Distancias y normalidades

Por Javier Pardo de Satayana

(Viñeta de Nieto en ABC el pasado 30 de junio)

“Mantener la distancia social”: ésta es la frase constantemente repetida por nuestro gobierno. Y de verdad que me parece sorprendente; tanto que no me cabe en la cabeza por mucho que nos digan. Y menos viniendo  de un gobierno que se autocalifica “de progreso”.

He de aclarar que hablo varios idiomas – cuatro si no me equivoco – y además soy de Valladolid, o sea que aprendí a hablar en el exigente castellano de mis queridas monjas teresianas. Y tuve como profesores de Lengua Española en el bachillerato a varios escritores conocidos, tanto en el Instituto de San Isidro de Madrid, en cuya historia abundan personajes ilustres, como en el Instituto de Lisboa, donde fui alumno de don Adolfo Lizón – autor de “Gabriel Miró y los de su tiempo” o de los “Cuentos de la mala uva”, que él me regalaría por considerarme un “escritor nato” –  y también de don Eugenio Asensio Barbarín, tenido por “el gran sabio en cuestiones humanísticas y literarias de la segunda mitad del siglo XX” (Wikipedia).  O sea que cuando oigo a alguien expresarse en castellano y decir algo sorprendente suelo tener razón al asombrarme de que la gente no se asombre*.

Por ello no puede dejar de sorprenderme que se nos incite a nosotros, españoles, a “mantener la distancia social”. Quiero decir con ello que no puede dejar de asombrarme el que mis compatriotas no hayan saltado de sorpresa al escuchar esta frase pronunciada por quienes presumen de su condición de paladines de la igualdad social por la que luchan. Y es que predicar que se mantenga la “distancia social” como norma obligada para los ciudadanos es, para cualquier español, asegurar que los ricos sigan siendo ricos y los pobres no dejen de ser pobres: algo que me parece incomprensible en todo caso pero aún más cuando proviene de quien viene. De aquí que ver que la gente no se indigna oyendo esta propuesta que literalmente tira por los suelos lo que ellos mismos predicaron, es cosa que me resisto a comprender por ser ya de por sí contradictoria.

Claro que llueve una vez más sobre mojado, por cuanto lo que ellos mismos presentaban como un ejemplo de traición a sus ideales – esto es, el renegar de sus orígenes abandonando el modesto barrio en que vivieron para trasladarse a otro habitado por gente adinerada –  no duraría mucho cuando tocaron el poder, y ahí tienen a su principal representante ocupando puestos de gobierno desde el confort de un casoplón celosamente custodiado por una legión de policías y de guardias civiles y con la doble fuente de financiación que proporciona la previa colocación en un flamante puesto de gobierno de lo que ahora es conocido por “pareja”. Es decir, la operación redonda.

Y digo yo que se necesitan tragaderas para acuñar una expresión que suena a contradictoria en labios de quienes airean permanentemente el latiguillo no de mantener la distancia social sino cargársela. Así que parece del género suicida definir con esas palabras lo que debiera haberse definido como una “distancia de seguridad” con el vecino, algo perfectamente distinguible de lo que de entrada la frase nos sugiere dando lugar a un equívoco evidente que no es sino una muestra de la ignorancia y cursilería intelectual que ha conducido a definir la situación instaurada por nuestro gobierno tras la aplicación de un “estado de alarma” como “nueva normalidad” cuando se trata de todo lo contrario, esto es de una evidente “nueva anormalidad”. Pues anormalidad es vivir con una mascarilla a modo de bozal, una economía bajo mínimos, un paro insostenible y unas colas eternas para recibir ayuda alimentaria.

Hablamos, pues, de una broma de mal gusto y un nuevo desprecio de la inteligencia, amén de una cursilería insoportable que edulcora las penosas situaciones reales mediante frases amañadas para ver si una vez más nos las tragamos: un quiero y no puedo de expresiones cuidadosamente retocadas con el convencimiento de que la mayoría de los españoles las repetirá sin darse cuenta de que una vez más nos engañan y no nos enteramos.

Lejos de mi la intención de presumir de currículo o de algo parecido, pues lo que estos datos pretenden solamente es evitar que pueda ponerse en duda mi capacidad para juzgar sobre determinadas expresiones utilizadas por la clase política española.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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