Lo que pueden contar unas fotografías

Por Javier Pardo de Santayana

(La pradera del Rebaño, luz de luna. Óleo de Millet)

Creo haber contado ya que ando ocupado con la recuperación de antiguas diapositivas difícilmente utilizables por no encontrarse proyectores ni lámparas para mostrarlas, cosa que también intento hacer con las películas de 8 milímetros que ustedes recordarán seguramente.

En esa ocupación me hallaba hace unos días cuando tropecé con una foto cuyas indicaciones señalaban que se trataba de una vista del “primer reactor nuclear”. Así de claro. Y la sucinta información añadida por mí mismo en su momento – se trataba del 65 – detallaba que el lugar tenía el nombre de Oak Ridge, Tennessee, coincidente con el de otras fotografías referidas a un “Museo de Energía Atómica”. Así que me lancé a investigar en google acerca de aquel sitio al que llegué desde donde vivía, que no era otra que Huntsville, Alabama, la sede del proyecto Apolo con Werner von Braun a la cabeza.

Entonces caí en la cuenta que, efectivamente, en aquella excursión en que saqué la foto había tenido la ocasión de conocer un lugar clave en la investigación nuclear que estaba en marcha. Quiero decir con esto que me di cuenta de que en mis dos últimos cursos en Estados Unidos había vivido extraordinariamente cerca, no sólo de quienes en aquellos años hacían historia con sus investigaciones sobre el inmenso espacio para ponerlo a nuestro alcance, sino también de quienes escudriñaban lo infinitamente diminuto en la impalpable pequeñez del átomo, allá donde se esconden inmensas fuerzas que son utilizables para el hombre.  Y de que, si tuve la ocasión de oír incluso las sonoras pruebas del Saturno que llevaría a Amstrong, Aldrin y Collins a la Luna, también tendría la posibilidad de ir de excursión al corazón mismo de la investigación sobre la fuerza atómica; todo esto en un modesto rincón de Norteamérica, lejos de Nueva York o de Los Angeles.

Ahora me enteraría con todo detalle de que Oak Ridge sería una de las ciudades llamadas “fantasmas” creadas en su día por los norteamericanos para desarrollar un ambicioso programa nuclear. Hermana suya sería entonces la ciudad de Los Álamos, sita en Nuevo Méjico, donde los sabios desarrollarían nada menos que “la bomba atómica”. (Por cierto, sería precisamente en  Nuevo Méjico – campo de tiro de Mac Gregor – donde los artilleros españoles lanzaríamos por primera vez un misil antiaéreo y acudiríamos anualmente  para probar nuestra destreza).

Pues bien, según acabo de enterarme, en Oak Ridge trabajaron y vivieron Wagner y Weinberg, los dos científicos que abrieron camino a la investigación que permitiría domeñar la inmensa  energía de la fuerza atómica para aplicarla en las centrales nucleares. Y en Oak Ridge sigue aún ubicado el Laboratorio Nacional de Ciencia y de Tecnología.

También descubro entre mis fotos del 65 las de otro museo interesante, éste ubicado dentro del Redstone Arsenal, cuna de los misiles norteamericanos –  cuando era vecino del Centro de Vuelos Espaciales George Marshall, sede de los proyectos “Mercury” – orientado a poner un hombre en órbita – y “Apolo”, para hacerle posar sobre la Luna. En ella reconozco detalles que recuerdan aquellos días en que seguí de cerca muchos descubrimientos asombrosos, como la foto del chimpancé “Ham” – que probaría los efectos de las aceleraciones y deceleraciones del cohete -, o los nombres de Shepard y de Grissom, antecesores de un John Glenn en órbita, y de los demás  que permitieron la posterior hazaña, solo cuatro años después de hacer la foto, de poner el pie en nuestro satélite.

Así que con unas y otras fotos y recuerdos llego a la conclusión de haber vivido desde muy cerca y en muchos aspectos y ocasiones momentos estelares de la Historia. Todo ello sin apenas darme cuenta, es decir, como algo natural, ya que nosotros estábamos también haciendo historia para nuestra Artillería y nuestro Ejército en un ambiente plagado de emociones: entre indios apaches y cherorkees, osos de las Montañas Humeantes y baños en el Golfo de Méjico o en las aguas de nuestro vecino el Tennessee.

Emociones y descubrimientos que ahora rememoramos y que en su día también nos sumergieron en el fragor de Nueva York o en la solemnidad de Washington, para acabar con el fragor del Niágara sentido en los oídos desde el propio borde de la catarata.

He aquí toda una lección de Historia y Geografía en un montón de fotos rescatadas.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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