Desconfinamiento

Por José María Arévalo

(Jerez de la Frontera. Acuarela de Miguel Angel Lacal Garcia en Hispacuarela de Facebook)

Escribía hace unos días mi amigo Antonio Burgos –bueno, hermano de mi más amiga, Fina-, con su habitual gracejo, que “lo del `desconfinamiento´ me recordaba la tradición de muchas cofradías no precisamente de la Baja Andalucía, que liberan un preso cada Viernes Santo. Parecía que Sánchez, hermano mayor de esa cofradía, nos iba a sacar a todos del desconfinamiento, del tirón, de esta inmensa cárcel en que ha convertido nuestros hogares en toda España. Y lo llamaban también `desescalada´, que sonaba totalmente a alpinismo de aficionados, cuando han subido al pico más alto de la sierra e intentan bajar”.

Tras oir la intervención de Sanchez sobre las fases del desconfinamiento, que no había entendido bien, de inmediato me llegó un watsapp con el texto íntegro y varios cuadros explicativos, no sé como lo consiguió mi otro amigo, que reenvié a todos mis contactos añadiendo de mi cuenta que no quedaba claro si los mayores de 70 incluidos en horario de 10 a 12 y 7 a 8 solo eran los necesitados de ayuda; me lo despejaron enseguida varios colegas. Las explicaderas del Gobierno no son nada claras, además de que anuncian las medidas el día antes. Tanto es así que estaba preparándome el sábado para salir –luego lo dejé, porque estaba nublado, para la tarde- cuando me llamó otro amigo preguntándome si la salida era el lunes, como se había dicho tres días antes.

Un lío. Así que coincidí plenamente con Antonio Burgos cuando le leí: “Sánchez se llevó el tío más de una hora en la tele habla que te habla, ¡qué logorrea, hijo!, explicando que vamos hacia otra cosa distinta: a la «nueva normalidad». Lo cual es un sofisma como una catedral. La «nueva normalidad» tiene mucho de círculo cuadrado o de manteca asada porque, una de dos, lo diré por fases, que es lo que le gusta a este gachó: Fase 1: Si es nueva, no es normalidad. Fase 2: Y si es normalidad, no es nueva, sino de siempre.”

He oido que hay gente que se resiste a salir porque se encuentra más segura en casita, en una especie de “sindrome de Estocolmo”. Lo entiendo un poco porque yo, aunque he disfrutado lo indecible en la primera salida a tomar el sol -me preocupaba llevar cincuenta días sin recibir sus rayos prácticamente, salvo unos minutos una vez a la semana para hacer la compra- realmente ya me había acostumbrado al confinamiento, y me siento tan a gusto en casa, con el ordenador, la radio, el móvil y las pelis, tanto que casi no me queda ni un minuto libre para hacer algún arreglillo que surge de improviso. Pero lo que más ilusión me ha hecho, mas que el paseo –que antes sustituía mejor o peor por ejercicio en la bici estática- ha sido la noticia de que el día 11 podemos ya ir a Misa y comulgar. Dicen los señores obispos que los mayores es mejor que sigamos viendo la misa por la tele, por aquello de no arriesgarnos. Pero ellos, que también son, muchos, mayores, seguro que no han dejado de decir Misa y comulgar con las dos especies ni un día. Así que no me lo pidan. A lo más, estoy pensando –cuando escribo este artículo, todavía en la fase previa al desconfinamiento- en oír la misa dominical el sábado a mediodía en mi parroquia, para el domingo, que es cuando se produce más concurrencia, verla efectivamente por la tele y hacer caso así a los señores obispos, que saben más.

La verdad es que me he encontrado tan cómodo oyendo la Santa Misa en la web Torreciudad.org –excpto en Semana Santa y algún día más, que seguí las celebraciones del Papa- con el marco incomparable del retablo maravilloso de ese santuario mariano y unas homilías estupendas, de curas que han ejercido antes profesiones civiles y pisan el suelo en sus explicaciones, que en algún momento he pensado que prefería estas misas virtuales a las reales, y he sentido cierto remordimiento por no apreciar más la comunión, convencido de la eficacia -que he oído defender al propio Papa- de las comuniones espirituales. Hasta que, justo el día antes al anuncio del desconfinamiento, en un momento de mi oración personal en que meditaba sobre la frase de san Josemaría de que tenemos que ser cada uno “otro Cristo, el mismo Cristo”, vi claramente –o el Señor me hizo ver- que esa tan deseada meta que me parecía inalcanzable en la práctica, se daba realmente al comulgar. Y recordé la explicación de un médico amigo que, en una charla de formación, nos decía que así como la sustancia de la comida habitual se transforma en nuestra sustancia al ingerirla, en el caso de la comunión pasa al revés, que nuestra sustancia se transforma en la del Señor, por ser superior, y de ahí la importancia de hacer unos diez minutos –que es lo que duran las especies sacramentales en nuestro tracto digestivo- de acción de gracias después de comulgar. Y nos contò una anécdota del santo cura de Ars, que mandó a dos monaguillos escoltar con velas encendidas a un paisano que se iba a la calle nada más comulgar. Cada vez es más la gente que se queda un rato después de Misa en acción de gracias, pero todavía hay mucho ignorante que sale corriendo. Bueno, a lo que iba, también yo, ignorante de mi, estaba tan a gusto con la misa virtual y la comunión espiritual, hasta que me he dado cuenta de que eso que busco con tanto interés, ser “ipse Cristus”, voy a conseguirlo desde el día 11 de nuevo. No es que no lo supiera antes, es que ahora he sentido la necesidad, la urgencia, de que llegue por fin ese momento el día 11.

No me da reparo escribir estas cosas personales porque muchas más y más íntimas se dicen en un vídeo que he vistos estos días de encerrona, de un matrimonio con 11 hijos que cogió el coronavirus y cuentan ambos como lo llevaron, impresionante. Ella es hija de otro amigo, Fernando, que fue compañero en la Renault, jefe del Servicio Médico, y esta hija suya trabaja allí de enfermera y parece que allí se contagió. Han sido entrevistados en todos los diarios locales, y en radios nacionales, pero este video que les recomiendo es la mejor entrevista: https://youtu.be/67-6RpDRW4I

En fin, cosas del confinamiento, que abren mucho el corazón y la cabeza. Creo no ha sido un tiempo perdido. Espero que tampoco para ustedes.

PD. Cuando se publica este artículo resulta que los castellano-leoneses seguimos confinados una o quien sabe cuantas semanas más.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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