Contradicciones de la corrección política. Moteros

Por Javier Pardo de Santayana

(Motoristas de Pingüinos en la pasada edición del Desfile de Banderas)

Advierto al improbable lector de este mi artículo que no volveré a recordarle las razones que me asisten para considerar que el español ha suprimido el sentido común de sus razonamientos, dando así fin al argumento más fundamental y convincente para intentar entenderse con su prójimo. Lo que pretendo hacer es señalar algunos casos prácticos que son un buen ejemplo de tan infortunada circunstancia.

Por ejemplo, hoy mismo las noticias del día incluyen una que viene repitiéndose anualmente llegadas estas fechas. Me refiero a lo que llaman “los pingüinos”, que como usted probablemente sabe es una concentración de motoristas. Vienen de todas partes – incluido “el extranjero” – para reunirse en un lugar determinado: Valladolid en este caso. Y, por lo que se puede colegir de las imágenes que al respecto nos muestran los telediarios, se ponen, sobre todo, a disfrutar de codearse con gente a la que gustan las motocicletas y ponerse hasta los ojos de comer en plan agreste, lo que debe vulnerar todas las reglas de la modernidad doliente. Me refiero a la que todos los días nos reprocha, por ejemplo, el comer demasiado o comer carne, que sin embargo parece ser uno de los objetivos principales de esa gente a juzgar por los reportajes que nos muestran. Lo digo porque cuantas imágenes ofrecen incluyen apetitosas patas de cordero y grandes asados a la brasa de las que los “pingüinos” hacen ostentación ante las cámaras.

En este capítulo de horrores, que aterrará – supongo – a nuestros guardianes de la corrección política y social, tampoco faltará una exhibición sonora convertida en gesto de definición y orgullo que consiste en hacer que resuenen los motores hasta romper los tímpanos más resistentes, un runrún absolutamente insoportable que bien merecería la aparición inmediata de la fuerza pública. Claro que estos motoristas tan sonoros salvo a la hora del condumio tampoco se tratan a sí mismos con delicadeza, ya que les vemos acostarse en exiguas tiendas de campaña y pasar unos fríos que se pelan; que no en vano lo de llamarse “los pingüinos” les viene de su condición de sufridores de temperaturas bajo cero.

Mi improbable lector comprenderá, supongo, que me sorprenda que todo este “buen rollo” de hacer ruido y encender hogueras , o de contaminar el aire inundando las carreteras de vehículos que producen gases sin necesidad aparente, siga siendo aplaudido y jaleado por la “ciudadanía” en el ambiente actual de rechazo a lo que se sale de las normas acuñadas por los guardianes de la perfección político-ecológica. Por ejemplo, es evidente que la niña sueca  lloraría como una magdalena al conocerlo. Y sin embargo, la exhibición de los moteros se produce sin que a nadie se le ocurra ni tan siquiera hacer un comentario a este respecto. Ni siquiera a cargo de los astutos periodistas, tan acostumbrados a ligar conceptos.

No sé por qué supongo que este caso no es más que uno de muchos. Quizá pronto me surja otra ocasión de denunciarlos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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