Un ejemplo de tenacidad y valentía

Por Javier Pardo de Santayana

(Marc Márquez )

Mi sagaz aunque improbable lector se habrá de seguro dado cuenta de que cuando se trata de señalar algún pecado – y con ello me refiero a cualquier rasgo dudoso o negativo de alguien – procuro no mencionar al pecador con nombre o apellidos. En primer lugar, por el principio clásico de no mencionar al pecador sino al pecado, y en segundo lugar porque lo que de verdad suele desencadenar la reacción airada es ver uno su nombre en los papeles, sean éstos las redes sociales o la prensa.

También supongo que usted habrá podido comprobar que suelo hacer una cosa bien distinta respecto a quienes se distinguen por su valor o por su empeño; aquellos que superan el cansancio o el dolor, o cualquier otra circunstancia adversa para dar muestra de lo que llevan dentro. Este es al caso, por ejemplo, del torero que saca su alma a pasear frente al peligro, o viaja con una carta de despedida en su equipaje por si pierde la vida toreando, o ejerce su arte con un parche en un ojo por una cogida, o simplemente declara que la posibilidad de morir es uno de sus acicates para arrostrar el peligro en las tardes de corrida.

Y ahí es donde encaja el artículo que hoy les escribo a ustedes: en la mención de otra demostración de valor, de estilo y de coraje; en este caso, del deporte.

El protagonista se llama Marc Márquez y es un muchacho de aire extraordinariamente joven, simpático y activo: un muchacho que siempre tiene la sonrisa a punto. Ha sido campeón del mundo un buen número de veces, y este año iba también camino de ello. Y representa con sus gestos a una saga, ya que un hermano suyo ha alcanzado niveles parecidos.

Pues bien, no más tarde que hace ahora un par de días, le vimos saltar aparatosamente por los aires. Y no existen palabras para describir lo visto: un cuerpo que se dispara proyectado hacia delante, da con el suelo y luego sigue dando vuelcos repetidamente por los suelos mientras su motocicleta le persigue rebotando como si quisiera caer sobre él para aplastarle. La televisión mostró la escena desde lo alto, con una perspectiva que permitió vivir toda la escena intensamente. Cada segundo parecía eterno.

Así que durante aquellos larguísimos segundos en que él rodaba interminablemente y tuvimos suspendido el ánimo, estábamos seguros de que el muchacho acabaría golpeado y destrozado por su moto. “De ésta no sale vivo”, pensaría cualquiera, como también que aún si saliera vivo acabaría herido y magullado en una cama de hospital de urgencias. Mas por lo que se ve, nuestro protagonista está tocado por la suerte o reza mucho, puesto que acto seguido le veríamos indemne, aunque supusimos, magullado, y cabalgando en una moto nuevamente para volver otra vez hacia las pistas, donde se caería al suelo una vez más. O sea que volvió a jugársela muy a pesar de su experiencia.

Y, naturalmente, todo el mundo pensó que habida cuenta de la mala racha y también del lamentable estado en que le suponíamos, nuestro hombre renunciaría a seguir intentándolo, y no estaría el día siguiente  en la salida. Tendría, en fin, que saber esperar otra ocasión que fuera más propicia para alcanzar un título que ya tenía a tiro en cualquier caso. Mas sí volvió a salir, y desgraciadamente se repetiría la pasada historia: de nuevo se saldría de la pista.

Pero eso sería desconocer la tozudez y el valor de este muchacho, así que cuando cualquier otro cejaría de raíz en el intento y esperaría que transcurriera el tiempo para volver más adelante e interrumpir la racha de su mala suerte intentando de nuevo la victoria, le veríamos  no más allá del día siguiente salir de nuevo a disputar el éxito.

Y aún sabiendo que le bastarían unos puntos tan sólo para conseguirla, seguiría adelante y lograría incluso la victoria. Sería de nuevo – ahora por octava vez – el Campeón del Mundo.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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