Remembranzas. 11. Al fin, casados

Por Carlos de Bustamante

(Foto de novia de Carmen de Bustamante)

Así como sin queriendo, fuimos pasando etapas de esta bendita locura, pero locura. Cumplidos los requisitos remembrados anteriormente, llegó la fecha prevista desde el inicio de nuestra amistad, trato y noviazgo: 31 de julio de 1956. Con un tembleque nunca experimentado, atamos cabos: 1lectura de la epístola para la feliz fecha; sacerdote oficiante, hora e iglesia para a ceremonia nupcial; invitaciones, celebración en torno a la mesa y presupuesto. Como parece haberse puesto luego de moda, elegimos la lectura de la carta de san Pablo que, sin desperdicio, claro, transcribo íntegra:

Primera Carta a los Corintios

La preeminencia del amor

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.

El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, 5 no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, 6 no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

(Al fin casados)

El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor”.

No hablo en vano, si les digo que pese a los muchos años transcurridos de matrimonio, el amor nunca decreció. Y que, no fue casual esta elección, porque nuestra excesiva juventud no mermó un ápice la más que notable preparación para el matrimonio. La que desde adolescente se basó siempre en el amor limpio. Conscientes de que, con el solo amor carnal, que es bueno y santo en el matrimonio, es causa de tantas rupturas y desavenencias conyugales con los hijos como paganos y tantas veces desgraciados. Ellos y los progenitores egoístas.

Y llegó el día. De tiros largos los novios, el primor sobre todo de la novia, flotamos por pasillo de la iglesia hasta el altar.

Con emoción tatos años soñada, no perdimos ripio de las palabras del sacerdote. Con mi queridísima Carmen gozando de Dios en la Gloria, recuerdo cómo cumplió con fidelidad indestructible, los compromisos adquiridos ante Quien instituyó el Sacramento.

Sin recordar exactamente los ritos, sí tengo grabada indeleblemente la bendición de los anillos, entrega de las arras… Por la belleza que encierran recurro al copio y pego:

-Bendición y entrega de los anillos

El sacerdote dijo:

El Señor bendiga + estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad.

Esposos: Amén.

El esposo pone el anillo a la esposa diciendo:

……, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Anillo que hoy llevo junto al Escapulario

La esposa pone el anillo a el esposo diciendo:

……, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

-Bendición y entrega de las arras

El sacerdote dijo: Bendice, Señor, estas arras, que pone ……. en manos de ……, y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes.

(Entrega de arras)

El esposo toma las arras y las entrega a la esposa diciéndole:

……, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.

La esposa igualmente las entrega al esposo diciendo:

……, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.

El sacerdote nos invitó luego a expresar nuestro consentimiento, diciéndonos previamente:

Sacerdote: Esposa y Esposo, ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?

Esposos: Sí, venimos libremente.

Sacerdote: ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?

Esposos: Sí, estamos decididos.

Sacerdote: ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?

Esposos: Sí, estamos dispuestos.

Así, pues, ya que queréis contraer santo matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

Los esposos unen su mano derecha y dicen:

El esposo:

Yo, ……, te quiero a ti, ……, como esposa

y me entrego a ti, y prometo serte fiel

en la prosperidad y en la adversidad,

en la salud y en la enfermedad,

y así amarte y respetarte

todos los días de mi vida.

La esposa:

Yo, ……, te quiero a ti, ……, como esposo

y me entrego a ti,

y prometo serte fiel

en la prosperidad y en la adversidad,

en la salud y en la enfermedad,

y así amarte y respetarte

todos los días de mi vida.

Comprenderéis, mis amigos, que para ser exacto ha sido preciso recurrir al copio y pego. Pero no así para ser ambos conscientes de la esencia del compromiso adquirido.

Una vez más y por respeto al lugar sagrado hube de contenerme en abrazar efusivamente a mi Carmen con la que, por fin, estaba felizmente casado. Con la mirada – ¡las miradas de Carmen! – lo dijo todo. En aquel momento imborrable, recibí con los ojos el amor tan inmenso y limpio que jamás pude soñar. Y aquel sueño ¡¡fue real!! Al fin, casados.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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