Tras un par de jornadas en las que el proyecto independentista catalán ha estado en un segundo o tercer plano en lo que a los espacios de opinión de la prensa de papel se refiere, este asunto y sus derivadas vuelven por sus fueros el 4 de octubre de 2013. Y, entre los artículos dedicados a esta cuestión encontramos uno firmado por un político. Y responde a la perfección al estilo que suele caracterizar a los escritos de estos últimos, es un ladrillo aburrido y de contenidos muy previsibles. Pero empecemos con algo un tanto diferente.
En la contraportada de El País Juan José Millás publica Homeopatía, escrito en su habitual tono apocalíptico. Comienza, en lo que suponemos que es un intento de resultar gracioso, hablando de Juan Carlos I y su hijo:
Si el Rey está tan bien, ¿por qué está tan mal? A propósito, ¿qué significa eso de que el Príncipe carece de un estatus que regule sus funciones? ¿No se ha dado de alta en autónomos? ¿Factura los discursos sin IVA? ¿Podría ser lo suyo otra forma de economía sumergida? Lo que yo le digo desde aquí es que si pretende cobrar en su día la jubilación de Príncipe (es muy dudoso que se jubile como Rey) debería empezar a cotizar.
Después pasa a lo que le interesa:
Su evolución clínica nos recuerda a la nuestra, que empezamos a recuperarnos con Zapatero, para el que la crisis era un resfriado, continuamos con Rajoy, para el que el resfriado era Zapatero, y seguimos agonizando con Montoro, que delira con no sé qué milagro español. De hecho, hemos llegado a esta fase terminal a base de recuperarnos.
Concluye:
Los presupuestos de la recuperación, igual que la cadera del Rey, son también provisionales. Y que llevan una carga mortal de antibióticos neoliberales. Y que dentro de poco nos abrirán de nuevo para colocarnos la prótesis definitiva. Y que la troika nos visitará y dirá a la salida que ya deambulamos. Por favor, un poco de homeopatía socialdemócrata.
Este humilde lector de columnas no sabe muy bien qué significa eso del ‘neo’, pero lo que sí sabe es que los nuevos presupuestos generales del Estado nada tienen que ver con el liberalismo. De hecho, nada de lo que hace este gobierno tiene que ver con el liberalismo. Y sobre la frase final, qué decir. ¿Más socialdemocracia? Pero si no tenemos otra cosa.
Veamos, sin salir de periódico de PRISA, el ladrillo político de turno. El líder de ICV-EUiA, Joan Herrera, perpetra Cataluña pregunta; España, ¿responde?
Joan Herrera.
Tras criticar al PP y el PSOE por su reacción, o falta de ella, ante un Estatut que define como «un intento de federalizar España por la vía del acuerdo» –curioso acuerdo en el que unos pocos políticos catalanes deciden por el conjunto de los españoles sin que se les consulte su opinión–, dice:
Hay un independentismo mágico que todo lo arregla, es cierto, pero la opción va ganando adeptos porque no hay ni alternativa ni contrapropuesta. La movilización conecta con el anhelo de ruptura, de cambio de régimen, y da respuesta a lo que se percibe como continuos portazos del Estado a las demandas catalanas. Y más allá de las fronteras del independentismo, en Cataluña el 80% de la ciudadanía y el 80% de los diputados y diputadas del Parlament son favorables al derecho a decidir. La inmensa mayoría de la ciudadanía rechaza el actual marco político. Guste o no, Cataluña ya se encuentra fuera del marco autonómico. Esa es la realidad.
Sostiene:
Ante un conflicto político la respuesta debe ser política y no una constante apelación a la ley y a la Constitución.
Mira por donde, ahora la ley debe ser violada cuando al señor Herrera le apetezca. Y añade:
¿Un nuevo pacto entre Cataluña y el Estado es posible? Quizás, pero le toca proponerlo al Estado, en una nueva lógica de acuerdo de igual a igual que reconozca plenamente a Cataluña como sujeto político y de soberanías compartidas.
Concluye:
Tiene que haber voces que se hagan oír, que escriban y critiquen la inacción del Estado, la recentralización del Gobierno. Que nos ayuden a reconocer el derecho a decidir de los catalanes. Que intenten aprovechar el momento para intentar cambiarlo todo, también en España.
Este humilde lector de columnas no leía un artículo tan previsible desde hace tiempo.
Pasamos ahora a ABC, donde Hermann Tertsch escribe sobre la responsabilidad del hombre que soñaba con supervisar nubes. Publica Cobardía ante la falacia:
Hace unos días, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero deambulaba extremadamente locuaz por los salones de la Embajada en la primera recepción oficial de bienvenida del nuevo embajador norteamericano. A diversas personas se acercó con especial interés para comentarles su «gran preocupación» por la evolución de los acontecimientos políticos en Cataluña.
Añade:
Agradecí no verme sorprendido en un círculo asaltado por el personaje con esos lamentos porque no sé si la educación que me dieron mis padres y la disciplina germánica habrían sido suficientes para evitar un exabrupto. Resulta que ahora anda esta caricatura de Von Papen esforzada por mostrar en público inquietudes por la suerte de la nación discutida y discutible. Ahora, de repente, esta grotesca figura de la fatalidad en la historia de España teme por la cohesión nacional, por la convivencia, por la legalidad y la seguridad. Lo cierto es que ahora son legión los sorprendidos. Pocos con la apabullante culpa histórica e ignominia que Zapatero se llevará a la tumba.
Continúa:
Melancolía es lo que inspiran tantos lamentos sobre la deriva separatista. Y un poco de desprecio. A esos comentaristas que tanto se han mofado durante años de los temores de muchos españoles ante los planes separatistas. Que tanto han caricaturizado a quienes denunciaban la connivencia, cuando no abierta complicidad, de la izquierda en planes para la liquidación sistemática de elementos de cohesión nacional. Toda iniciativa contra la lengua común de todos los españoles ha contado siempre con el apoyo entusiasta de toda la izquierda española. A veces también de sectores del Partido Popular. Todos los esfuerzos por garantizar el acceso al español han sido saboteados por los mismos.
Concluye:
La violencia verbal contra todo aquel que defendiera la unidad de España y denunciara la amenaza separatista la han generado los grandes comunicadores del zapaterismo. Pero la insidia, la sorna y la ironía hiriente contra esos españoles preocupados ante la posibilidad de que pasara lo que al final ha pasado, la han practicado muchos más. Porque les resultaba más cómodo y más rentable estar en esa masa de la opinión conforme. Y no querían exponerse a ser tachados de fascistas, casposos o, por aún, españolistas, por ese rodillo de la revancha y el odio que llegó con el milenio, disfrazado de talante. La cobardía, ahora ante la falacia histórica, ha sido, una vez más, el drama de España.
Pasamos ahora a El Mundo, donde la presidenta andaluza de larga trayectoria académica se lleva doble ración de elogios, si bien en uno de los casos con matices, tras su intervención en Madrid la jornada anterior, cuando señaló la responsabilidad del PSOE en lo que ocurre en Cataluña. Federico Jiménez Losantos publica Hasta Susana.
Díaz es joven y tiene el natural deseo de envejecer en el cargo, así que hizo un discurso oportunista pero también oportuno, para su partido y para los demás. «¡Ha nacido una estrella!», decía alborozado mi paisano Belloch, que ha recordado que hasta el Senado tiene capacidad legal para suspender la autonomía de Cataluña si continúa su deriva separatista. Una estrella, no sé. Pero que no quiere estrellarse, está clarísimo.
Sea por virtud o por necesidad, el caso es que Díaz ha culpado a su partido, concretamente a Zapatero, de la crisis actual.
Decíamos que era un elogio con matices, y estos vienen en las últimas frases del artículo:
Lo de Zapatero no es un error, es un crimen de rabiosa actualidad. Cuando Susana defienda el derecho de los niños catalanes -los de origen andaluz, sin ir más lejos- a ser escolarizados también en español, creeremos que ha nacido una estrella o que al PSO le ha rebrotado la E. Mientras, lo que podemos constatar es que hasta la última criatura del PSOE se da cuenta de que su partido se despeña por el mismo barranco al que está empujando a España.
Por su parte, Victoria Prego considera que estamos ante un Buen estreno:
Ha entrado con buen pie Susana Díaz en los círculos políticos de Madrid. De entrada, ha sido la única dirigente socialista en activo que se ha atrevido a señalar la responsabilidad, aún no calibrada suficientemente dentro de su partido, de José Luis Rodríguez Zapatero en el desastre que hoy tenemos planteado en Cataluña. Ya era hora de que en las filas del PSOE alguien hiciera honor a la verdad y dijera abiertamente que «no fue un acierto» decir que aceptaría cualquier texto del Estatuto que viniera del Parlamento catalán. Ese disparate de consecuencias catastróficas para todos fue luego incendiado, con la complacencia del líder, por un Pasqual Maragall que se empeñó en hacer un nuevo Estatuto con ínfulas de constitución.
Concluye:
Por fin oímos a un dirigente del PSOE en activo decir que hay que «desmontar la trampa del derecho a decidir» y poner de manifiesto una oposición clara y necesaria a ese enjuague en el que se ha metido el PSC, que va a acabar con su ya menguada clientela electoral y, de paso, va a dejar al PSOE huérfano de un granero de votos, los catalanes, sin los cuales nunca podrá ganar las elecciones generales.
Si además Susana Díaz cumple su palabra, que ya se verá, de depurar responsabilidades en el fraude de las facturas falsas de UGT, es posible que tengamos, por fin, un líder fiable en este socialismo de la tercera generación.
Victoria Prego.
Ojalá tenga razón Victoria Prego, pero este humilde lector de columnas desconfía de todo aquel que medra en las estructuras de los partidos políticos. Y más todavía sin son tan caciquiles y tan sospechosos de corruptelas múltiples como el PSOE andaluz.
Cerramos en esta ocasión con La Gaceta. Kiko Méndez-Monasterio, al que esperamos que José Carlos Rodríguez y Fernando Díaz Villanueva hayan regalado ya Un juego que no suma cero, publica Gestos de grandeza.
A Otegui, el terrorista, le terminarán nombrando padre de la patria catalana con el voto entusiasta del PSC. O no, todavía depende mucho de las decisiones que tome Mariano Rajoy, cuando se quite los manguitos y la visera, ese uniforme de contable antiguo que tan bien les sienta a él y a su mara de tecnócratas, que andan todos por la política como si fuera muy elegante saber sólo de números. Caray, si de verdad se creen que el Gobierno de una nación es sólo cuestión de economía, un caso del IESE, que copien entonces el programa del NSDAP, que a Alemania la sacó de la crisis a ritmo de locomotora parda. Así, además, tendrían de nuevo un programa que cumplir.
Estamos tomándole el gusto de recomendar lecturas a Méndez-Monasterio, que aunque hombre culto a veces cae en la trampa de creerse lugares comunes (y lo del éxito económico nazi es algo que creen muchos a diestra y siniestra). No tiene nada malo, nos ocurre a todos. En esta ocasión le proponemos que lea el artículo La economía de compulsión de la Alemania nazi. En él, José Ignacio del Castillo explica a la perfección que el supuesto éxito económico del nazismo no es más que un espejismo destinado a un gran fracaso final, como todo intento de dirigir la economía desde el poder.
Continúa el columnista de La Gaceta:
De camino a Japón -se hacen chistes sobre lo bien que Rajoy debe pronunciar sushi, casi con acento nativo- y entre suma y suma de impuestos, el presidente ha alzado la mirada sólo un momento para decirle a Artur Mas que todavía hay tiempo para un gesto de grandeza. Luego, enseguida, vuelve a sus páginas de excel, o al ábaco que allí le hayan prestado, tocándose los dedos para no perder la cuenta. Rajoy no es precisamente Cánovas, pero Dios mío, qué eficiente registrador se está perdiendo Santa Polla. En esta ocasión, sin embargo, hay que felicitarse por lo poco elocuente que resulta, porque en Moncloa debieran entender que pedirle un gesto de grandeza a un nacionalista es animarle a que proclame la independencia estilo Davy Crockett en El Álamo.
Concluye:
Arturo, sin embargo, se sueña hecho de bronce y muy apuesto. Quizá a lomos de un caballo rampante, porque probablemente ignora que para que el equino levante las manos hay que morir en combate. Y esa es toda la grandeza de la que son capaces: la de los sueños, porque son gratis. Su mediocridad, por desgracia, las pagamos entre todos.