Ideología de género. XXI. Los caballos de Troya de la ideología de género

Por José María Arévalo

(Retrato de Lucía. Acuarela de María J. Fernández González en Hispacuarela de Facebook)

“Los menores, ese oscuro objeto de deseo. III. Los caballos de Troya de la ideología de género ” es el título del capítulo 22 del libro “Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres. Para entender como nos afecta la ideología de género”, editado en 2016 por la digital Titivillus, que estamos reseñando en esta serie, y del que es autora Alicia V. Rubio – titulada en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca y profesora de educación física en un centro público de Madrid durante veinticinco años.

“Ya hemos hablado –comienza el capítulo 22-de la importancia que el adoctrinamiento de menores tiene para los movimientos totalitarios como es la ideología de género. Los menores son más manipulables al adoctrinamiento por no tener barreras éticas o argumentales sólidas que enfrentar a toda la batería de mentiras y dislates que despliegan los «vendedores de la tela». Y a determinadas edades son carne de cañón para la industria del género. Carne de cañón como consumidores de productos y como objetivo de campañas que impliquen millones de euros para publicitarlas, subvenciones a lobbies para estudios falsificados y creación de redes clientelares de asociaciones, fundaciones y cursillistas adoctrinadores…

También dijimos que el acceso a los menores se lleva a cabo a través de dos vías: la comunicación audiovisual y la escuela. Y se facilita mediante leyes orwellianas de neoderechos cuyos capítulos educativos permiten o imponen, según se van endureciendo, la ideologización solapada o expresa.

Ya hemos visto que la educación sexual es importantísima para sus fines. Se necesitan menores hipersexualizados, pero sin sexo, de forma que acepten cualquier relación sexual física pero huyan del compromiso estable. La sociedad bonoba sólo se establecerá cuando la ideología aplaste las últimas barreras del instinto chimpancé. Naturalmente eso no implica que seamos más felices, sólo que tendrán que reprimir mucho ese manantial instintivo con una sociedad opresiva. Muchos de los niños actuales serán esos adultos que colaborarán de buen grado a la presión social imprescindible, convencidos de que no hay otra forma de vivir la sexualidad, el afecto y la procreación que de forma independiente unas de otras. El objetivo primordial es la separación entre amor, sexo y reproducción, y así lo dejaron escrito diversas feministas de esa tercera generación del feminismo que, desde Simone de Beauvoir, estableció las bases de la nueva sociedad bonoba.

La transversalidad de la ideología de género expresada como tal o con su otra «marca blanca» que es la perspectiva de género, aparece en las nuevas leyes educativas como multidisciplinar impregnando toda la educación reglada. Eso significa que desde cualquier materia o ámbito ha de tratarse este tema, y exige a los elaboradores de los libros de texto, coletillas o parrafadas desde esa interpretación sobre el machismo, la discriminación de la mujer, el movimiento homosexual o el neolenguaje.

Efectivamente, la ideología de género y sus falsos mantras anegan prácticamente todos los textos educativos de los menores con falacias y medias verdades que, pese a parecer inconexas o intrascendentes de forma individual, también suman en el trabajo de asentamiento de una realidad «matrix» y de la interpretación de la misma. Este caballo de Troya incorpóreo y que empaña toda la enseñanza, tuvo su materialización y asentamiento definitivo en las polémicas asignaturas llamadas de forma general Educación para la Ciudadanía. Concebida como un ariete ideológico de primer nivel, se vendió como valores democráticos y constitucionales para una juventud sin valores que necesitaba referentes éticos. Los padres incautos y biempensantes, deseosos de que sus hijos adquirieran algún tipo de valores o principios, o los padres favorables a ese tipo de ideología, estaban encantados con la idea. Sin embargo, otros padres que, afortunadamente, se dieron cuenta de que esa asignatura chocaba frontalmente con sus principios, organizaron un movimiento de resistencia que consiguió poner en entredicho ese caballo de Troya y desactivarlo parcialmente al ser minuciosamente examinado en cada una de sus enseñanzas. La lucha despiadada por mantener esa asignatura que consideraban importantísimo hito en su implantación de la ingeniería social del género por parte del gobierno que la instauró, promotor también de la LIVG, leyes de igualdad y otros fomentos de la ideología de género, confirman que la realidad sobre la materia no era la provisión de valores morales unánimes sino otra bastante más inquietante. En realidad, lo que se buscaba era dar un paso más en la desposesión del derecho a la educación de los padres, institucionalizar el relativismo moral e inyectar por vía de textos educativos una serie de planteamientos ideológicos controvertidos entre los que destacaba la ideología de género. […]

La educación sexual, otro de los caballos de Troya, tiene un nombre excesivamente elocuente, por lo que lo lobbies del género se han encontrado con el problema de que algunos sectores de las sociedades aún libres no ven clara la intromisión estatal en la educación ético-moral y sexual de los niños y menores. Por ello, han ideado dos caballos de Troya que les permiten seguir accediendo a los menores de una forma absolutamente indetectable por el ciudadano medio y de esa forma afianzar el adoctrinamiento que ya se realiza a través de medios de comunicación, libros de texto y colaboración desinteresada de profesores y maestros engañados, o que abrazan esta reingeniería social con verdadera fe de converso. Estos arietes son la violencia de género, en su versión general o en la nueva versión de recién descubierta violencia adolescente, y el acoso o bullying al diferente sexual. […]

Como hemos visto, el caballo de Troya de la violencia de género ya está muy trabajado por diversos medios de manipulación social, ocultación de la verdad y propagación de mentiras, de forma que es muy difícil que una sociedad convencida de que es una lacra social, reaccione a la entrada de lobbies feministas con la loable intención de educar a los niños y jóvenes en la no violencia… de género. Y lo hace sin comprender que afirmar que existe la violencia de género implica afirmar que existe una violencia estructural del hombre contra la mujer por el hecho de serlo. De todos los hombres contra todas las mujeres, creando un colectivo al que culpar de algo que realizan personas individuales. De esta forma, el hecho de ser hombre implica inmediatamente ser un violento de género. […]

Aunque los adolescentes, es ley de vida, no hacen demasiado caso a los consejos en general y por ello no son envenenados todo lo que se intenta, es cierto que surgen, como reacción, comportamientos de desprecio hacia las mujeres, fomentándose un neomachismo defensivo en los hombres, y de desconfianza hacia los varones en el caso de las mujeres. Violencia en todo caso, y no concordia y comprensión mutua… ¿qué sorpresa, verdad?

Estos talleres y cursillos «contra la violencia de género» y «por la igualdad» vienen también aderezados en muchos casos con la coletilla de «CONTRA EL AMOR ROMÁNTICO», aspecto este importantísimo y como para dar cursillos y gastar dinero público en ello aunque pueda parecernos sorprendente. Resulta que el amor romántico que ha sido fuente de arte y pasiones, de felicidad y sufrimiento de forma totalmente igualitaria y bidireccional (Romeo y Julieta), es machista y heteropatriarcal. Para sacar esa conclusión todo es ponerse, como hacen los lobbies empeñados en destruir las relaciones de pareja heterosexual, en un extremo del escenario de forma tan lateralizada que no se vea la mitad. De aquí a prohibir grandes obras de la literatura universal por incitación a la violencia de género, queda un paso.

El argumento expreso es el siguiente: las chicas, con los cuentos románticos y de príncipes azules se enamoran locamente de lo que creen un príncipe azul y, en su inocencia, se entregan sin reservas al macho maltratador, puesto que no hay príncipes azules y sólo hay machos maltratadores. Obviamente, este planteamiento lo primero que manifiesta es la creencia en que las mujeres son (somos) absolutamente imbéciles, al más puro estilo que lo creían las feministas Margarita Nelken y Victoria Kent cuando, por esa misma razón, se negaron a que las mujeres votaran en España hace menos de noventa años. Porque siempre que los lobbies feministas quieren salvar a la mujer de sí misma, es decir, prohibirle ser como quiera y disponer de su vida libremente, hay una acusación implícita, o explícita, de imbecilidad, incapacidad y minoría intelectual que ha de ser tutelada. Este planteamiento también presupone que a los hombres no les sucede esto de enamorarse locamente, pese a que cualquier paseo por los textos escritos de todos los tiempos afirma lo contrario. Y ese es el objetivo del asunto: convencer a las chicas de que el amor sin condiciones y entregado es un peligro. Se trata en definitiva y como expone la investigadora María Lacalle, de crear la mujer que no ama.

Como ya se ha comentado, los adolescentes están en una fase de rebeldía que les hace ser poco permeables a los consejos si no les ven aplicación en su propia realidad. Y pese a que los cursillos y el constante martilleo al que son sometidos va haciendo mella en el particular mundo de la pubertad, siguen siendo arrebatados, impulsivos, proclives a enamorarse «locamente» y pensar que el ser amado es maravilloso y perfecto. Y a entregarse sin cortapisas o prevenciones… ellos y ellas. […]

Este enfoque de las relaciones heterosexuales basado en una lucha de sexos donde el objetivo del varón es someter a la mujer y donde adolescentes de ambos sexos se ven adscritos «a priori» a unas relaciones que se dibujan como viciadas y corrompidas de base, lleva a la desconfianza y a la búsqueda del propio interés, al olvido del bienestar del otro por ser indigno de ello, al individualismo y al egoísmo.

Esta anulación del concepto «nosotros» produce hombres y mujeres que tratan de ser autosuficientes en los sentimientos, ajenos a las necesidades de la pareja y muy probablemente con un alto grado de infelicidad personal. Puede que haya personas que sean felices mirando únicamente por su propio bienestar, pero lo que es seguro es que no todas alcanzan su plenitud en el egocentrismo, por lo que esta visión doctrinaria de las relaciones humanas como imposición estatal, pues se imparte en los centros educativos como oficial, es un vulgar engaño. A cambio de ese amor romántico prohibido por peligroso, se les ofrece el sexo sin compromiso, sin vinculaciones excesivas puesto que la entrega y la fidelidad son causa de dominio. De esta forma se consigue destruir la familia ecológica, el núcleo familiar, incluso antes de haberse formado.

Sin embargo, como este entramado se retroalimenta, y se pagan estudios y encuestas que a su vez señalan nuevos caladeros de fondos públicos y víctimas, los estudiosos (sobre todo las estudiosas) de la violencia de género han oteado un nicho de mercado muy interesante: los adolescentes. La judicialización y la patologización de las relaciones humanas de pareja heterosexual, esta vez sólo en proyecto adolescente, continúa su avance. Ya a finales de los años cincuenta en América se habló de un tipo de relación de noviazgo juvenil o adolescente muy visceral y con un cierto grado de violencia bidireccional: la dating violence. Y lo han descubierto los vividores del género.

Efectivamente, durante el año 2015 hubo una fuerte campaña contra la violencia de género en las relaciones de los jóvenes y menores. Por su intensidad, su insistencia, su repetición en medios, marquesinas y redes sociales, la impresión causada es que se trataba de un terrible problema que, curiosamente y pese a su gravedad y dramatismo, era desconocido por la población. Sin haberlo percibido incluso los docentes que estamos permanentemente en contacto con los adolescentes, estos se maltrataban de una forma dramática. Pero no entre ellos de forma aleatoria. En este caso, el maltrato del que se nos informaba y prevenía, era del noviete varón a la chica. Lo decían una serie de estudios y encuestas encargados por organismos tan imparciales como la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y la Secretaría de Estado de Igualdad, organismos cuya existencia depende de seguir encontrando desigualdades y violencias de género. […]

La JUDICIALIZACIÓN Y CRIMINALIZACIÓN de los errores propios de una época de aprendizaje de las relaciones de pareja es una propuesta descabellada inherente a esta nueva versión de caballo de Troya para entrada a los centros. Los adolescentes se encuentran en una etapa de su vida de aprendizaje interpersonal nueva: las relaciones afectivo-sexuales. Están pasando de ser niños a ser adultos. Han de evolucionar del egoísmo infantil al respeto por los intereses del otro, ampliar su concepto del «yo» al «nosotros», aprender a respetar y a querer. Y es un proceso con ensayos y errores que la inmensa mayoría atraviesa con éxito. Precisamente las relaciones sentimentales de los menores son pruebas, suelen ser breves, no hay lazos económicos, familiares, de descendencia… es el momento del ensayo-error y de valorar hasta qué punto comportamientos agobiantes pueden destruir una relación. También han de aprender a defenderse, a manejar situaciones insatisfactorias, a negociar concesiones o exigencias en función de lo que les resulta importante o accesorio. Ni ellos ni ellas son tontos o incapacitados para aprender.

Si la judicialización de las relaciones de pareja es desaconsejable, salvo en casos extremos, en el caso de los adolescentes puede ser perfectamente prescindible y profundamente traumática. En los adultos hemos pasado de la lógica judicialización de una paliza a la criminalización de un insulto. Lo que antes se resolvía con unas palabras de disculpa se ha transformado, ya lo vimos, en que entren, como elefante en cacharrería de las relaciones humanas, lobbies feministas exigiendo linchamientos por maltrato, jueces, fiscales y una enorme tropa que termina con la pareja, su relación y el sentido común.

Con este tipo de campañas lo que se hace es interferir artificialmente sin que haya nada semejante a un delito, malogrando posiblemente ese aprendizaje mediante la introducción de elementos externos que en todo caso sustituyen a la familia, que es la que realmente debe aconsejar y formar a los menores en las relaciones humanas.[…]

Ya se ha adelantado algo sobre la AMPLIACIÓN DEL CONCEPTO DE MALTRATO con criminalización de sentimientos que los adolescentes han de aprender a controlar, las riñas, los celos, los insultos, el ansia de posesión del otro… Se convierte en denunciable la imperfección humana, no el maltrato, con la presunción de que puede suceder algo en el futuro. Porque esa ampliación del concepto de maltrato acaba incluyendo cualquier patinazo de las relaciones humanas: celos, enfados, mirar un móvil… cosas reprobables pero en absoluto delictivas y ni mucho menos detonantes de futuros maltratos ni destructivas de una personalidad. Es una falacia argumental equiparable a que, para salvar vidas se hace necesario destruir la presunción de inocencia.

Y se patologizan las consecuencias de esas imperfecciones de las relaciones humanas convirtiéndolas en delitos, pese a ser incidentales en la inmensa mayoría de los casos y, por ello, sin posibilidad de crear destrucciones o lesiones en la personalidad de la víctima. Pensar que la adolescente necesita llamar a un teléfono de ayuda para dejar de salir con un chico que «quiere saber siempre dónde está» es un planteamiento que olvida que, si está enamorada no lo hará, y si está harta, no necesitará intervención exterior porque lo que se expone como un drama de maltrato y como una violencia psicológica que incapacita para salir del círculo, no lo es. Pero la estructura de ayuda se monta porque esa era la finalidad: los fondos y los empleos asociados. Sólo hay que esperar a que se popularice su uso entre adolescentes enfadadas.

Si a alguien le queda alguna duda sobre el verdadero objetivo de esta campaña vamos a analizar la sorprendente DESAPARICIÓN DE LAS SITUACIONES INVERSAS, por corrupción de los datos de las encuestas y posterior manipulación de las informaciones públicas. En los anuncios, sabiendo la ínfima, casi nula, proporción de maltrato físico entre los chavales, aludían siempre al maltrato psíquico: al control de actividades y amistades… el espionaje al móvil aparecía como el colmo del maltrato.

Contra toda lógica, sólo se contemplaba el control ejercido del hombre hacía la mujer, cuando todos sabemos que no sólo la violencia física es bidireccional sino que la violencia psíquica es, además de bidireccional, el campo donde, por sus condicionantes cerebrales, la mujer se mueve como pez en el agua.

El primer paso fue hacer públicas unas estadísticas sobre el maltrato juvenil desde la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género con el título «Percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud». El campo de muestreo eran 2.457 jóvenes, aunque en muchas de las tablas que se presentan no coinciden las cifras. Los datos aparecen mal sumados dando resultados que van de los 2.457 encuestados reales a 2.454 e incluso 2.416. Aunque a efectos de resultados pueda no ser demasiado representativo, señala falta de rigor. Estos datos mal sumados se arrastran durante toda la encuesta.

El grupo de menores de edad (15-17 años) sólo son 428 encuestados, lo que es un grupo demasiado pequeño para sacar conclusiones, sobre todo en una encuesta que va a afectar a millones de personas, que va a tener implicaciones legislativas y a mover una enorme cantidad de fondos públicos. Pese a ello, lo que más llama la atención a lo largo de toda la encuesta es la similitud de datos entre hombres y mujeres, que de ninguna manera alarman respecto a las diferencias de percepción de violencia de unas y otros.

En cuanto a las manipulaciones en las preguntas, se evidencian varias de las críticas que Straus hace en este tipo de estudios que no buscan la verdad sino resultados acordes con los intereses previos de quienes los realizan. Por ejemplo, en la situación comparada entre la mujer y el hombre hay que elegir entre tres respuestas:

Mujeres igual que hombres

Mujeres igual o peor que hombres

Mujeres peor que hombres

No aparece la respuesta «mujeres mejor que hombres», eliminando esa posible percepción en los encuestados. Por otro lado, la respuesta ambivalente «igual o peor» es ambigua y puede utilizarse de una forma u otra en función de los resultados que se desean obtener. En este caso se suma a «mujeres peor que los hombres» para que el porcentaje de percepción de que la mujer está «peor» se incremente, lo que no es admisible en una encuesta que trata de ser imparcial.

Como el objetivo era llamar la atención en la violencia sobre la mujer y su aceptación de esta, se trató de aumentar el porcentaje de personas que consideran aceptable la violencia en algunas circunstancias por suma de dos respuestas diferentes. Las respuestas a elegir eran estas:

Totalmente inaceptable

Aceptable en algunas circunstancias

Algo inevitable que siempre ha existido

Señalar que la violencia es «algo inevitable que siempre ha existido» no implica que se acepte, como indicar que «el asesinato es algo inevitable que siempre ha existido» no significa justificarlo, ni aceptarlo. Sin embargo, para incrementar el porcentaje y la alarma de aceptación se suman las respuestas de ambos grupos y se explica que hay un porcentaje de jóvenes que acepta o considera algo inevitable la violencia. La interpretación en ese sentido aparece como sesgada.

Los grados de violencia que se proponen son muy amplios y los divide en tres apartados:

Mal ambiente en la pareja (gritos a los hijos o discutir delante de ellos…)

Violencia de control (controlar horarios, ropa…)

Violencia explícita (verbal y física), en la que se engloba desde «insultar o despreciar a la pareja» o «amenazar verbalmente» a «empujar o golpear en una discusión» u «obligar a mantener relaciones sexuales…»

Dependiendo de la forma en la que se analicen los resultados, la aceptación de la violencia va a ser mucha o poca, puesto que los encuestados respondían a los primeros apartados como «más aceptable» que lo que se mostraba en el último apartado. Si, como se hace en este caso, con una sola respuesta en «aceptable» o «inevitable que siempre ha existido» (por ejemplo, discusiones de los padres) se le incluye en el porcentaje de los que admiten la violencia, este porcentaje se dispara y se puede crear una alarma sobre el asunto.

Y eso es lo que se hizo para sacar titulares: considerar de la misma forma la aceptación de la violencia que el decir que «es inevitable y ha existido siempre», y considerar como aceptación de la violencia cualquier respuesta de las anteriores en el apartado de menor violencia, de forma que se daba como resultado un alto porcentaje de jóvenes admitiendo la violencia en las relaciones. Luego, pese a dar resultados muy semejantes con chicos y chicas en todos los apartados, pasa de considerar la violencia y su aceptación como algo bidireccional y semejante en ambos sexos a inferir que ellas aceptan más violencia y que son más víctimas de la misma, aunque nada en la encuesta señalaba semejante conclusión. Es decir, como ya se ha comentado anteriormente, puesto que pese a hacerse numerosos estudios, no hay forma de evitar que la violencia sea bidireccional, se realizan las estrategias denunciadas por Straus y se confía en la habilidad de la prensa subvencionada para tergiversar el asunto.

Aprovechando que nadie se iba a leer la encuesta con unos datos tan manipulados en sus preguntas y tan semejantes en ambos sexos, en algunos medios se habló directamente de violencia de género, en otros se comenzaba hablando de forma general de la violencia entre jóvenes para terminar dando sólo datos de mujeres y manipular al lector hacia una conclusión errónea de la forma más descarada aprovechando que se ha aceptado inconscientemente la «dominación patriarcal» y que los malos tratos sólo son a mujeres. Otros medios más escrupulosos daban los datos reales pero sacaban expertos para justificar que, pese a los resultados semejantes, las chicas son más víctimas y están más indefensas.

Con estos mimbres, se pone en marcha la campaña sobre violencia de género en las chicas adolescentes pese a que si hay algo que la inmensa mayoría de los estudios demuestran es que la violencia es bidireccional, e incluso que son algo más violentas las mujeres en su forma de encarar las discusiones. En la variedad de datos de los diversos estudios hay cifras tan alarmantes como que un 92,8% de chicos y un 95,5% de chicas admiten haber ejercido violencia psicológica contra sus parejas (INE 2016) o que hay un 48,4% de agresiones perpetradas por las chicas y un 38,5% por chicos en la pareja (Fernández G., O’Leary, Muñoz- Rivas, 2016), o bien que el 30,2% de las chicas y el 16,1% de los chicos se declaren perpetradores de agresiones físicas a su pareja (Fernández-Fuertes, Fernández) o que el 48% de los chicos y el 55% de las chicas declaran haber ejercido violencia física de algún tipo hacia su pareja (Sánchez, Ortega Rivera, Ortega, Viejo, 2008). Naturalmente, el porcentaje alarmante va a depender de lo que se amplíe el concepto de maltrato, agresión, violencia… en cada encuesta, pero lo que siempre se refleja es la bidireccionalidad de la violencia, se mida como se mida.

Cabe señalar que en el informe de Pradas y Perlés sobre resolución de conflictos de pareja en adolescentes (2012) se dice que «en términos generales las mujeres adolescentes tienden a manifestar un mayor uso de tácticas agresivas psicológicas y físicas leves que los hombres: discutir, amenazar, lanzar algún objeto, empujar, agarrar o abofetear».

Por todo ello resultaría asombroso que se pusiera en marcha una campaña de violencia de género adolescente, es decir, sólo con mujeres como víctimas, y se excluyera a los varones contra los datos reales y la lógica más elemental si no existieran razones económicas relacionadas con fondos europeos destinados a tal fin y que sólo es posible movilizar y repartir entre lobbies y grupos afines si se justifica esa causa, aunque en realidad sea poco relevante y no lleguen las ayudas a las escasas afectadas reales.

Ahora veamos cómo se manipulan en las noticias unos datos en los que ambos sexos dan porcentajes semejantes de presunta violencia ejercida y recibida y cómo se elimina a los varones como víctimas del maltrato.

Noticia 23-11-2015, El Mundo:

Titular: NUEVE DE CADA DIEZ ADOLESCENTES ADMITEN HABER EJERCIDO VIOLENCIA PSICOLÓGICA SOBRE SUS PAREJAS

Subtítulo: Según los datos del INE, 499 menores de 18 años fueron maltratadas en 2013 y requirieron medidas cautelares o una orden de protección. Los expertos insisten en la importancia de revisar la eficacia de los programas de prevención en esas edades. Cifras reales: El 95,3% de las chicas y el 92,8% de los chicos admiten haber ejercido violencia psicológica sobre sus parejas.

Manipulaciones: Aprovechan la indefinición sexual del plural genérico adolescentes y la refuerzan con la información de las maltratadas del subtítulo para inducir a pensar en el maltrato a mujeres. Mezclan las medidas cautelares de cualquier denuncia de violencia de género con las órdenes de protección para alarmar y finalmente mezclan el maltrato a mujeres con la revisión de los programas de prevención… sesgados a los roles de maltratada la mujer y maltratador el varón.

Las palabras de la «experta» en esa noticia en concreto garantizan, en caso de dudas o por si la manipulación que mezcla imprecisiones, prejuicios y sentimentalismo no ha funcionado, que el varón no necesita ayuda: Aunque ambos sexos se comportan así, la diferencia principal está en que ellas suelen minimizar estas conductas y verlas como normales mientras ellos las toleran algo menos.

En otras noticias simplemente se eliminan los datos de los chicos y se aprovecha el plural masculino genérico de los términos invariables en género «adolescente» o ”joven” para crear la confusión sobre el sexo de las víctimas al aportar unas cifras infladas y alarmantes que, sin embargo, corresponden a los dos sexos por igual. […]

Sobre el segundo caballo de Troya, el acoso, un problema que existe pero que se está magnificando interesadamente tanto en cantidad como en sus consecuencias, se va a intentar centrar en su gravedad real sin demagogias y engaños. Es muy difícil, cuando está en marcha una alarma social y la mayoría de las personas son víctimas de la manipulación sentimental que les impide admitir más datos que su sincera preocupación por el drama con el que les ha sobresaturado, llevar la contraria respecto a la importancia del asunto. Precisamente es parte del funcionamiento de las técnicas de presión social y de autocensura por lo extremadamente fácil que es descalificar como insensible, cruel e incapaz de sentimientos a la persona que disiente de la visión impuesta, y que inmediatamente toda la sociedad siga el linchamiento. La incidencia del bullying escolar descontando las riñas, es muy baja. En muchos casos, la percepción subjetiva del niño acosado hace que este viva con más angustia y gravedad la situación que como en realidad sucede. Esto no trata de quitar importancia al sufrimiento del menor acosado sino de admitir que los menores acosadores pueden vivirlo como un juego y no ser conscientes del sufrimiento que provocan. Muchas veces los maltratadores sólo son niños que se divierten molestando con bromas a un tercero, y a los que una reflexión o un castigo hacen recapacitar y abandonar el acoso. Otras veces son consecuencia de riñas previas en las que el examigo o examiga con quien se ha roto, forma un nuevo grupo que acosa al otro. Por ello, en la inmensa mayoría de los casos se resuelve con intervención de adultos cercanos y sin necesidad de intromisiones externas. En los casos donde hay personalidades que realmente disfrutan con el maltrato, hay que abordarlo de forma profesional y sin criminalizar al menor. La labor preventiva ha de hacerse desde una perspectiva amplia de aceptación e inclusión de todos y a través del propio profesorado, la educación en casa y, en todo caso, a través de profesionales sin intereses espurios o pertenecientes a grupos de adscripciones ideológicas claras, como el caso de la ideología de género. La labor mediadora de otros alumnos se muestra como la mejor forma de resolución de conflictos y de aprendizaje para los menores sobre mediación y acoso, y sólo sería necesario utilizar otros sistemas en casos especiales. Sin embargo, los talleres, cursillos, y actividades dramatizadas de rol y juegos están llegando a todos los centros desde colectivos ajenos a la educación, parciales e ideologizados para prevenir un solo acoso: el del menor LGTBI. El resto son como los varones y adolescentes maltratados: no existen.

Si bien la estrategia habitual sería la que se va a exponer seguidamente, en este caso, gracias a causas diversas, la ley ha venido antes que la trampa. Lo que hubiera sido previo a la legislación para facilitarla y justificarla, ahora va a servir como vaselina para la aceptación posterior de unas legislaciones que obligan a toda esa batería de cursos sobre la diversidad sexual y que prácticamente nadie sabe que existen, ni lo que significan en realidad.

Lo que nos toca vivir, y ya ha comenzado, es que nos empiecen a asustar con estadísticas desproporcionadas en las que muchísimos niños han sido acosados por el procedimiento ya conocido de bajar el listón del acoso a simples insultos entre compañeros. Se va a instrumentalizar el infortunado, y afortunadamente poco habitual, suicidio de menores. Se va a informar exhaustivamente sin miedo ni temor a que se generen comportamientos imitativos. En el caso de las muertes de mujeres a manos de hombres cada vez es más evidente que los casos, reiteradamente aireados, parecen hacer el efecto llamada sobre otros. Además, es muy posible que, cuando se suicide un menor se siembre la sospecha de que era acosado, haya o no la más mínima prueba de ello, por su identidad sexual o sus gustos sexuales. La posibilidad queda en la noticia y en la mente del lector y nunca se va a llegar a desmentir si no es necesario. Se va a gastar mucho dinero en campañas, planes de erradicación, estructuras para evitarlo, observatorios, organismos públicos… El pistoletazo de salida va a ser la liberación de fondos europeos utilizables en este problema, como en el caso de la violencia de género y la violencia adolescente. Poco a poco, el acoso se va centrar en el diferente sexual mediante la desaparición de los demás casos, de la misma forma que desparecen los maltratados varones. A la vista de la lacra de acoso a niños LGTBI, los lobbies homosexualistas van a exigir más campañas, dinero, cursillos de concienciación en los centros de menores y endurecimiento de medidas contra el maltrato al menor LGTBI.

Pero en este caso, como hemos dicho, ya hay leyes que obligan directamente a cursillos de aceptación plena de la diversidad sexual y de las relaciones homosexuales, que se están promulgando en muchas CCAA con el argumento de evitar la discriminación de las personas LGTBI. El problema no es la aceptación de las personas, que es incuestionable, sino la aceptación de comportamientos y la promoción de ese tipo de sexualidad. Por ello, en este caso, la magnificación de los casos de acoso homofóbico es sólo una estrategia para que a todos nos parezca bien lo que ya está decretado y todas estas imposiciones previas se consideren muy necesarias ante semejante «lacra social».

En realidad, como en el caso de la violencia contra las mujeres, el acosado no es el fin, sino el medio de acceder a los menores y obtener fondos, por lo que no pueden faltar ni maltratadas ni acosadas. Pese a esta evidencia, en este momento los talleres y cursillos «Contra la Violencia de Género», y «Contra el Amor Romántico» (como origen de esta violencia) en muchos casos asociados a la coletilla «Educación sexual» a fin de «limpiar» esa temática sexual y que se vea justificada por la evitación del maltrato, proliferan como hongos pese a que lejos de generar la no violencia promocionan la violencia soterrada y la incomprensión entre sexos. Y desde luego, la parte de educación sexual es la anteriormente vista, aliñada de desconfianza e instrumentalización del otro sexo: sin amor, pero con mucha promiscuidad. La posibilidad de una relación con el mismo sexo se presenta como forma aceptable, positiva y moderna de evitar los peligros diversos. Mientras tanto, los lobbies LGTBI se ofrecen para hablar desde la preocupación por el acoso escolar homofóbico, de la aceptación de las diversidades de género y la «normalización» (en su acepción de generalización) de este tipo de relaciones.

En los centros educativos se ofrecen a los equipos directivos a lo largo del curso, una gran cantidad de ofertas de cursillos de este tipo desde organismos públicos, fundaciones, asociaciones sin ánimo de lucro y empresas particulares. Adaptados a diferentes edades, dramatizados, en cuentos, con juegos interactivos y de rol…»

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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