Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 14)

Próxima ya la salida de la interminable situación de alarma, parece que alcanzamos el momento de centrar el pensamiento en las secuelas remanentes de los tejemanejes aplicados.

De entrada seguramente viviremos con una mezcla de temor y de esperanza en la que el temor será cosa segura, mientras que la esperanza no tendrá fecha para hacerse certeza. Y prueba de ello será que seguiremos con la incómoda impresión de que en cualquier momento – a poco que nos distraigamos – puede colarse en nuestro cuerpo el virus portador de la muerte. Quiero decir que seguiremos viviendo el día a día sumamente incómodos, dado que la tragedia se mantendrá en el aire y nuestra preocupación subsistirá en cualquier lugar o actividad posible. De ahí que ya de entrada parezca asegurado que la “nueva realidad“, lejos de ser más grata, resulte en el fondo más incómoda.

En cuanto a la situación política habrá que ver el rastro que nos dejan las decisiones que tomó un gobierno que aprovechando el estado llamado “de alarma” no sólo promovió un ambiente conforme a los deseos del socio comunista, sino que movería sin recato sus peones para copar determinados puestos clave y hasta pervertiría sus funciones. Todo ello con el objetivo expreso de acabar desmontando nuestro sistema constitucional y democrático incluidas la Monarquía y la Justicia. Así que habrá que ver si aquellos trapicheos con el independentismo previos a la declaración de la pandemia resultan afectados por el desprestigio de sus líderes y del propio gobierno, o bien por el contrario, se ven beneficiados por el principio, definitivamente establecido, del “cuanto peor, mejor”.

En el terreno social y económico la “nueva realidad” consistirá en un hundimiento sin precedentes del trabajo cuyos efectos tardarán en subsanarse y exigirán, para ser superados, un largo periodo de esfuerzos conjuntos del gobierno y de los empresarios, amén de un decidido apoyo de los europeos, es decir, de unos socios que impondrán determinadas condiciones difícilmente compatibles con los deseos de un gobierno de gustos caribeños.

En cuanto a las costumbres sociales adquiridas durante el periodo de obligada convivencia en soledad podemos dar por seguro que, si bien habrán favorecido la posibilidad de aplicar procedimientos nuevos de relación en el trabajo y una mejor conciliación de la vida social y laboral de las familias, también podrán suponer, en el aspecto negativo, la perdida de puestos auxiliares. He aquí otra circunstancia  interesante.

También queda por ver hasta que punto las nuevas costumbres adquiridas han dejado una huella permanente: si ésta desaparecerá al intentar recuperar tiempos pasados. Pues si es posible que aquéllas dejen como herencia un reforzamiento de los vínculos sociales tras las ruidosas demostraciones de solidaridad con el vecino, también pudieran quedar tan sólo como el simbólico recuerdo de una curiosa situación vivida. Y se cuestionará seguramente la supervivencia de determinados espectáculos de masas que implican un excesivo peligro de contagio. Sentido en el cual tampoco se puede descartar que se plantee la eliminación de expresiones de cariño, o que se monten campañas sanitarias que reduzcan la posibilidad de transmisión de un virus. En este sentido será difícil que perduren, por ejemplo, los besos en la boca tan frecuentes en el cine, y es posible que preocupe algo tan evidente como que el aire respirado procede con frecuencia de la respiración de otras personas.

En fin, no deberemos olvidar que, sobre todo, tendremos que pensar en detenernos a hacer examen de conciencia para determinar hasta qué punto un estado de alarma indeseable ha sido aprovechado con fines partidistas: es decir, hasta qué punto se han dado ya los primeros y decisivos pasos necesarios para tergiversar y herir de muerte nuestro sistema constitucional, antes tan elogiado.

Sí señores. Será preciso andarse con cuidado, porque “la nueva realidad” tiene pinta de ser “la nueva crisis”.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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