Por Javier Pardo de Santayana
( Playa. Acuarela de Hangel Montero em Hispacuarela de Facebook)
No se puede pedir más para animar al respetable público. Para empezar, el presidente francés ha organizado una de esas cumbres internacionales que reúnen lo mejor de las familias. Era, por lo que se ve, su turno, o sea que le correspondía decidir la sede. Y, fíjese usted qué casualidad: se le ha ocurrido establecerla a pocos metros de nosotros, supongo que con la astuta intención de que se líe un buen jaleo, pues – mire usted por dónde – Biarritz acorta las distancias y gastos a esa ralea de revolucionarios de todos los tipos y colores que inexorablemente acuden a armar jaleo cada vez que se tercia y no digamos si se trata del G-7. Así que ha puesto fácil las cosas a nuestros separatistas, que tenemos de varias procedencias, amigos de los terroristas y comunistoides pro-Maduro encargados de traer a nuestros lares sus protestas para que armen la pata que acostumbran. Cosa que llama la atención porque un buen número de estos vándalos subvencionados son amenazas compartidas con nosotros.
Un ejército de cerca de 20.000 agentes del orden, que se dice pronto, y entre ellos nada menos que siete mil españoles, entre guardias civiles y policías nacionales y autonómicos, han desplegado en el país vecino para asegurar que los daños que produzcan esos vándalos sean los mínimos posibles. Eso ya lo sabemos. Como sabemos que movilizar durante varios días a tanta gente como por lo que se ve se necesita es un buen palo para nuestra maltrecha economía y en cierto modo facilita los objetivos que pretenden, o sea crear problemas y noticias y hacerse ver lo más posible. Pero desconocemos cómo financia la parafernalia, estancias y desplazamientos esa masa de indignados, revoltosos y malababas que se benefician de la decisión tomada por el mandatario galo.
Así que se me hace difícil saber lo que el presidente francés pretende trayéndose a Biarritz esa chusma como no sea hacer más visible y evidente – aunque sea a costa del vecino – la asociación de sus “chalecos amarillos” con toda esa ralea de extremistas y vándalos que les llegan de fuera y hacen causa común: aparentar al menos que los suyos suponen un problema en cierto modo compartido con cualquier gobierno europeo que se precie. Sí, quizá se trate fundamentalmente de eso: de desprestigiar a los que le incomodan y de paso restarles importancia. Para empezar ya pude comprobar saliendo de Cantabria que en nuestras carreras se disuadiría a los automovilistas de acercarse a la frontera por si acaso.
Mas por si no se le hubiera revuelto a usted aún el estómago con estas cosas que le cuento, ahí tenemos una noticia vomitiva que se ha venido repitiendo este verano y a lo largo de los últimos meses: el asesinato de niños por sus progenitores. Algo difícil de tragar para cualquiera, porque uno se pregunta cómo puede haber alguien que decida hacerlo por razones prácticas o por escenificar una venganza. Y no puede por menos de plantearse que la banalización que hoy se plantea respecto a la eliminación de un hijo en ciernes en el vientre de la propia madre como algo que no es sólo admitido en nuestros días sino casi aplaudido como indicativo del “empoderamiento femenino”- algo que se expresa incluso en las pancartas: “yo hago lo que me apetece o me conviene con mi propio cuerpo” – tenga que ver con el fondo de estos hechos.
También incluye el programa veraniego otras lindezas y desgracias, y entre ellas algunas que, como los incendios forestales, son causadas por fuerzas de la naturaleza, pero que, en el estado depresivo en que nos encontramos actualmente nos hacen una vez más entonar el “mea culpa”, si bien ahora ya a nivel universal para implicar como es habitual a nuestros gobernantes sean estos nacionales o internacionales. Y de paso condenar ya de palabra, y en voz alta para que se note, a nuestra insensata raza humana, que eso es gratis. Pues parece ser que lo de Gran Canaria no sido nada si lo comparamos con la Amazonia en llamas que ahora se puede contemplar entera viendo las fotos del satélite. Menos mal que los canarios han llevado su desgracia con gran serenidad y sensatez y han tenido el gran detalle de dar las gracias a quienes se esforzaron valientemente en ayudarles.
Así que para terminar sin que me sufran demasiado ya sólo les recuerdo lo de la extensión de una contaminación alimenticia en la que lo que, como era de suponer, lo principal parece ser encontrar un responsable en el partido que convenga.
