Del crisol de las tardes
al íntimo y amigo
apagado en el Ebro
sí es promesa y espiga
repartida en la tierra
todavía a la espera.
Interrumpida en misma
caricia prolongada
de improvisada calma
transita y te retiene
la sombra del momento
besada en el pasado.
Esas mañanas sola
de cuestas allanadas
no alborotan la savia
ni agradan al azul
ni a ti tampoco y creo
sumándome contigo.
Si al nombrar en los líquidos
aparecen los largos
atardeceres nuestros
la música del tiempo
y el bien de los abrazos
entonces se construye.
El ensayo al completo
nadaba hacia nosotros
cálido y ordenando
una luna y su rostro
y esa luz inventada
para la despedida.
La adormecida lumbre
imperceptible al tacto
es un instante impropio
propiciado al olvido
desmerecido en esto
de las protuberancias.
En la exacta tarea
elevada a trasmano
con rosada palabra
y sonriendo nos dice
que es el estirón último
vivimos de milagro.
José Pómez
http://pomez.net