Antaño y hogaño (VII). 1. Período de la madurez

Por Carlos de Bustamante

( La boda. Óleo de Marc Chagall) (*)

Les dije y repito que quien protagoniza los diferentes avatares en los también sus diferentes períodos, no es el que se limita exclusivamente a relatarles.

Si es conocido, y bien conocido por quien les saca a la luz de mis amigos y probables únicos lectores, no quita para que sean muchos los que si no las mismas, pudieran rememorar parecidas vivencias. Nuevamente aclarado de no ser éstas las “memorias” de quien lo escribe, sí les insisto en que transcurrido el período de la precoz juventud, aún con múltiples detalles que por no eternizar esta serie omito, dejo constancia de que “antes de conantes” nuestro joven precoz inició precozmente el período de la madurez.

Verdad es, que como ya su juventud fue trepidante y azarosa, mantuvo genio y figura desde el inicio de la siguiente etapa. Terminada la carrera si no de forma brillante, por lo menos aceptable, desapareció un feliz día la estrella de la bocamanga para estampar en ella las dos ansiadas de teniente. En confidencia compartida, manifestó haberse hecho gozosa realidad el sueño que se inició durante la adolescencia: seguir la misma vocación ancestral de sus antecesores en la milicia, fuera en la Armada o en el Ejército de tierra, y ofrecer a su Graciela un porvenir que les permitiera realizar, aún de forma austera, sus ilusionados proyectos de matrimonio.

El cómo y por quién esto se cumplió, creo haber dejado suficiente constancia en la serie que finalizó en novela: “Buscando mis amores”. La que tras la que también conocen los amigos y probables únicos lectores “Historias de mi Madre”, fueron ¿la pesadilla? de quien haya seguido día tras día y año tras año la andadura de éste nuestro ya casi decenario blog.

Para evitarles olores y sabores que repiten- según dice la sabiduría popular de una fruta-, como el pepino, que no verdura, iré más en este período del que fuera joven a sentimientos, afectos y amores que a aventuras y desventuras.

Sin embargo y según dice el milenario proverbio de “primun vívere, deinde filosofare”, me veo obligado a decirles cómo el joven y precoz maduro lo hizo realidad con la posible unión de vida y filosofía.

A fuer de refranero y con perdón “diz” que puñetero, lo que hasta el presente responde a “de ilusión también se vive”, vivió ésta en plenitud cuando tuvo su primer destino en el africano Protectorado español del Magreb o Marruecos; al igual que quien es relator de sus confidencias. Y la ilusión allí de formar, instruir y llevar a efecto el deber y derecho de servir a España. Ningún lugar mejor, digo, que en la ciudad santa del Islam norteafricano. Por vocación no quiso ni pudo acceder a destinos en fuerzas especiales de la gloriosa Legión o Regulares. Aparte de que por un puesto sólo intermedio en su Promoción y por ello tener ya copados los mejores destinos como eran éstos, no era la Legión el destino preferido del que iniciaba un nuevo período. Destinos, admirados, sí, por principios, valores e historial glorioso, pero el estilo de vida particularmente en la Legión no le cuadraba al que dejaba el período anterior a pasos agigantados. Ni su ambiente el que deseaba para su Graciela.

Dicho esto, tuvo nuestro protagonista tiempo sobrado, para tener muy claro que “quien la `corre´ de soltero, también la corre de casado”. Y no lo contrario como se oye con frecuencia. No tendría, me confesó en confidencia, mucho que ofrecer a su ya novia formal y con conocimiento de común agrado en las familias de ambos, como se llevaba -y se llevaba bien- en tiempos -¡ay- ya remotos. Pensó también que los medios económicos que, siempre escasos, austeros, en cualquiera del grado militar que se ostentase, no le permitirían todo lo que él hubiera deseado para “su Graciela”; si a esto le añadimos que, obtenido el grado de teniente, lo sería en empleo y sueldo durante no menos de diez años (los que, por excesivos y nada recomendables, no entraban en los planes de noviazgo en ambos). Nuestro hasta entonces sólo joven, inició la madurez con la decisión de contraer ya el tan deseado matrimonio de por vida.

El que fuera confidente íntimo de quien comenzaba otro apasionante período puede decirles sin vana presunción, que el recién adepto en la madurez quiso hacerlo con lo que consideró más valioso que tenía para ofrecer a quien quiso fuera compañera y esposa “hasta que la muerte (en la que no pensaba) los separase. Es decir, aunque mis amigos lo habrán ya entendido: el ofrecimiento de su persona, sin “conocer” a ninguna otra mujer más que a su Graciela; y esto, una vez contraídas nupcias y no antes. Nada de particular antaño y sin parangón alguno, por lo general, hogaño.

Puesto en conocimiento de ambas familias, acordaron la fecha del matrimonio e iniciaron los trámites-complicados antaño- para el permiso oficial en las Fas.

“Diz” que le dijo la madre del novio que accedía, pero que dada su edad, aunque con la precocidad referida, le ponía una condición: que tuviera ahorrada una cierta cantidad de pesetas para iniciar su nueva vida. Sorpresa para los mayores cuando con la cartilla abierta e iniciados los ahorros desde los inicios de la juventud, rebasaba ahora la cantidad requerida.

Por si lo dicho fuera poco, “diz” que le dijo el novio a su madre: “mejor es casarse que abrasarse”. Argumento definitivo.

Y tras pocos meses de tomada posesión del destino africano, nuestro joven- maduro, además del familiar, tuvo el permiso de la autoridad militar competente para contraer matrimonio con -15- (¡quince!) días de permiso. Los que, unidos al del colonial reglamentario (un mes), consideraron suficientes para hacer realidad lo tanto tiempo soñado.

Omito los diferentes avatares que le siguen a éstos por sabidos en artículos en este blog y posterior novela no venal ya citada. Continuará si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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