Rafael Torres – Al margen – Rajoy, el irregular.


MADRID, 02 (OTR/PRESS)

Lo mismo a los empleadores y a los caseros que explotan a los inmigrantes «irregulares», sin papeles, se les retirará también la tarjeta sanitaria, bien que en éstos casos la de la sanidad privada que seguramente disfrutan. Así, cuando menos, el común desamparo igualaría lo que el Gobierno de Rajoy se empeña, con ceguera suicida, en desigualar absolutamente. De paso, también podría retirarse la dicha tarjeta, cuya posesión, por cierto, cada vez vale menos, a los políticos y a los funcionarios que por interés, negligencia, desidia o incompetencia, o por las cuatro cosas juntas, transigen con la existencia de tantos cientos de miles de residentes en situación «irregular».

Por un elemental principio humanitario, a nadie puede negarse la atención médica si la requiere, si bien hablar de humanidad en relación a la actual política del Gobierno sería como hablar de urbanidad en relación a José Mourinho. Si prospera ese atentado contra la esencia misma de la civilización, que no es otra que la vinculación afectiva y solidaria de cuantos componen la sociedad para la supervivencia de la misma, no sólo perpetraría el Gobierno un delito gravísimo contra la salud y la vida de las víctimas de la dicha incautación, sino que también pondría en serio riesgo la salud del resto de la población por razones fáciles de entender. A menos que se pretenda rematar con ello el plan, tan en el imaginario profundo del PP, de establecer una división radical de clases, de castas (señoritos, ciudadanos de segunda y esclavos), lo de castigar a los inmigrantes sin papeles a entendérselas como puedan con la enfermedad es, más que un disparate, que lo es y en grado sumo, un delito de lesa humanidad.

Otra cosa, muy distinta, sería la de racionalizar de una vez por todas, y porque no hay más remedio, la política de inmigración. Si no hay manteca, y ninguna para repartir, habrá que restringir la estadía de extranjeros que, en puridad, no van a encontrar aquí trabajo ninguno, pero en tanto eso no se aborde, aquí no hay nadie, en lo tocante a los derechos humanos, más «irregular» que nadie, a excepción tal vez, por las cosas que hace, del propio Rajoy.

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