Descubrimientos y lecciones de una crisis

Por Javier Pardo de Santayana

(Protegidos del coronavirus)

Inmersos en la actualidad de una pandemia que no nos deja pensar en otra cosa, nos planteamos como incógnita cómo será la huella que aquella nos deje tras su paso, ya que tenemos la impresión de que bastantes cosas importantes quedarán para el futuro en estos días en los que el mundo entero se vio forzado a transformar muchas de sus costumbres para sobrevivir en condiciones extremas de aislamiento.

Uno efectivamente se pregunta por muchas cosas sencillas que de seguro habrán cambiado para siempre. Por ejemplo, en lo que se refiere a la solidez del matrimonio. Porque quienes durante la semana apenas se veían habrán permanecido juntos muchas horas – seguramente todas – y lo habrán hecho pendientes de sus hijos. Y una y otra cosa habrá influido en su relación fortaleciendo la unión o complicándola. Así que está por ver si de este trance resultarán más niños o más separaciones y divorcios.

Por otra parte, cerradas las escuelas y colegios la educación se habrá desarrollado por primera vez enteramente de forma telemática, hecho que de seguro pondrá a prueba las posibilidades ofrecidas por las tecnologías avanzadas, no sólo en el trabajo de los padres, sino también en el terreno educativo. Y que en el económico exigirá, por cierto, la multiplicación de ordenadores hasta en el ambiente familiar.

En cuanto a las costumbres habrá habido de todo. Los espacios caseros se habrán aprovechado al máximo y los niños habrán podido ver a sus progenitores trabajando al mismo tiempo que ellos, lo cual habrá exigido mayor silencio y disciplina.

El esfuerzo de adaptación de una familia unida en el empeño de sobrevivir a la desgracia mediante la unión y el sacrificio de cada uno de sus miembros será una importante lección para cada uno de éstos pero también para el conjunto. Todos habrán aprendido de lo que es la vida, y de la necesidad de ceder y compartir las cosas tanto en lo que es el ámbito de la familia como en el de su relación con los demás. Y no porque se lo hayan enseñado en las escuelas sino porque lo habrán vivido intensamente.

Un camino en el cual cada uno habrá experimentado – estoy seguro de ello – muchos descubrimientos personales; por ejemplo en la necesidad de saber trabajar juntos superando diferencias y distancias en gustos y objetivos o en cuanto a su comportamiento personal. Y no digamos en lo que pueda referirse al temple necesario para superar inconvenientes y problemas; o respecto a la posibilidad de ser felices en la renuncia y la desgracia; también en todo lo que pueda referirse a la valoración de nuestra propia vida o a la necesidad de asegurarla. Y en que, no sólo el ser feliz, sino sobrevivir sencillamente, exigirá hacer ciertos esfuerzos que habrá que sobrellevar con un buen ánimo.

O descubrirá que el futuro no está jamás asegurado ya que en gran parte depende de nosotros mismos. Que la salud es un bien que obliga a veces a sacrificarse; que la felicidad no sale gratis, que en la desgracia surge muchas veces la generosidad y hasta el humor. Que existe el prójimo y éste comparte también nuestros problemas; que casi todas las carencias son superfluas, que mucho de lo que nos agobia es en realidad innecesario, que no valoramos suficientemente el bienestar y la felicidad, y a veces intentamos enturbiarlos.

Y nos preguntaremos en dónde quedan aquellos dimes y diretes de ayer mismo, aquellas mesas de discusión fomentadoras de rupturas, aquel egoísmo desbocado que convertía en enemigo al prójimo: aquellos contenedores incendiados por el odio, aquellas maniobras de tres al cuarto en las que se jugaba con números sin alma para desvirtuar la democracia en favor propio.

Sí, muchas cosas habremos ido descubriendo en esta nueva situación de desamparo ante las amenazas ciertas de la enfermedad y de la muerte. Y no será la menor que en el barullo a veces sin sentido de una sociedad desorientada por demasiados mecanismos, por las noticias falsas y los eslóganes trucados – en una sociedad maleducada por el más crudo egoísmo – hemos perdido el sentido profundo de la vida, Que viendo el resultado que dio nuestra soberbia – ahora, cuando intentamos poner nuestra cabeza y nuestra sociedad en orden – caemos en la cuenta de que ya es hora de poner de nuevo a Dios en donde corresponde. Porque no vamos por un buen camino.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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