“YO NO SERÍA ATEO, SI ÉL NO EXISTIESE”.

Conversaciones de un filósofo con Dios

Los espectros no se pueden matar

Conversaciones de un filósofo con Dios

«Si Dios no existe, ¿Qué más busco? ¿Qué busco todavía? Busco. Y él, él, que no existe, me sigue, me persigue. Se me ha hundido aquí, en medio de la cabeza, como un clavo. Pienso y existe el clavo; pienso y se me clava más. El pensamiento es mi martillo cruel. Dios es siempre despiadado con los ateos. Los persigue.

Déjame, Dios, no te necesito; necesito echar tu sombra para estar solo conmigo. Tú eres un espectro obstinado. Yo no tengo necesidad de ti. ¿Qué quieres, pues, espectro?… ¿Niego a éste o aquel dios? No, niego a Dios. ¿Y después? Después renace como la salamandra y toma todas las formas como el camaleón… A él se le puede matar. Lo he matado.

¡El espectro! Los espectros no se pueden matar. Él está dentro,

Muerto, pero vivo. Yo, que le he matado, estoy muerto por él… No deja en paz ni siquiera a los muertos, los quiere resucitar… Él está vivo, vivo, pegado como un ave de rapiña al cadáver de mi conciencia.

Quisiera resucitarme a picotazos. Pero yo, antes de renacer con él, prefiero vivir muerto sin él. Es más viril. ¿O estúpido?… En resumen, Dios está en mi ateísmo.

Yo no sería ateo, si él no existiese. Es una contradicción insoluble. No la resuelvo más que obedeciéndole. No la venzo, sino creyendo en el Dios que niego, afirmando a Dios.

Lo quiee mi propio ateísmo, lo exige tiránicamente. Negar a Dios es la hipótesis prohibida, porque es afirmarle. Lo sé y me rebelo.

Si tú no existieses, no te negaría. Y si existieses, ¿Por qué esta tremenda tentación de la razón de negarte? Si tú no existieses, jamás yo hubiera podido pensar en ti…

Te pido paz… Tú, el amor, eres implacable como el amor verdadero y sufrido. Nada persigue más que el amor».

El texto antecede pertenece al final del camino del filósofo italiano Michele Federico Sciacca [1908-1975], en su lenta metamorfosis espiritual, hacia la fe.

En ocasiones, las menos, son las visiones místicas e intempestivas las que provocan la conversión milagrosa; pero en la mayoría de casos, la conversión – o iluminación – viene tras años de angustia y búsqueda honesta, de una luz que ilumine las tinieblas de un pensamiento oscurecido por el propio pensamiento.

Perdido en la niebla de la razón, bajo las brutales notas del desarraigo existencialista, la angustia vital, el nihilismo y el vacío, vemos en el texto de Sciacca como comienzan a estallar dolorosamente, los primeros signos de una iluminación que lucha por brotar en medio de una larga noche plagada de angustiosas dudas.

No es la batalla final, pero sí una de las últimas que entablará el filósofo en su lucha interior contra lo que comienza a aparecer como inevitable.

Sciacca, en lugar de intentar sentir a Dios, se dedicó a pensar en Él, y esa ruta, tan racional, tan mundana, fue ahogando al filósofo en su propia lógica, hasta llegar un momento en que, kafkianamente, su cabeza le decía que Dios existía y estaba ahí, pero por otro lado era incapaz de sentirlo.

Con el tiempo aprendería que es mucho más sencillo abrir el corazón a Dios y sentir como te inunda su mar de Amor Infinito, que intentar pensar a Dios, pretendiendo capturarlo dentro de nuestra finita mente.

Una vez asimilada con humildad esta lección, Sciacca pasó a convertirse en uno de los adalides del espiritualismo cristiano del siglo XX.

Y es que como dijo Jesucristo: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla”. Evangelio de San Mateo, 13:25.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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