Semana Santa de antaño

Por José María Arévalo

( En Bercianos de Aliste, Zamora, y mis padres, en 1964)

Dura ha sido esta Semana Santa para quienes amamos las procesiones, confinados en nuestras casas, aunque la Semana Santa de verdad, la espiritual, la hemos podido vivir como siempre –casi, sin recibir el Cuerpo de Cristo- siguiendo los Oficios por televisión. Yo he aprovechado para ver las procesiones que viví de chaval –e intensamente de joven-, las de Zamora, por el Canal 7, que me las ha ofrecido día tras día, desde las Capas el miércoles, el Silencio el jueves y El cinco de copas el viernes, y hasta un buen reportaje el domingo de la extraordinaria de Bercianos de Aliste, que me ha remontado cincuenta o más años atrás cuando la ví con mis padres y de la que guardo muchas fotos que nos hicimos entonces. La verdad es que todos estos años he vuelto uno o dos días a Zamora, a ver las procesiones, hasta hace unos ocho años en que el exceso de gente en la Plaza de Viriato me impidió ver el Miserere del Yacente, y desde entonces renuncié. Así que ahora verlas de nuevo me ha reconfortado.

(Las 7 Palabras de Valladolid)

De las vallisoletanas hace ya tiempo que prefiero ver por la tele la General del Viernes Santo, demasiado larga para verla de pié en una acera, así que este año no ha sido novedad para mí; me encanta la escultura manierista y barroca que de esta forma única –la mejor colección del mndo- podemos disfrutar, toda junta, paso tras paso, dos o tres horas seguidas, en su propia salsa, la devoción popular para la que fue creada.

Lo bueno de las retransmisiones por televisión es la mucha información que te facilitan sobre cada paso y conjunto escultórico, y también, porque forma parte de nuestras raíces, sobre cada cofradía. Siempre te enteras de algo nuevo. Esta vez, por ejemplo, del susto que se llevaron muchos zamoranos en los años cincuenta creo, cuando vieron aparecer viva una de las figuras clásicas del conjunto de la flagelación, el llamado “Calvito”, pero no era otra cosa que uno de los restauradores que se le parecía enormemente. O cómo perdió la cofradía salmantina del Yacente la oportunidad de adquirir la magnífica talla de Venancio Blanco que se pudo ver en las Edades del Hombre de la edición de Salamanca, porque el gran escultor la concibió algo incorporada, como resucitando ya, y les parecía no era propiamente un Yacente; así que acabaron encargando otra a los Orejudo, parecida pero con una especie de almohadón bajo el torso. Muy curioso.

Como también la historia del Santo Sepulcro que sale de San Benito, cuyo Cristo es de Alonso de Rozas, y los ángeles de su hijo José de Rozas (+1696), y se debe a que éste ofreció realizarlos a cambio de no tener que presidir la cofradía, que le correspondía, lo que debía ser mucho trabajo.

En esta Semana Santa de tantos recuerdos, ha salido un artículo de Europa Press sobre la de Valladolid en el año en que nació Felipe IV, con muchos detalles de esa época que yo desconocía, y que me parecen del mayor interés en nuestra cultura semanasantera. Se titulaba “Felipe IV y la Semana Santa de Valladolid”, y explicaba que el Viernes Santo de 1605 la Semana Santa de Valladolid, que en aquel siglo vivía su época de mayor esplendor escultórico, quedó eclipsada por una noticia de gran calado para la aún poderosa Monarquía Hispánica: el nacimiento del futuro rey Felipe IV. “Sede de la Corte desde hacía cuatro años, en Valladolid nació, el 8 de abril, el tercer hijo de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, el primero varón tras las infantas Ana -futura reina de Francia- y María -fallecida poco después de su nacimiento-. Esto convertía al joven Felipe en el heredero de vastísimos territorios a lo largo de todo el mundo, por lo que pasaría a ser conocido, entre otros apelativos, como ‘El rey planeta’.

(Felipe IV nació en Valladolid el Viernes Santo de 1605 )

Curiosamente, la fecha en que vino al mundo el futuro Felipe IV coincidió ese año con la celebración del Viernes Santo, precisamente en Valladolid, una ciudad en la que la Semana Santa gozaba de gran importancia desde el siglo XV.

Por aquel entonces estaba en la capital el escritor portugués (en 1605 el país vecino formaba parte de la conocida como Monarquía Católica o Hispánica) Tomé Pinheiro da Veiga, quien dejó testimonio escrito de sus vivencias en la Corte en su libro ‘La Fastiginia’, el cual se constituye como una fuente notable para conocer cómo era la Semana Santa vallisoletana de principios del XVII.

La primera procesión era la del Domingo de Ramos, que salía de la iglesia de La Vera Cruz con el Paso de ‘La Borriquilla’, y por la calle de Platerías llegaba a la Plaza Mayor, donde estaba el Convento de San Francisco, en el que se vendían palmas y ramos. Terminada esta ceremonia se llevaba el paso de ‘Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén’ por el claustro de Santa Juana y el patio de la iglesia, para después de entrar en ella con su Cofradía a La Vera Cruz.

El Miércoles Santo por la noche se trasladaban los pasos desde las iglesias donde se veneraban hasta las que iban a ser puntos de partida de los cortejos procesionales.

JUEVES SANTO

De acuerdo con Pinheiro da Veiga, el Jueves Santo por la tarde partía de la Trinidad una procesión que incluía los pasos ‘La Oración del Huerto’, con los discípulos y el ángel; el de ‘La Prisión’, y el de ‘Nuestra Señora al Pie de La Cruz’, con Cristo en Brazos y Las Marías.

 

(Procesión de la Vera Cruz de Zamora, con «Calvito» de rodillas)

Desde la Trinidad, la procesión, a cargo de la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo, se acercaba al Palacio Real, donde nació Felipe IV, y regresaba por la calle de la Platería y Plaza Mayor -antigua plaza del Mercado-.

Acabada ésta, del desaparecido convento de San Francisco (ubicado en la Plaza Mayor), partía otra en dirección al Palacio Real por la Platería y Cantarranas, a cargo de la Cofradía de la Vera Cruz y compuesta por los pasos de ‘La Cena’, ‘La Oración del Huerto’, ‘La Santa Verónica’, ‘La Crucifixión’, ‘La Lanzada de Longinos a Caballo’, ‘El Descendimiento’ y ‘Cristo Nuestro Señor en Brazos de La Virgen’.

Ya en la mañana del Viernes Santo, de la Merced Descalza partía una procesión hasta el Palacio Real de manos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, en tanto que de San Agustín, con muchas cruces negras, partía la de la Cofradía de Jesús Nazareno. Por la tarde, de San Pablo partía la procesión de La Soledad, de la Cofradía de Nuestra Señora de Las Angustias.

‘La Fastiginia’ fue redactada en portugués ese mismo año de 1605, aunque aparece ampliada en ediciones de 1607 y 1620. El libro se divide en tres partes, una primera titulada ‘La Philipstrea’ y dedicada a las fiestas por el nacimiento del príncipe Felipe; la ‘Pratología o Baratillo cotidiano’, acerca «del trato, buena conversación y desenvoltura de las damas», y la ‘Pincigrafía’ -en alusión al antiguo nombre de Pincia asociado a la capital- o «descripción e historia natural y moral de la corte vallisoletana».

Se da la circunstnacia de que en Castilla existía la creencia, como recoge con cierta burla Benito Jerónimo Feijoo en su ‘Teatro Crítico Universal’, de que los nacidos en Viernes Santo –como el propio Felipe IV– eran zahoríes, personas a quienes se atribuye la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente manantiales subterráneos, o que descubre o adivina fácilmente lo que otras personas piensan o sienten.

Lo fuera o no, los 44 años de su reinado lo convirtieron en el rey de España con más años de reinado hasta el momento -sólo superado posteriormente por Felipe V y Alfonso XIII-, un periodo que marcaría el fin de la hegemonía española en Europa certificada en los acuerdos de paz de Westfalia (1648) y de los Pirineros (1659).”

En fin, qué distintas semanas santas de esta tan especial que hemos vivido ahora, y que no olvidaremos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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