Falta un concepto trascendente de la vida

Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de Gallego y Rey)

De un tiempo a esta parte parece haberse acentuado un actitud beligerante contra el estilo de vida de los españoles hasta el punto de poner de moda el lanzamiento de campañas en apariencia bien intencionadas. Se trata casi siempre de depurar la convivencia de nuestros conciudadanos denunciado comportamientos que sería necesario erradicar cuanto antes. Ahí tenemos como ejemplo representativo un machismo ligado a ciertas versiones de la violencia que obligan a tomar conciencia de actitudes francamente inadmisibles.

Y aquí radica el motivo de este artículo. Pues bastó que los gobiernos condenasen determinadas conductas para que éstas no sólo no cesaran sino que se multiplicaran ostensiblemente. Por eso es obligado preguntarse cual puede ser la causa del fracaso. Y lo primero que me viene a la memoria es el ejemplo de aquellas noticias de suicidios cuyo conocimiento, lejos de servir como vacuna de otros, impulsa a algunos a repetir la suerte pero en su propia carne. Mas éste no es el caso de quienes impulsados por un odio incontenible matan sin más al prójimo, y lo hacen superando las campañas realizadas por las instancias oficiales con ocasión de casos de violencia casi siempre en el ámbito doméstico.

No siendo psicólogo ni doctor en ciencias de comportamiento, me limitaré a expresar algunas percepciones que me sugiere la experiencia de los años de vida que he cumplido teniendo la ocasión de percibir los cambios experimentados por la sociedad española a la que desde siempre pertenezco.

Con estos mimbres empezaré transmitiendo mi impresión respecto a uno de los factores que bien pudieran influir de forma decisiva en el fracaso de tantas campañas como se han organizado a través de los medios con el objeto de frenar – si era posible en seco – esa reacción “contra natura” de quienes ejercen de forma tan brutal la violencia familiar, pues tengo la impresión de que las razones esgrimidas y apoyadas con explicaciones y consejos caen en un terreno escasamente preparado para reaccionar de forma positiva. Y creo encontrar la razón principal de este desastre en que gran parte de los españoles han borrado de sus entretelas un principio que mueve a quien lo asume a rechazar un pecado tan grave como quitar la vida a un semejante: lo que podría ser un último bastión de coherencia capaz de frenar el impulso del odio y del desprecio de ese tesoro que es la vida cuando el comportamiento se desboca y el ser humano se recrea en sentimientos negativos; cuando tan sólo quedan reflejos esenciales: los que proceden de lo más profundo.

Me refiero a una educación que produzca un ambiente generalizado que extienda entre nosotros el respeto a uno mismo y al vecino; una educación que fomente entre los españoles una visión trascendente de la vida que acabe imponiendo el orden deseable en las almas confusas de una sociedad enferma que, como parece ser la nuestra, se muestra sorda para las almas y aturdida por el ruido y el caos de nuestros días. Y que, a falta de la fe de sus mayores, se limita a cumplir de mala gana las normas impuestas por la corrección política.

Porque todo lo demás son parches que no solucionan lo esencial del problema.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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