Por Javier Pardo de Santayana

(En la toma de posesión del Gobierno)

¡Menudo ambientazo! Cuando lo vi en la televisión creí que estaban festejando que les había tocado el premio gordo. Había en ellos una alegría irracional, alborozada, como la que suelen exhibir los agraciados. Abrazos, aplausos y expresiones de júbilo desordenadas, no disimuladas, viscerales. Nada parecido, desde luego, al ambiente que cabría esperar en un acontecimiento trascendente como la toma de posesión de un nuevo gobierno. Y ya saben ustedes que el acontecimiento merece un escenario de palacio, y la figura de un Rey que lo presida – el Rey de España – cuya obligada presencia añade al acto un sentido de Historia continuada.

Nada parecido a lo esperado sucede, sin embargo. Ni la Biblia ni la Cruz están presentes, y muchos no ponen tampoco su mano en la Constitución, ese dios laico. Y faltan normas tan elementales como la exigencia de corbata para el caballero, así que algunos llevan un cuello abierto para mostrar su gesto como un símbolo. O un “pin” antifascista que refleja tanto su extremismo como su deficiente educación. Rechazo de normas protocolarias, por supuesto; sólo una mínima impresión de acto importante para un suceso multitudinario que favorece los excesos.

Se trata, sí, del juramento de cargos de un gobierno, pero más parece un reunión de amigos para siempre a los que la suerte favoreció con un gran premio y que respetan sólo un mínimo exigido durante un breve instante obligatorio, pues concluido desatan su entusiasmo en ruidosa explosión de sentimientos y abrazos amorosos, algunos muy justificados porque en el entretanto se forjaron ligues y amores más allá de la política. Y, por supuesto, aplausos a sí mismos y algún grito de guerra y de victoria: “¡Hemos podido!” o cosa parecida.

Sobrevuela el salón una razón poderosísima: cada uno de los componentes de esa multitud alborozada sabe tener asegurados más de 11.000 euros mensuales en su cuenta. Así que en esto sobresale una pareja, que echando cuentas añadirá a sus arcas mensualmente por lo menos el doble: 23.000 euros del ala. Así que su alegría es natural, pues viniendo como vienen de Vallecas con ka, y habiendo predicado que la gente fetén tendría que no hacer ostentación de sus dineros, abjuró hace ya tiempo de estas profundas convicciones y consumó el doloroso sacrificio de trasladarse a un buen chalet para exhibir su condición de millonarios. De ahí el berrido aquel de “¡Hemos podido!”

Así que de juramento nada, que el compromiso moral resulta inexistente. Se promete, por tanto, bajo mínimos: nada de trascendencia, por supuesto. Ni evangelios, ni cruz, ni una constitución siquiera, de forma que al oír decir que alguien promete cumplir por su honor y su conciencia, cualquiera se pregunta qué significa “la conciencia” al suprimir la referencia religiosa. Como qué quiere decir lo de “prometo”. O cómo entiende el honor, porque quizá recuerde aquella frase de la película ”El abuelo”, cuando éste dice que el honor “es una mierda” (literal). Simples palabras que se lleva el viento.

En fin; ahí queda un escenario repleto de gente afortunada lanzando al aire expresiones de victoria y abrazándose o aplaudiéndose a sí misma pero completamente fuera del ambiente que debiera ser propio del momento, es decir despreciando las maneras y modos que proceden en ocasiones tan serias como ésta. Me refiero a aquellas normas de comportamiento encaminadas a crear un ambiente de respeto que promueva en los futuros dirigentes la convicción de responsabilidad que han adquirido y a la que deben responder desde un sentido moral del nombramiento. Un ambiente no exento de alegría contenida en el que deberá prevalecer la toma de conciencia de la trascendental obligación que se ha asumido, y que tiene que ver con el futuro y el bienestar de nuestro pueblo.

Así que al final nos preguntamos que irá a hacer toda esa gente tan contenta con respecto a nosotros y a nuestra convivencia en paz. Porque se sabe que hace tan sólo cuatro días unos y otros se llamaban de todo menos guapos, y que los líderes más significativos se odiaban hasta tal punto que uno de ellos pensaba no dormir tranquilo con el otro a su lado, como también de seguro ocurriría al noventa por ciento de españoles. O sea que la alegría y el compañerismo bien pueden acabar muy pronto en enfrentamientos y en rupturas.

Mas mientras esto ocurre una cosa parece ya segura, y es que quienes casi lloraron de alegría en el abrazo comenzarán poniéndose de acuerdo para atacar la religión católica, ya que además de parecer lo más sencillo es también lo que más les pide el cuerpo, pues les permitirá liberarse de lo poco que les quede de la conciencia fingida de la fórmula poniéndoles así en la condición idónea para cargarse luego lo que les parezca.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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