No puedo creer lo que nos dicen

Por Javier Pardo de Santayana

(Conferencia de la OTAN en París en mayo de 1955)

El presidente francés declaró recientemente que la OTAN se encontraba “en estado de muerte cerebral”, ante lo cual, un analista habitual de la actualidad política y social que merece un espacio preferente en ABC – el economista, periodista, filósofo y autor francés Guy Sorman – llegaba a proponer que la Unión Europea se desentendiera en materia de defensa de su relación con la Alianza. Que uno de los líderes de nuestra Unión diera por inoperante la organización fundamental que para la seguridad y la defensa de nuestro continente se fraguó tras la experiencia de la guerra fría revela una situación preocupante – recogida también, como hemos visto, por una voz  que suele ser sensata – no es cosa que deba pasar sin comentarla.

Porque decir OTAN es decir Organización del Tratado del Atlántico Norte, o sea hablar de un mecanismo poderoso y bien trabado, orientado no sólo para preservar esta región del mundo de nuevos episodios de destrucción y muerte sino también para defender una cultura compartida por lo que llamamos Occidente. Es decir, una cultura en que se encarnan los principios del pensamiento que mejor permite la convivencia, la creación de bienestar y, en resumidas cuentas, el progreso: la forma de ver el mundo que mejor asegura la convivencia en paz y libertad. Un pensamiento de raíces profundas forjado a partir del legado greco-romano y de la espiritualidad cristiana perfeccionado y puesto permanentemente al día gracias a la capacidad de generar ideas de los europeos y la destreza y potencial de los norteamericanos cuya realidad se vio fortalecida tras la victoria de Occidente en la llamada Guerra Fría por el ilusionado empeño de la unidad de Europa, y cuyo éxito inicial, amén de asegurar la paz y de crear un Sociedad del Bienestar, constituyó un modelo de futuro para otras regiones del planeta.

Y esto es precisamente lo que hoy se está poniendo, según parece, en solfa, al reconocer que aquel esquema y tantas metas alcanzadas, lejos de seguir perfeccionándose, se han debilitado considerablemente.  Como que aquella organización tan útil y que tan bien funcionaba gracias al esfuerzo de tanta gente capaz e ilusionada – aquel ejemplo de potente organismo capaz de combinar su doble condición de militar y de político dentro de un mecanismo perfectamente democrático – ha sido de tal forma despreciado que, por lo que se ve, está encarando ya  el futuro inerme ante las nuevas circunstancias.

Desde luego, lo primero que uno se pregunta es qué ha ocurrido con los Estados Unidos. Y la respuesta es que ya en los tiempos del presidente Obama empezaron olvidándose de Europa para centrarse en el Pacífico, y ahora, con el siguiente, la están relegando displicentemente hasta llegar al punto de aplaudir sin más problemas la ruptura del Reino Unido con la Unión. Es más, cuando el desarrollo de China aconsejaría esforzarse por consolidar la actual supremacía del pensamiento occidental en los ambientes internacionales y – por qué no – ir  pensando en el posible ofrecimiento del modelo de Union de nuestro continente a otras regiones del planeta, se señalaba como desacuerdo clave dentro de la OTAN la escasa aportación a los gastos de defensa de varios de los socios europeos, entre los cuales – hay que reconocerlo – hemos estado siempre, en los puestos de honor, los españoles.

En todo caso, cuando ya se plantean los nuevos retos engendrados por la prevista calificación de China como pretendiente a un puesto de honor entre las grandes potencias de la Tierra en competencia con Estados Unidos, las nuevas circunstancias geoestratégicas nos encuentran sin los deberes hechos, sin haber desarrollado planes serios para enfrentarnos a las nuevas realidades y con nuestra voluntad debilitada Y sobre todo con una ciudadanía desencantada de sus instituciones y en una situación tan lamentable que mueve al presidente de uno de los países líderes de Europa a definir con una expresión apocalíptica la situación de lo que fue un modelo histórico y una gran esperanza para nuestro continente. Y que lleva a un conocido y prestigioso  comentarista de la actualidad política a proponer lo que propone: “Decir adiós al gendarme americano”. Es decir, volver a las andadas después de tanto esfuerzo común desarrollado y tantas ilusiones frustradas de futuro.

De verdad, con una mezcla de estupor y de esperanza de que se trate de un mal sueño que se esfumará un buen día, uno tiene que preguntarse si esto es posible verdaderamente, si no será mentira. Si no estaremos ya perdiendo el norte; sí se puede ser tan cerril como para ignorar las enseñanzas del pasado, tan ciego como para no hacer algo por asegurar un mejor futuro, tan inconsecuente como para cargarse la más perfecta alianza de la Historia. Y en esa inconsecuencia quiere uno encontrar la seguridad del retorno de la sensatez perdida: la vuelta a la esperanza.

PS: Por el bien de todos y de nuestros hijos, y porque me resulta difícil admitir esta burrada clamorosa, espero que las voces de los europeos y el buen sentido de los norteamericanos  reaccionen de tal forma que la sensatez acabe, efectivamente, ganando la partida. En fin, veamos lo que pasa; quizá baste con aportar el dos por ciento.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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