Los lunes, revista de prensa y red

“Casado, la victoria de resistir y anular a los rivales”, de Carmen Morodo, y “Caso Vincent Lambert, cuando los jueces convierten el crimen en un derecho”, de Alfonso Basallo

(Viñeta de Puebla en ABC el pasado día  21)

CASADO, LA VICTORIA DE RESISTIR Y ANULAR A LOS RIVALES

 

Artículo de Carmen Morodo publicado en La Razón el pasado día 21

 

El balance del primer año de Pablo Casado como líder del Partido Popular puede resumirse en el lema de «resiste y vencerás». En este análisis coinciden sus más cercanos en Génova, pero también quienes ejercen territorialmente de contrapoder frente a la dirección nacional. Casado tiene hoy menos escaños que Rajoy, pero es más fuerte que cuando se hizo con las riendas del partido ya que ha desactivado todas las posibilidades de alternativa. No hay «marianistas» ni «sorayistas» en el PP. Tampoco nadie que haga bandera de identificarse con María Dolores de Cospedal. Y los «barones» moderados tienen su réplica en los «afines» que Casado ha colocado en la negociación de los pactos postelectorales. Falta por cerrar la investidura de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, pero el Partido Popular la da por hecho. El gallego Alberto Núñez Feijóo, «anda a lo suyo», comentan en Génova. Y, por tanto, su victoria más relevante ha sido interna si se mira de donde viene.

 

Hay anécdotas de su campaña para presentarse al Congreso del PP que decidió el relevo de Mariano Rajoy que resultan muy clarificadoras de cómo fue recibida su candidatura en el partido. El «aparato» de Génova prohibió incluso que en la sede nacional entraran más de seis personas de su equipo a la vez. Imposición que no se aplicó ni con la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ni mucho menos con la ex secretaria general María Dolores de Cospedal. Hubo ocasiones en las que Casado y los suyos acabaron en el Vips más cercano porque llegaban dirigentes territoriales y superaban el cupo impuesto por el «aparato» para que pudieran hacer uso de las instalaciones de la sede. El micrófono con altavoz que paseó por los «bolos» se lo compraron sobre la marcha, y posiblemente nadie dentro del PP llegó a tomar en consideración su candidatura hasta que presentaron la lista de representantes provinciales. Las dos favoritas, Cospedal y Sáenz de Santamaría, siempre pensaron que Casado iba a ser su «muleta» para alcanzar la Presidencia del Partido Popular. Y dentro del equipo de Casado también veían que ésa iba a ser su función, aunque ahora lo nieguen: se trataba de pelear para que ganara una o ganara la otra, tuviera que tenerles en cuenta y les integrara en la nueva cúpula. Sin muchas más ambiciones.

 

Casado llegó a la dirección nacional del PP tutelado por los «elefantes» orgánicos que le apoyaron en la batalla congresual de 2018, más preocupados porque perdiera la ex vicepresidenta que porque ganara él. Entonces no pudo hacer el equipo de dirección que hubiera querido diseñar de no tener esas deudas, y nueve meses después tuvo que enfrentarse a unas elecciones generales sin margen de tiempo para definir su estrategia de manera reposada. Impuso una amplia renovación en el Parlamento y en las listas autonómicas y municipales por si le iba bien o por si le iba mal, como acabó sucediendo en las generales.

 

Casado lleva un año nadando a contracorriente. Contra los empujones de Vox por la derecha; contra ese Albert Rivera que quiere ocupar su lugar; contra el calendario electoral y hasta contra las dudas y rectificaciones desde dentro de su partido a las formas y al contenido de su discurso. Sometido a escrutinio de todos y con la sombra del ex presidente José María Aznar como compañía. Cómoda para él, pero muy incómoda para una amplia mayoría dentro de su organización política.

 

Las elecciones autonómicas y municipales le han hecho de flotador para llega a la orilla sin ahogarse con los malos resultados de las generales. Igual que hizo el PSOE en las autonómicas y municipales de 2015, Casado ha utilizado los pactos para conseguir el poder que le negaron las urnas y aunque no puede aún exhibir en este primer aniversario la «joya» de la Comunidad de Madrid, en su partido dan por descontado que es sólo cuestión de tiempo que Vox siga también en este caso las «baldosas» del único camino que tiene.

 

En el nuevo equipo de Génova sostienen el relato de la «era Casado». Dicen que siguen trabajando en «destapar talento oculto» y que no se pregunta a nadie con quién fue en las «primarias» porque lo importante es buscar gente que pueda aportar. «Casado va a hacer de Casado», contestan en su núcleo duro cuando se les pregunta por quienes se quejan de que José María Aznar vuelve a tener peso en Génova o de que es idea del ex presidente que la portavocía del Congreso sea para Cayetana Álvarez de Toledo.

Más allá de nombres el reto de Casado es acertar con su estrategia para frenar el intento de Rivera de neutralizarle como líder de la oposición. Porque a Vox empiezan ya a considerarlo en Génova como un obstáculo amortizado. La preocupación de las pasadas elecciones se ha diluido como un azucarillo en agua y no les preocupa como antes que sigan dejándose votos por la derecha. «Casado tiene libertad para fijar su estrategia sin que nadie venga a reprocharle que ha perdido el centro. Es su tiempo».

 

Artículo en:  https://www.larazon.es/espana/casado-la-victoria-de-resistir-y-anular-a-los-rivales-LN24292768

 

CASO VINCENT LAMBERT, CUANDO LOS JUECES CONVIERTEN EL CRIMEN EN UN DERECHO

 

Artículo de Alfonso Basallo publicado en Actuall el pasado día 21

 

Poco se diferencia la Europa de 2019 de la que ocuparon los nazis, cuando la justicia se pone de parte del fuerte y en contra del débil. Es lo que ha pasado en Francia con el tetrapléjico Vincent Lambert. Pero con una sustancial diferencia, los nazis practicaban la eutanasia a escondidas y no se atrevieron a legitimarla.

 

Vincent Lambert, parapléjico por un accidente, fue objeto de controversia entre quienes querían matarlo por eutanasia, de hambre y sed, y quienes defendieron la dignidad de su vida.

 

En junio de 1940 los nazis pisoteaban el orgullo de Francia al desfilar delante del Arco del Triunfo. Caía París en manos del Tercer Reich y el país ocupado quedaba reducido a la condición de esclavo, por dos razones. Porque había perdido el primero de los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida. Y porque había quedado dominado por un Estado totalitario, que autorizaba a sus verdugos (los agentes de la SS) a quitar la vida.

 

Casi 80 años después, en julio de 2019, Hitler ha vuelto a invadir Francia. El país ha quedado de nuevo reducido a la condición de esclavo. Y exactamente por las mismas razones: ha perdido el derecho a la vida y ha quedado dominado por un Estado totalitario que da el visto bueno a sus verdugos (con bata blanca en lugar de botas de media caña) para quitar la vida.

 

En este caso, han sido los jueces quienes han remedado a los nazis: el tribunal de casación, máxima instancia judicial de Francia, ha ordenado que se le retire el soporte vital a Vincent Lambert, de 42 años, que llevaban 11 en estado de mínima conciencia tras quedar tetrapléjico por un accidente de moto. Y lo han desconectado para que muera de hambre y sed.

 

Que unos jueces condenen a muerte a un inocente, que no puede valerse por sí mismo, sienta un inquietante precedente en una Europa, en la que cinco países ya han despenalizado la eutanasia o el suicidio asistido (Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suecia y Finlandia). Sobre todo, porque Vincent Lambert no estaba en coma o muerte cerebral, no padecía un sufrimiento insoportable -como se alega en las leyes despenalizadoras-, y tampoco se puede decir que fuera objeto de ensañamiento terapéutico, porque no estaba sometido a ningún tratamiento.

 

Hay vidas que son una carga en la era de la eficacia y el utilitarismo y, en consecuencia, no merecen ser vividas

 

Ni siquiera estaba en estado terminal. Es decir, que podría tener cuerda para rato. Amenazaba con convertirse en un estorbo, del que era preciso deshacerse. Este es el mensaje implícito que se desprende de la decisión judicial. Hay vidas que son una carga en la era de la eficacia y el utilitarismo y, en consecuencia, no merecen ser vividas. Y ¿quién decide quien encaja y quién no? el Estado: los jueces, el Parlamento, el Gobierno.

 

Un Estado que pasa por encima de la familia (los padres de Vincent estaban dispuestos a cuidarlo, y han dicho claramente que se trataba de un “asesinato disfrazado”), demostrando quien manda, quien tiene autoridad para decidir sobre vidas y haciendas, como un sátrapa de la Antigüedad.

 

Si el juez no defiende al débil y da la razón al más fuerte, poco se diferencia la Francia de 2019 de la Francia ocupada por los nazis de 1940. Si el poder arbitrario del Estado decide que hay vidas de segunda y que deben ser eliminadas, poco se diferencian Holanda y los demás abanderados de la eutanasia, de la Alemania que exterminaba deficientes.

 

Sólo en Francia hay otras 2.000 personas con una situación similar a la Vincent Lambert. Abierta la veda, tras el fallo del tribunal, sus vidas corren peligro. Como la de cientos de miles de personas en toda Europa sobre los que se ciernen las legislaciones de “muerte digna”, incluido el proyecto del PSOE en España.

 

Están en peligro deficientes psíquicos, pacientes con enfermedades crónicas graves o incurables, personas en coma, o simplemente ancianos que viven solos, como se ha llegado plantear en Holanda, con una propuesta presentada en el Parlamento para “ayudar a morir” a mayores que consideren que ya han vivido lo suficiente, aunque no estén enfermas ni padezcan sufrimientos físicos insoportables. Una comisión de control de la eutanasia ha llegado a recomendarla por simples achaques propios de la vejez. “Problemas de visión, auditivos, osteoporosis, artritis, problemas de equilibrio, declive cognitivo” -señala la comisión-.

 

Los nazis implementaron la eutanasia en 1939, pero lo hicieron en secreto y por la puerta de atrás, como una práctica vergonzante

 

Los nazis implementaron la eutanasia en 1939, pero lo hicieron en secreto y por la puerta de atrás, como una práctica vergonzante. Fue el proyecto T4 (por Tiergartenstrasse 4, la calle berlinesa que controlaba seis instalaciones de gaseamiento de discapacitados mentales y físicos), que exterminó alrededor de 70.000 personas en Alemania y Austria. Hitler tuvo que firmar una autorización secreta para proteger a los médicos, personal sanitario y administradores que la practicaban, a fin de evitar que fueran procesados.

 

Tanta muerte imprevista de miles de personas hospitalizadas despertó sospechas, comenzaron las protestas -singularmente del obispo católico Von Galen, que  denunció la eutanasia en un sermón- y el Gobierno nazi tuvo que parar el programa en agosto de 1941.

 

Ahora, es al revés: son los gobiernos los que legitiman abiertamente el exterminio de inocentes. Y esto lo más grave. Porque de lo que se trata es de transformar en legal el asesinato de enfermos, débiles, discapacitados. Legitimación: esa es la palabra. Convertir en blanco lo que era negro, transformar el crimen en un derecho, por el arte de birlibiroque de una ley o de un fallo judicial. Y quitar al verdugo el capuchón para ponerle un fonendoscopio.

 

Artículo en: http://www.actuall.com/vida/caso-vincent-lambert-cuando-los-jueces-convierten-el-crimen-en-un-derecho/

 

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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