Rostro rígido, ajeno a las muecas,
Y risa de la hiena en el momento
Que l presa escapa a su intento
De hartarse devorando sus mantecas,
Cuando le exhiben su piso en Vallecas,
De obrero con sueldo para el sustento
Diario y poco más, y su monumento
En Galapagar, que no es las Batuecas,
Se pone el Iglesias tan violento
De súbito, que no ad calendas grecas,
Que, si no huele a tormenta, un tormento
Es tener que oír sus respuestas huecas,
Y atufarnos su último excremento:
¡Me cago en todas las hemerotecas!.
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