Los lunes, revista de prensa y red

“Pericles como respuesta a cuestiones sobre el actual estado de emergencia constitucional”, de Manuel Vera, “¿Y después del encierro? Lo que nos espera cuando se aplane la curva del coronavirus”, de Ángel Villarino, y “Crisis de gobierno con ceses en diferido”, de Manuel Marín

(Viñeta de Idigoras en Sur el pasado día 24)

PERICLES COMO RESPUESTA A CUESTIONES SOBRE EL ACTUAL ESTADO DE EMERGENCIA CONSTITUCIONAL

Artículo de Manuel Vera Santos, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos publicado en La Razón el pasado día 26

La culpa de esta situación no la tienen personas que asesoran, pero que no deciden. Los únicos responsables políticos y jurídicos se sientan en el Consejo de Ministros. ¿Por qué el Gobierno actuó tarde, muy tarde, en la toma de decisiones para atajar la crisis sanitaria, a la luz de informes internacionales y de lo ocurrido en Italia? La respuesta a la cuestión planteada respecto a la inacción gubernamental es doble: la incompetencia de nuestro gobierno y la política mal entendida, es decir al servicio de bastardos intereses partidistas.

La culpa no la tienen personas que asesoran pero que no deciden. No caigamos en la trampa que nos están tendiendo. Los únicos responsables políticos y jurídicos, para lo bueno y para lo malo, se sientan en el Consejo de Ministros. ¿Por qué el Ejército, ese “gasto superfluo”, actúa antes en unas regiones que en otras, sin otros motivos que no “enfadar” al gobierno nacionalista de turno? ¿Indican algunos informes que desconozco que el virus discrimina por ideología, maldad o estulticia? Aparte de la indignidad que supone esa expresión, la solución a esta pregunta quizás tenga que ver con el ¿necesario? mantenimiento de los apoyos al Gobierno por parte de algunos partidos nacionalistas.

Recuerde el señor Sánchez que el Partido Popular y Ciudadanos, ya le han ofrecido su apoyo ante esta situación tan crítica, como debe ser. Y no se han echado a la calle, como sí hicieron otros ¿recuerdan? para socializar el dolor (seguro que también recordarán esta expresión tan descriptiva de la ultraizquierda cavernaria).

Haciendo de la necesidad virtud, es el momento de que Sánchez abandone esos apoyos tan dañinos para la convivencia que le auparon a La Moncloa y, sobre todo, de que el PSOE recobre la cordura y la centralidad que ha perdido hace años. Desde aquí y, como siempre, mi apoyo a tanto “gasto superfluo” que se está dejando la vida por nosotros, como siempre, en las misiones en el exterior y dentro de una España que sabe agradecer su trabajo a un Ejército y a unos sus Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que siguen velando por la libertad y la seguridad de todos los ciudadanos, sin distinción de bandería alguna.

¿Por qué algunas regiones llevan varios días realizando test a sus ciudadanos y no los han cedido, como debían haber hecho, a colectivos sanitarios de toda España y, posteriormente, a regiones más necesitadas para controlar la expansión del virus? Andalucía ha reaccionado bien. Esta respuesta, aparte de la insolidaridad que conlleva la situación descrita, afecta al fondo de la cuestión y nos lleva a un tema nuclear.

Me da la sensación que cada dirigente regional solo vela por los propios “parroquianos”, olvidándose de los demás, del interés general. Es algo tan cuestionable como la incapacidad del Gobierno español para adquirir materiales que sí logran las regiones. Y, pone de manifiesto que es absolutamente falso que exista un Sistema Nacional de Salud ¡Existen diecisiete sistemas, insolidarios entre ellos! Y eso no se puede ni debe permitir. Es la sociedad civil, médicos y enfermeras voluntarios, empresas privadas, la que está resolviendo este problema de personal sanitario y de desabastecimiento de material básico.

Que lo ocurrido ahora nos abra los ojos para que mañana, si existe una epidemia de gripe, ébola, o de lo que sea, no haya que esperar a la declaración del estado de emergencia para que el Gobierno pueda actuar con diligencia ¡No podemos seguir así! Urge ya una nueva redefinición competencial en materia sanitaria, como en otras muchas cuestiones (educación, justicia, seguridad) para lograr una libertad e igualdad real y efectiva de todos los españoles.

Por cierto, no quiero olvidarme en este punto de mostrar mi apoyo a todo el personal sanitario que debería haber sido el primer recipiendario del material que requieren para el desempeño de su servicio, viniera de donde viniera, lo comprase quien lo comprase, posibilitando así su propio cuidado y el de los pacientes a los que tratan. Lamentablemente no ha sido así. ¿Por qué la censura a la asistencia de la prensa en las declaraciones públicas gubernamentales? Me parece inconcebible esta mordaza a los medios de información, mucho más en esta situación de asunción de plenos poderes por el Gobierno. Nos encontramos ante una decisión política tendente al logro del control del relato, que dicen los entendidos.

Desde el punto de vista constitucional la libertad de información no solo es un derecho constitucional sino una garantía institucional, es decir y para entendernos, una materia que no solo afecta a los individuos como tales sino a la sociedad en general, a las propias entrañas de un Estado, si quiere ser tildado de democrático. Y no creo que valga explicación “científica sanitaria” alguna. Estoy de acuerdo en establecer criterios sanitarios respecto a las condiciones de acceso de la prensa a las declaraciones gubernamentales, pero que no se impida esta garantía política. Si, dependiendo de los casos, unos pueden saltarse las cuarentenas, no confinemos la libertad de prensa en la leprosería de preguntas enlatadas, previamente espulgadas. De ahí al “Aló Presidente” venezolano o a las diatribas del sátrapa Castro, hay un paso muy corto.

Como defensor del Estado de derecho y de la democracia, quiero concluir recalcando que cualquier ordenamiento jurídico, desde el tiempo de Pericles, tiene respuesta clara a estas situaciones, también las de emergencia: cumplimiento de las leyes y la consiguiente asunción de responsabilidades de los gobernantes. Además del sentido común, así lo recuerda el propio artículo 116 de la Constitución, indicando en su apartado sexto que “la declaración de los estados de alarma, de excepción y de sitio no modificarán el principio de responsabilidad del Gobierno y de sus agentes reconocidos en la Constitución y en las leyes.”. Unas responsabilidades que pueden, y deben ser, políticas, motivadas por la inacción previa del Gobierno y, después por su incapacidad de gestión, sí.

Pero las conductas antes descritas también conllevan responsabilidades jurídicas, es decir, exigibles ante los tribunales en los diferentes órdenes jurisdiccionales: civil, penal, contencioso administrativo… Tanto las unas como las otras habrán de sustanciarse en el momento oportuno que, sin duda, no es este. Pero, estoy seguro, se sustanciarán.Esa es la grandeza de estar gobernados por leyes y no por hombres. Por eso, destacaban los atenienses hace veinticinco siglos, que todos sus conciudadanos se encontraban sometidos a la ley. Como ocurre hoy en España, como en cualquier estado democrático y de derecho que se precie de tal grandeza.

Artículo en: https://www.larazon.es/opinion/20200325/4erqhrnohrhardbhwlru2rjfoi.html

¿Y DESPUÉS DEL ENCIERRO? LO QUE NOS ESPERA CUANDO SE APLANE LA CURVA DEL CORONAVIRUS

Artículo de Ángel Villarino publicado en El confidencial el pasado día 23 de marzo

Resulta imposible saber cuánto tardaremos en disfrutar de otro fin de semana como el del 7 y 8 de marzo, el último antes del estado de alarma por el coronavirus. Las manifestaciones, los enjambres frente a los estadios de fútbol, los bares a rebosar… La escena de dos semanas atrás podría acabar tornando al sepia, convertida en el último instante de una forma de vida estrangulada por la pandemia del coronavirus. Algunas cosas no van a volver, de la misma manera que desde hace años es imposible subirse a un avión sin pasar por los controles de explosivos.

¿Pero qué nos espera cuando acabe el confinamiento? La duda es prácticamente imposible de resolver. Ni siquiera saben hacerlo quienes tendrán que definir las nuevas normas de convivencia para los próximos meses. En lo que sí están de acuerdo todas las personas consultadas (epidemiólogos, virólogos, políticos, economistas, expertos sanitarios, médicos, psicólogos…) es en una cosa: la batalla contra el Covid-19 no finalizará cuando se levante el estado de alarma y salgamos de casa. No se celebrará abrazándonos en las calles como si fuese la liberación de París. Se parecerá más al final abierto de una película de ciencia ficción.

“Lo que la mayoría de nosotros no hemos entendido todavía, aunque lo haremos pronto, es que las cosas no van a volver a la normalidad dentro de unas semanas, ni siquiera unos meses. Algunas, de hecho, nunca lo harán”, escribía a finales de la semana pasada Gideon Lichfield, director de la ‘MIT Technology Review’. En ese artículo, Lichfield fantasea con cines con butacas separadas por un metro de distancia, gimnasios donde se reservan las máquinas para no sudar hombro con hombro, compañías aéreas que te piden los datos de geolocalización antes de embarcar para asegurarse de que no has estado con ningún contagiado, edificios públicos y medios de transporte que leen tu temperatura corporal y tu historial médico o discotecas donde te obligan a ser inmune o estar vacunado antes de entrar…

La primera incertidumbre a despejar es saber qué ocurrirá con los contagios una vez que hayamos aplanado la curva. “El virus no desaparecerá por arte de magia. Hasta que no haya suficiente gente inmunizada para frenar el contagio rápido, el riesgo de un rebrote de la enfermedad seguirá existiendo”, asegura Salvador Macip, profesor de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya. Eso nos obligará a mantener activas muchas de las normas de distanciamiento social durante bastante tiempo. Para Estanislao Nistal Villán, virólogo y profesor de microbiología del CEU, el encierro podría durar cuatro o cinco semanas. “Cuando acabe”, incide, “lo normal es que la relajación de las medidas sea gradual. Habría que ver la conveniencia o no de abrir colegios, institutos y universidades, por ejemplo, como medida para tratar de reducir las trasmisiones en la comunidad”.

La amenaza de otras epidemias (especialmente del SARS) estandarizó en muchos países asiáticos medidas que provocaban el asombro del viajero occidental: los escáneres de temperatura, el uso esporádico de mascarillas y las medidas sanitarias reforzadas… Todas ellas se convertirán previsiblemente en parte de nuestro día a día. Y tampoco bastarán. Nos acostumbraremos al uso de tecnología para detectar cuanto antes un nuevo brote —por ejemplo, geolocalizándonos a través de nuestros teléfonos móviles, como sucede ya en Corea del Sur—. Y se estandarizarán medidas que hoy todavía parecen futuristas. Una de ellas es identificar a las personas inmunes y darles un grado de libertad distinto al del resto.

¿Carnés de inmunidad?

“Lo más razonable”, explica Nistal Villán, “sería empezar permitiendo la movilidad de las personas que ya están inmunizadas, pero para eso se necesita utilizar un test de diagnóstico para detectar anticuerpos frente al virus en nuestra sangre una vez pasada la enfermedad. Eso permitiría saber quién ha pasado la enfermedad con o sin síntomas”, dice. “Esa gente”, continúa, “ya tendría algo de inmunidad y no sería tan propagadora en caso de volverse a infectar o directamente no propagaría el virus. Con un kit de diagnóstico, esas personas podrían ser las primeras en disfrutar de algo más de libertad de movimientos”.

Con todo, los expertos dan por hecho que estas medidas no serán suficientes. Y creen que confinamientos, parciales o totales, tendrán que volver. “Son la solución más efectiva, por desgracia. No vamos a tener una vacuna en meses y la única arma que tenemos es reducir los contagios a través de cuarentenas y aislamientos”, asegura Macip. Nistal Villán también tiene claro que el virus seguirá en circulación. “Podemos llegar a controlarlo para que no sature nuestro sistema sanitario, pero no creo que lleguemos a erradicarlo tan pronto”, subraya. “A lo mejor no será tan drástico como ahora, pero es posible que veamos nuestros movimientos limitados. No se puede descartar que la población de algunas zonas tenga que volver a encerrarse”.

La clave, aseguran los epidemiólogos, estará en mantener la tasa de transmisión del virus (R) por debajo de 1 para hacerlo compatible con la infraestructura sanitaria disponible. Si es así, podríamos alcanzar una vida relativamente normal en los próximos meses. Pero si aumenta, el Estado deberá volver a implementar las medidas restrictivas que ya conocemos: desde prohibir eventos masivos o pedir a la gente que trabaje desde casa hasta el cierre de colegios, universidades o restaurantes y, por último, el confinamiento de la población.

“Dependiendo de cómo evolucionen los casos, tendremos que actuar en consonancia, haciendo más estrictas o menos las políticas de aislamiento social”, escribía hace unos días Tomas Pueyo en su artículo «Un baile entre la economía y la sanidad”.

¿18 meses entrando y saliendo?

Otros, como el grupo de investigadores liderados por el epidemiólogo Neil Ferguson, son más pesimistas. En un trabajo publicado hace unos días por el Imperial College, los expertos aseguraban que la ausencia de una inmunidad de grupo nos obligará a aplicar “un distanciamiento social intermitente” durante los aproximadamente 18 meses que tardemos en desarrollar una vacuna. Al fin y al cabo, cuanto más exitosa sea la estrategia de supresión del virus en la actualidad, afirman los investigadores, más potente será la posterior epidemia. “Las políticas de supresión (…) se iniciarán cuando el números de casos confirmados en los pacientes de la ICU exceda cierto umbral”, recalcan. Como se ve en su gráfico, puede que haya que aplicar medidas de contención durante las dos terceras partes del tiempo que pase hasta que se desarrolle una vacuna.

(Proporcionado por El Confidencial Gráfico extraído del ‘paper’ del Imperial College en el que refleja los posibles repuntes del Covid-19 en los próximos meses)

Por su parte, un epidemiólogo del Ministerio de Ciencia y Universidades consultado opta por la cautela: “No se sabe en absoluto qué pasará. Primero aplanemos la curva y ya pensaremos qué haremos después. La población va a ir cambiando de un estado de susceptibles (con posibilidad de contagio) a un estado de inmunidad. Tenemos que ir poco a poco y asumir que después quizá debamos mantener el distanciamiento social”. En su opinión, con el coronavirus podría hacerse lo mismo que con la gripe: “Si sigue entre nosotros, habremos establecido los mecanismos para vigilarlo. Cuando supere un determinado umbral, podremos movilizar los mecanismos de control y la movilización de recursos”, afirma.

La sociedad se dividirá previsiblemente en grupos. En un extremo estarán los inmunes, que podrán disfrutar de casi total libertad. En el opuesto, las poblaciones de más riesgo, sometidas a restricciones o recomendaciones de aislamiento. “Como cada vez tendremos más información sobre la enfermedad, nos quedará más claro a quién tenemos que proteger”, explica un neumólogo que está en primera línea de la batalla y prefiere mantener el anonimato.

“La población de más riesgo”, incide Nistal Villán, “debería seguir estando aislada durante un tiempo. Personas mayores, residencias, personas hipertensas, con enfermedades cardiovasculares, con insuficiencia respiratoria… A estos se les debería seguir recomendando quedarse en casa y se debería tener un extremado cuidado con las personas encargadas de su cuidado y atención sanitaria, fijando la prioridad en su diagnóstico. Quizá no se les obligue a permanecer aislados, pero sí se debería hacer una recomendación seria de aislamiento hasta que se controle la situación”. ¿Se podrá visitar una residencia de ancianos con todos los nietos? ¿Podrá volver a la oficina una persona hipertensa o con problemas respiratorios graves? “Probablemente con muchas restricciones. Pero desde luego no como antes de la epidemia, al menos hasta que no demos con una solución”, concreta el neumólogo.

Hospitales de Covid-19

En los países que quieran reducir al mínimo el número de víctimas, los sistemas sanitarios tendrán que adaptarse y transformarse en los próximos meses. En muchos de ellos, se abrirán centros médicos en los que se trate exclusivamente a pacientes contagiados con Covid-19. “En otras epidemias se crearon hospitales específicos para dichas enfermedades”, recuerda Macip. “El Hospital del Mar de Barcelona, por ejemplo, se creó para aislar a los enfermos de tifus. Y lo han hecho en China esta vez. En España, ahora mismo no creo que sea necesario, pero podría cambiar en el futuro”.

Nistal Villán incide en que nuestra vida en los próximos meses estará siempre determinada por la capacidad del sistema sanitario para absorber los contagios. “Si los hospitales no pueden atender a todos los pacientes que requieran asistencia, se deberá incrementar el número de camas, de facultativos, de personal de enfermería y personal de apoyo… Pero tiene que fortalecerse entero, porque si falla una pieza de la cadena, todo falla”.

Para saber el alcance del virus y sus consecuencias a largo plazo, los expertos intentarán descifrar cuanto antes si el Covid-19 se va a estacionalizar. “Los virus respiratorios tienen un comportamiento estacional. Si el coronavirus lo tiene también, es muy posible que tenga un nuevo repunte en otoño/invierno y haya otra curva epidémica”, reconoce el epidemiólogo consultado del Ministerio de Ciencia. Por su parte, Nistal cree que lo esperable es que el Covid-19 se vuelva estacional e infecte “solamente” a personas que no tengan ninguna inmunidad, igual que en la mayoría de los casos de coronavirus circulantes. Al fin y al cabo, algunas gripes actuales son virus que en su día fueron letales.

“El virus de la gripe de 1918 en su día mató entre 40 y 50 millones de personas, de ellas se ha calculado que murieron 300.000 de una población de alrededor de 20 millones de personas en España”, afirma Nistal. El virus de la gripe española, además, fue mucho más mortífero en su segunda oleada en otoño.

El impacto que todos estos cambios tendrán a medio y largo plazo sobre nuestra forma de vida es tan imposible de predecir como las consecuencias sociales y económicas. “Es posible que esta crisis provoque cambios en la manera de socializar que todavía no podemos ni imaginar”, dice Ana Lucas, psicóloga y especialista en ansiedad. “Es previsible esperar que haya un impacto cultural, un cambio que afecte sobre todo a la manera de relacionarnos. Los españoles nos tocamos y socializamos mucho y nos vamos a tener que acostumbrar a tocarnos menos. Por decir algo. Es posible que con el tiempo algunos de los hábitos sociales se recuperen, pero nos va a llevar mucho tiempo”.

Muchas personas estarán pensando que ellas no serán capaces de cumplir medidas de confinamiento o distanciamiento social durante un largo periodo de tiempo. Pero como afirmaba al ‘Washington Post’ Natalie Dean, bioestadística de la Universidad de Florida, nuestra actitud irá cambiando conforme veamos cómo empeora la situación en los hospitales y nuestros familiares o amigos fallecen por el coronavirus. “Siendo honestos, con lo que tenemos por delante es muy temprano para preguntarse: ¿cuánto tiempo podremos estar así?”, aseguraba Dean. “Es como preguntar a un bombero cuándo te podrás mudar a casa de nuevo mientras tu edificio sigue en llamas”.?

Artículo en: https://www.msn.com/es-es/noticias/ciencia/¿y-después-del-encierro-lo-que-nos-espera-cuando-se-aplane-la-curva-del-coronavirus/ar-BB11zNHu?ocid=spartanntp

CRISIS DE GOBIERNO CON CESES EN DIFERIDO

Artículo de Manuel Marín publicado en ABC el pasado día 22

Sánchez impuso un mando único que marginó –«destituyó»– a los ministros de Podemos y a Carmen Calvo, lo cual en los códigos políticos de La Moncloa es relevante por el reparto de credenciales de confianza y desconfianza en estos momentos determinantes.

El cambio de imagen del presidente del Gobierno cuando el pasado martes compareció en La Moncloa para dar a conocer el «plan de choque» y «movilizar» 200.000 millones de euros contra la inminente recesión, fue solo la parte estética de una rectificación tardía a los muchos errores políticos cometidos en la gestión de esta crisis.

La mercadotecnia de Moncloa impuso a Sánchez un tiro de cámara más corto para acercar su rostro a los españoles. Su gesto, sin las medias sonrisas forzadas de otras ocasiones, era áspero. Denotaba en su mentón más tensión que preocupación, y su lenguaje no verbal lo delataba. Mantuvo la mandíbula apretada, y acompañaba el rictus con un tono más paternalista de lo habitual en el «autocue» que le permitía leer mientras miraba directamente a la cámara, sin dar margen a la improvisación en el discurso…

Al día siguiente, miércoles, en su cita en el Congreso, más de lo mismo. Todo era una escenografía medida cautelosamente por Moncloa, planificada con tal detalle que se impuso una rigurosa corbata oscura para concederle más gravedad al momento. No era la roja de comparecencias anteriores.

El coronavirus dinamita la Mesa del Consejo de Ministros

El martes, en La Moncloa, se trataba de atribuir en términos de comunicación política un plus de severidad a la crisis, sin concesiones ni atenuaciones posibles. Se trataba de recuperar un liderazgo que no había mostrado durante el mes y medio que la crisis lleva amenazando a España. El giro estético de Sánchez no fue anecdótico porque toda su comparecencia fue la exteriorización de una necesidad imperiosa: tratar de recuperar una iniciativa política que había perdido en días anteriores mientras confinaba a millones de españoles en sus hogares entre indefiniciones jurídicas, inseguridad sanitaria, incertidumbre social, y una alarmante falta de previsión económica. Fue la estampa de una rectificación múltiple que no solo afectaba a la mercadotecnia, sino también a la falta de ejemplaridad del propio Gobierno una vez que Pablo Iglesias, de hecho, se había saltado el sábado anterior la prudente cuarentena que le aconsejaba aislarse por el diagnóstico positivo en coronavirus de Irene Montero. Para entonces ya era conocido también que Sánchez había ocultado durante unos días a la opinión pública el positivo de su propia mujer, Begoña Gómez.

Sánchez cambia el guion y condena a Calvo e Iglesias

Sánchez venía de un Consejo de Ministros celebrado el sábado y convertido de facto en una profunda grieta en el Gobierno. Se había producido la primera crisis de Gobierno, pero no al modo tradicional, con destituciones formales por pérdida de confianza y necesidad de un nuevo impulso político a un Ejecutivo desgatado, sino de modo opaco, con ceses virtuales durante siete horas de extrema tensión interna. Sánchez venía de imponer un mando único del que marginó –«destituyó»– a Pablo Iglesias, a los ministros de Podemos y, en definitiva, a sus cuatro vicepresidentes, incluida Carmen Calvo, lo cual en los códigos políticos internos de La Moncloa es relevante por el reparto de credenciales de confianza y desconfianza en momentos determinantes. Por primera vez en los últimos tres años, Sánchez había entrado en una fase de liderazgo difuminado. La percepción de haber reaccionado tarde a la crisis del coronavirus se ha generalizado, y Pablo Iglesias exigió –en persona y no por medios telemáticos– su cuota de protagonismo. El Gobierno de coalición se había resquebrajado, y eso es lo que toda esta semana ha puesto de manifiesto.

Las tres derrotas de Podemos y su patada política al Ibex

Iglesias había impuesto tres condiciones: entrar a toda costa en el gabinete de crisis, cosa que Sánchez no le concedió; no diseñar un plan de choque económico «a la medida del Ibex», en lo cual hay sensación de empate en su pulso con Nadia Calviño y María Jesús Montero; y no imponer el grueso de las medidas propias del estado de alarma –incluida la actuación del Ejército– en el País Vasco y Cataluña. Ninguna de las tres condiciones se saldó con un triunfo político para Iglesias, que ha quedado desaparecido. Por eso, en la última semana Podemos se ha visto forzado a diseñar una estrategia de presión sobre Sánchez que ha alterado muchos equilibrios internos en Moncloa, que ha destrozado algunas relaciones personales, y que amenaza con explotar cuando la crisis del virus se diluya.

Artículo en: https://www.abc.es/espana/abci-crisis-gobierno-ceses-diferido-202003220259_noticia.html

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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