Algunas cosas que me llaman la atención

Por Javier Pardo de Santayana

(Vineta de Serrano en El Español el pasado día 25 de abril)

Reconocerá usted, improbable lector mío, que es poco menos que imposible salir del monotema del famoso virus. A cualquier hora que encienda usted la radio o la televisión se encontrará con él de una u otra manera, y si se descuida usted un poco tropezará también con nuestro presidente repitiendo lo que ya oyó cuarenta veces. Pero aún así le seguirán surgiendo dudas sin respuesta, así que me permito presentarles algunas de las mías.

Por ejemplo, después de que diariamente – qué digo yo diariamente: cada pocos minutos – nos den datos y datos sobre el número de fallecidos, enfermos y contaminados de distintas clases amén de odiosas comparaciones con países extranjeros, sigo echando de menos que nos contrasten esas cifras con las del número habitual de defunciones en el mismo lugar, mes y día de años anteriores, única forma de calibrar realmente cómo de “muchas” son las que ahora se producen. Porque, como es natural, el número de muertos nos parecerá siempre excesivo incluso en tiempo de normalidad.

También me extraña saber que hasta hace pocos días no se practicaron autopsias en España a los fallecidos por el coronavirus, pues, aun sin dejar de comprender las dificultades añadidas por  la saturación inicial de nuestros hospitales, parece de cajón intentar obtener el mayor número posible de datos significativos en apoyo de las investigaciones, dado que estamos hablando de un fenómeno nuevo y sorprendente y de la urgencia que tenemos, no sólo de obtener una vacuna , sino de contar aun con mayor premura con un tratamiento eficaz de la pandemia.

A estos asombros sumaré mi extrañeza al considerar que con tanta sabiduría acumulada como sin duda tienen ya desde hace tiempo los poderosos laboratorios farmacéuticos que se mantienen en vanguardia, les resulte sin embargo tan difícil encontrar un remedio que en tiempo breve venga a liberarnos de tan molesto huésped. Téngase en cuenta que a estas alturas de la historia ya se consiguió encontrar solución a cualquier problema sanitario, lo cual quiere decir que la naturaleza siempre pudo ofrecer una sustancia ad hoc para luchar contra cualquier enfermedad que apareciera; tanto es así que a pesar de los pesares también en la presente situación nadie discute, y menos en un caso como éste, que se conseguirá encontrar la solución buscada. Quiero decir que para legos en la materia como un servidor de ustedes la cosa no parece tan difícil siempre que puedan aportarse los necesarios datos.

De ahí que también me llame la atención que los investigadores no mostraran abiertamente su interés por sacar consecuencias de un hecho que parece demostrado; esto es, que el mismo virus que masacra a los mayores no afecta prácticamente a los pequeños*. Y no me refiero exclusivamente a que no mueran, sino a que ni siquiera parecen afectados. Alguna causa habrá concreta que bien pudiera arrojar luz para entender la naturaleza del problema. Como también me choca que. pese al cúmulo de incógnitas que aun permanecen sin respuesta en relación con la manera misma de afrontar esta lacra, desde el primer momento todos conocieran perfectamente la distancia exacta que hay que establecer con el vecino. Cierto es que se empezó diciendo que era un metro, pero casi inmediatamente se determinó para mayor tranquilidad que fuera el doble, como si eso se supiera desde siempre.

Para terminar diré que no deja de sorprenderme un pequeño detalle  que da  idea de la evolución de los enfoques oficiales respecto a la progresión de la amenaza como consecuencia del aumento  imparable de casos de contagio. Me refiero al detalle con el que se centraron en el seguimiento de la ruta del virus. Basta con recordar al alemán de la Gomera y algo más tarde, a los casos importados por los italianos y españoles que asistieron al partido del Atalanta y el Valencia. Se ve que ahora esto sería ya poco menos que imposible.

Como me resulta, no ya sólo sorprendente sino particularmente vergonzante, la celebración a sabiendas del peligro de una ruidosa jornada feminista impuesta en favor de una ideología política con perjuicio para la salud de todos. O que el encargado de cuidar nuestra salud sea un filósofo.

* Parece que mientras escribía el artículo pudiera haberse encontrado algún caso en el que niños han experimentado un “shock pediátrico” – característico pero perfectamente superable – que quizá tenga su origen en un contagio del coronavirus. Mayor razón para indagar en este aspecto.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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