» a Artur Mas, que eso sí que es pedir peras al olmo, en las calles de Palma de Mallorca tiene lugar el ensayo general de la «bajeza» habitual del PSOE para llegar al Poder. Lo que han desatado contra Bauzá las huestes de Rubalcaba, indistinguibles de las de IU y del separatismo más rabioso, es la misma estrategia golpista que puso contra la pared al PP de Aznar y preparó con su violencia sectaria el golpe del 13M que, con Rubalcaba al frente de la manipulación de masas, llevó al Poder a Zapatero.
Pasa a criticar al registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante y a los suyos:
Lo habitual en la Derecha cuando alguien recuerda las fechorías que le hace la Izquierda, es enfadarse, pero no con quien la atropelló sino con el que le recuerda que no hizo nada para defenderse. Doy por hecho, pues, que al recordarle a Rajoy lo que le hizo Rubalcaba en 2004, con quien se enfadará no es con el Rubalcaba, sino con la memoria mía, que no consigue obviar aquella jornada liberticida diseñada por el goebbels de Ferraz.
Tras decir que el 13M se violó el derecho de los españoles a votar en libertad, concluye:
Eso, que es la base de cualquier legitimidad democrática, es lo que ponen en jaque los separatistas catalanes de Mallorca, apoyados por los comunistas y los socialistas. Ese Frente Popular-Separatista, cuyo heredero electoral es Rubalcaba pero que empieza en el PSOE y acaba en Bildu, ya está en marcha y es lo que debería combatir, nunca obviar, Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de España, creo.
Kiko Méndez-Monasterio.
Terminamos el repaso diario a los espacios de opinión del papel en La Gaceta. Kiko Ménez-Monasterio firma en la contraportada del diario de Interenconomía El palé:
Y si a Wert le detesta el mundo amamantado por la subvención -en el que tanto escupía Cela-, a De Guindos le hacen vudú en las redacciones progres, porque todavía no se le ha escapado una estupidez para que puedan crucificarlo. Dime quién te detesta, y te diré que leyes estás elaborando. Al ministro de Economía le despedazan en las tertulias políticas, pero sólo durante la publicidad, porque los pecados que le achacan no queda bien airearlos en público, que todavía iban a parecer más sectarios.
Añade:
En esas pausas ocultas de la tele, los muecines de las tertulias le afean con rencor de clase su acento fresa, que es cierto que se parece algo al de Tamara Falcó, y que a veces consigue que sus comparecencias suenen como una canción de Julio Iglesias. Pero lo suyo es que hable él como le dé la real gana, o sea, pero que acabe arrancando la mala hierba que los otros nos vendían como brotes verdes. Y eso es más dudoso.
Compara a De Guindos con su principal rival en el Ejecutivo, el ministro que se ha ganado con creces ser el más veces retratado como un vampiro:
A Montoro, sin embargo, le oímos siempre como una salmodia susurrante, parece que está hablando en pársel. Y si oye críticas a su gestión se alza como un ofidio en estado de alerta, entonces a ver quien sostiene esa mirada que amenaza con una inspección, y que siempre se acompaña de una frase tétrica. Dijo un día: «A veces los creadores de opinión tienen problemas con Hacienda», y debe ser verdad, porque nadie le respondió ni lo más obvio: sí, tenemos problemas, pero no tantos como los que tiene el Partido Popular, que si Raúl del Pozo desvela dónde están esas mochilas de Bárcenas, se va a liar más parda que con la ídem que encontraron en Vallecas.
Concluye:
Entre De Guindos y Montoro se ha jugado la partida de Palé de este Gobierno, que así se llamaba la adaptación patria del Monopoly. Por cierto que nunca entendí que en la Rusia soviética prohibieran ese juego, porque les habría servido para alertar de que en el capitalismo sólo puede ganar uno, que los demás jugadores se quedan sin nada, y ni siquiera hay pensiones para los eliminados. Nosotros estamos atrapados en la penúltima casilla, que es la de los impuestos.
La última frase es totalmente acertada. Pero nunca habíamos pensado en la enseñanza tan equivocada que contiene el juego del Monopoli. A quienes defienden que en el capitalismo sólo puede ganar uno les recomendamos que lean Un juego que no suma cero, de Manuel Ayau. Desde aquí pido a Fernando Díaz Villanueva y José Carlos Rodríguez, amigos del afilador de columnas y compañeros de Méndez-Monasterio, que le regalen un ejemplar a dicho columnista.