Setenta grabados de Durero en la Sala de La Pasión

Por José María Arévalo

(Grabado de Durero)

El Museo de la Pasión ofrece, desde el comienzo del nuevo curso, la muestra “Durero. El artista y su tiempo”, una selección de 70 grabados de Durero con los que se pone de relieve su genialidad creadora, su curiosidad y la capacidad para captar, asumir y difundir un lenguaje nuevo en el norte de una Europa inmersa en la preponderancia del gótico flamenco. Además, su obra en la sala de la Pasión ilustra los vínculos entre España y Alemania en el siglo XVI. Los grabados proceden del Fugger und Welser Erlebnismuseum de Augsburgo. Puede verse hasta próximo día 24 de este mes de noviembre.

Este año 2019 se celebra el 500 aniversario del fallecimiento del emperador Maximiliano I de Absburgo, de quien Durero fue artista fundamental como

gran introductor del Renacimiento en el norte de Europa, así que la exposición se contextualiza en su entorno social, político y económico, además de en su producción artística.

 (Lucha entre Hércules y Caco, y El baño de los hombres, 1496)

Y así, pone el acento en la influencia de los banqueros y prestamistas alemanes, en las monarquías europeas y en la Iglesia, y con ello en la conformación de la política de Europa y del Nuevo Mundo. También destaca aspectos imprescindibles de ese momento, como la aparición de la imprenta que revolucionó, entre otros, la técnica del grabado; el peso de la religión en todas las esferas, así como la pugna entre catolicismo y protestantismo con la aparición de Lutero.

La exposición recoge una selección de los grabados más representativos del artista, desde sus primeras obras anteriores al año 1500 hasta su apogeo ya a principios del siglo XVI, que ponen de relieve su maestría y su búsqueda constante de la belleza absoluta. Entre las piezas expuestas, encontramos títulos emblemáticos como el ‘Gran carro triunfal de Maximiliano I’, ‘Melancolía’ o ‘El caballero, la muerte y el diablo’. La exposición reúne imágenes de temáticas variadas: grabados religiosos, pintorescos, mitológicos, alegóricos y retratos, entre otros.

Durero hizo del grabado un arte mayor a comienzos del siglo XVI e influyó, con su obra gráfica, en todo el arte europeo hasta nuestros días. A partir de sus grabados, la muestra además estudia la relevancia del contexto político, social y económico que encumbró al artista y que, en definitiva, ha acabado configurando la Europa actual.

Ya esta Sala de La Pasión ofreció en 2014 una muestra de los grabados de Durero, que tituló “Durero. La exaltación de la belleza”, sobre la que dimos una reseña en nuestro artículo de 16.02.14, en estas páginas. Aquella contenía 113 grabados que vinieron de Milán y eran propiedad de Elisa Moretti y Elisabetta y Paolo dal Bosco, y también, como la actual, recorría la producción del artista de Nuremberg durante toda su vida.

En aquella exposición recogía el folleto de mano que se facilitaba un comentario que me pareció de especial interés, de Sebastiano Guerrera, Director de la Academia de Bellas Artes de Urbino, sobre la evolución de la técnica de Durero. “Antes de su primer viaje a Italia, que tuvo lugar entre 1494 y 1495, sus obras gráficas exhibían, como única y original peculiaridad, la coexistencia de motivos más o menos ligados a la tradición junto con algunos pocos relativamente nuevos. Es después de su experiencia italiana (desde 1495 hasta alrededor de 1500, período durante el cual realizará el Apocalipsis y gran parte de La Gran Pasión) cuando sus grabados muestran un cambio radical en la forma de entender la técnica y estilo.

Antes de Durero, los grabadores alemanes seguían un proceso que incluía dos usos diferentes de la línea: las curvas de contorno servían exclusivamente para definir la forma del motivo mediante un trazado simple y sin ninguna caracterización, mientras que el sombreado se usaba para evocar el objeto, así como las luces y sombras, pero sin que fuera determinante en la construcción de la forma. Durero cuestionó tanto ese empleo excesivamente rígido del sombreado como la vieja concepción del contorno, inaugurando un procedimiento que asignaba capacidad expresiva a cualquier tipo de línea, con lo que lograba una representación que cumplía además la función íntegra de modelar.

Después de su segunda estancia en Italia (1505 -1507) la obra gráfica de Durero alcanza el punto más alto de su evolución. En 1511, cuando se convierte en editor, publica «tres grandes libros»: La Vida de la Virgen, El Apocalipsis y La Gran Pasión, además de la serie de xilografías que constituyen La Pequeña Pasión. La nueva experiencia veneciana fue aún más decisiva: Durero alcanza ya su plena madurez, demostrando que no solo la pintura, sino también los gráficos podían ser tonales.

El simple y primitivo blanco y negro se convierte ahora en un auténtico claroscuro, con lo que asigna también a la técnica de la xilografía la función de restituir la luminosidad de una manera gradual y no solo por contraste, adaptándola a la necesidad típicamente renacentista de representar los objetos de una manera generalmente orgánica.

En el mismo período en que perfeccionó la técnica de la xilografía, Durero empezó a ocuparse también del grabado en cobre, especialmente del grabado con buril, la herramienta que había aprendido a usar en el taller de orfebrería de su padre. Concibe una técnica de incisión en la madera que, respetando la peculiaridad del instrumento, resulta radicalmente distinta del grabado tradicional, y comporta un enfoque y un estilo que no podían ser tomados de la xilografía. Esta última consiste en una impresión en relieve en la que el grabador quita de la matriz de madera las partes que no van a imprimirse, mientras que en la incisión con buril las líneas que se trazan deben tener una estructura original casi predeterminada, ya que producen directamente (podríamos decir que en “positivo”) la imagen impresa, Durero, obediente y al tiempo «trasgresor» de las reglas del buril, a través del «sombreado paralelo» y un perfecto dominio de la uniformidad del grosor y el espaciamiento del trazado, llevó el llamado «medio tono gráfico» al más alto nivel de refinamiento, con un rendimiento de la forma y la profundidad espacial, con una modulación de la luminosidad y una gradación tonal netamente superiores a los de la xilografía.

Durero alcanza así con el buril la perfección gráfica, y entre 1513 Y 1514 se dedicó exclusivamente a esta técnica, dejando la pintura y la xilografía. En este periodo publicó los grabados de La Gran Pasión (1513) y realizó sus tres «grabados maestros» (los Meisterstiche) que si bien no constituyen una auténtica serie, se consideran como una sola obra por la complementariedad de sus contenidos: El caballero, la muerte y el diablo (1513), el San Jerónimo en su celda (1514) y Melancolía (1514). Este último grabado, quizá el más célebre de ellos, es la obra que representa la culminación de su investigación y que, en palabras de Erwin Panofsky «simboliza el arttista del Renacimiento, (…) que se siente inspirado por la influencia celeste y las ideas eternas, pero que sufre más intensamente por su humana fragilidad y su finitud intelectual». Esta obra solo podía ser realizada con una técnica de alto potencial pictórico, capaz de proporcionar lo mejor de la «negritud» (el humor negro) existente en la Melancolía, no ya como herramienta de producción artística sino como forma de expresión.”

Pero además, Durero fue un teórico del arte, con una enorme influencia en la creación posterior. Desde 1507 se dedicó a escribir notas y peparar dibujos para su tratado más importante “Cuatro libros sobre las proporciones humanas” que se publicaría en 1528 después de su muerte, y que ha tenido gran repercusión en la pintura posterior. Sin embargo, otros artistas contemporáneos suyos, con una orientación de tipo más visual que literaria, pusieron mayor atención en sus grabados, tanto en planchas de cobre como xilografías, que en sus escritos dirigidos a orientarlos en la modernización de su arte con desnudos de corte clásico y temas idealizados, propios del Renacimiento italiano. Durero fue un gran maestro de la composición y el dibujo, y su obra nos maravilla todavía hoy, como lo hiciera poco antes Leonardo Da Vinci (que murió en 1519). En otro de su libros, “Underweysung der Messung”, Durero propone una variedad de mecanismos para el dibujo en perspectiva de los modelos y proporciona ilustraciones de grabado de estos métodos que a menudo se reproducen hoy en día en las discusiones de la perspectiva”.

En fin, Durero siempre interesante.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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