Me pregunto si se ha perdido el sentido del ridículo

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 29 de octubre)

Siempre se vio como algo tan conveniente como habitual la aplicación de la razón y de la lógica como medio natural para entenderse en el camino de la paz y del buen funcionamiento de las cuestiones públicas, y, por tanto, como un imprescindible fundamento para lograr el desarrollo y el progreso. Y, sin embargo, por otro camino muy distinto parece ir hoy la sociedad española, manipulada desde hace tiempo por los inductores de un relativismo propiciado por ciertas ideologías dominantes y basado en frases y en conceptos que aprovechan la eficacia de lo ya acuñado con la etiqueta de la “corrección política”. Para lo cual nada mejor que aprovechar las actuales posibilidades tecnológicas que permitirán la difusión de nuevas actitudes y principios. Así los adalides de la moral nihilista se podrán apoyar sin gran problema en unas frases hechas con las que dominarán la opinión pública previo el imprescindible desprestigio de nuestra cultura.

La técnica es de sobra conocida: se basa en una propaganda carente de bases morales en la que todo vale siempre que sea visto como una expresión de libertad que, sin embargo, se negará a cualquiera que piense diferente. Hasta la Historia caerá en sus manos para, tergiversando la verdad, marcar contra toda evidencia lo que es o no es correcto. Luego se establecerán incluso leyes que amenacen a quienes osen llevarles la contraria, y lo harán de forma que lo que en principio es pura propaganda interesada para dominar la opinión pública maniate y perjudique abiertamente a quienes se opongan a esta astucia y busquen simplemente la verdad.

Así es como determinadas maniobras de agitprop que en principio pudieran parecer tan evidentes como burdas acaban por calar en la ciudadanía para, a caballo de los mensajes televisivos y del adoctrinamiento en las escuelas, causar el abandono de los antiguos fundamentos del pensamiento y la conciencia occidentales y convertirse en simple carne de mensajes que acabarán por ser asimilados por la gran mayoría de la gente.

El resultado pudiera parecer insultante por demasiado falso y destructivo, pero es un hecho que llega a calar en los comportamientos. Pondré algunos ejemplos muy recientes: ahí tienen las caóticas imágenes de una Barcelona en llamas y de unas impresentables turbas de jóvenes y adultos con el rostro cubierto para no ser identificados fácilmente: un espectáculo dantesco y pavoroso de destrucción y de odio que sin embargo es contemplado con la mayor naturalidad a fuerza de ser repetitivo: un panorama de brutalidad que es promovido por el gobierno mismo de una autonomía.

He aquí una situación kafkiana difícilmente soportable, tanto desde un punto de vista lógico y moral en un país desarrollado como en la opinión de cualquier persona simplemente razonable y culta. Y sin embargo esto está ocurriendo aquí en España, y sus ejecutores son en su mayoría jóvenes de familias normales aparentemente, pero encabezados e impulsados en su feroz comportamiento por unos líderes en nómina que pagará el Estado entre otras cosas por tener la responsabilidad del orden publico. ¿Hay quien lo entienda?. Pues sin embargo ellos actúan como delincuentes sin otra justificación del desvarío que la no aceptación de la Justicia; que ahí se queda su respeto a la Constitución y a sus conciudadanos. Ver para creer: el mundo al revés contra lo lógica.

Luego encontraremos por doquier contradicciones que muchos llamarían evidencias de una caradura que ya se manifiesta sin el menor recato; esto es, lo que los castizos llaman “a calzón quitado”. Porque ya no reconocemos límite a la sinrazón y el desvarío. Por ejemplo, cuando nos ponemos serios ante el pecado ajeno para escurrir más tarde el bulto cuando nosotros mismos somos los autores; contradicción que bastaría para descalificar sin más a quien así procede, mas que por razones partidistas se convertirá con la mayor desfachatez en algo así como “pelillos a la mar”. Y lo peor es que se hace a sabiendas de que se trata de burdas maniobras.

O cuando nos cerramos a cualquier acuerdo – “no es no” se diría como argumento de rechazo a cualquier posibilidad de entendimiento – para acto seguido reprochar su cerrazón precisamente a a quienes fueron antes objeto de muestro desprecio. He aquí otro flagrante desacato contra la inteligencia y la razón.

O cuando presumimos de ser fieles a los modestos vecinos del barrio en que vivimos mostrando nuestra inquina hacia los ricos, para días más tarde trasladarnos a una vivienda de postín sólo accesible para grandes fortunas. O cuando condenamos hasta la saciedad determinadas prácticas de nuestros adversarios mientras arteramente maniobramos para retrasar la vista de los casos que nos inculpan a nosotros.

En fin, aquí me paro para no alargarme, porque la lista también incluye personajes que profanan templos con los senos desnudos, o que hacen mofa de niñas asesinadas, o que son responsables del orden público para en sus ratos libres ir a cortar las carreteras. De aquí que mi principal asombro sea no ver ni un solo rostro enrojecido, sino mas bien una desvergonzada impavidez a la hora de proclamar una cosa y la contraria o presumir de algo que se carece, como si en lugar de un país europeo con una historia relevante España fuera una nación del Tercer Mundo habitada por caraduras que no atienden ni a las razones ni a la lógica. Ni tan siquiera al sentido común de las personas.

Así que me pregunto a dónde habrá ido a parar aquel exacerbado sentido del ridículo que pensábamos tener los españoles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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