Los lunes, revista de prensa y red

“100 años de Legión”, de Antonio Burgos, “Los falsos estadistas”, de Jorge Brugos y “Christopher Dawson: «Hacia la comprensión de Europa»”, de José Manuel Grau Navarro

(Viñeta de Caín en La Razón el pasado día  22)

100 AÑOS DE LEGIÓN

Artículo de Antonio Burgos publicado en ABC el pasado día 20

Hoy se celebra el centenario de la fundación de la Legión por decreto del Rey Alfonso XIII. Se celebra, pero poquito. Yo diría que lo mínimo, con un acto que presidirá el Rey Felipe VI como comandante supremo de las Fuerzas Armadas en el campamento «Álvarez de Sotomayor» de Viator (Almería). Me imagino lo que en cualquier otro país con unas Fuerzas Armadas tan democráticas como las nuestras hubieran organizado al cumplirse los cien años de una de sus unidades más legendarias, heroicas, singulares, con tantos servicios prestados a la nación. Aquí, por el contrario, parece que todo lo que suena a Legión es facha; de ahí que no haya habido precisamente entusiasmo en el Gobierno ni en el Ministerio de Defensa a la hora de organizar unos actos que deberían haberse prodigado a lo largo del tiempo y por todo el territorio de la nación, para devolver al menos a la Legión lo mucho que ha hecho, que hace y que seguirá haciendo por España.

No me consta, pero me lo huelo. En la secreta hoja de ruta que la coalición social-comunista de Gobierno tiene para acabar con todo lo que hasta ahora entendíamos por la España democrática salida de la Constitución de 1978, y que nos ha traído los años de mayor prosperidad, debe de haber un apartado que determine que debe relegarse al mínimo el papel de las Fuerzas Armadas dentro de la vida de la nación. Últimamente, el Covid les ha venido de perlas a estos efectos. Argumentando las actuales circunstancias de emergencia sanitaria, los actos del Día de las Fuerzas Armadas que celebrarse suelen en mayo, en torno a la fiesta del Santo Rey Fernando III, fueron reducidos al mínimo. Y, por supuesto, suprimido el tradicional desfile de esa fecha. Como ya se ha anunciado que, argumentando los mismos socorridos argumentos, no habrá desfile alguno el próximo 12 de Octubre, día de la Fiesta Nacional, de la exaltación de los valores patrios que en tan buena parte representan los Ejércitos, la Armada y la Guardia Civil.

En este clima, ¿cómo quieren que el Gobierno vaya a conmemorar nada de la Legión, si la Legión es facha? Parece que les fastidia la simpatía popular que desde hace cien años despierta el que con el teniente coronel Millón Astray comenzó como Tercio de Extranjeros, y que es hoy una de las unidades de élite más avanzadas y preparadas de nuestras Fuerzas Armadas. La Legión, el intransferible espíritu de la Legión, representa precisamente muchos de los valores que se quieren destruir y borrar de España. No están los tiempos para exaltar el significado del sacrificio, de la entrega, de la disciplina, de la obediencia, del espíritu del honor, comunes a las Fuerzas Armadas y especialmente distintivos en la Legión. Parece que fastidia cuando en un acto castrense público en el que participan diversas unidades, es la Legión, con la Guardia Civil, la unidad más aplaudida. ¿Qué se aplaude? Pues toda la España, toda la historia de entrega a la Patria de la Legión y de los caballeros del chapiri que la integran. ¿Caballeros? ¿Pero habrá algo más rancio que la caballerosidad? Eso ya no se lleva.

Y parece, además, que, lejos de celebrar sus gloriosos primeros 100 años, se quiere borrar la historia de la Legión, la valentía de sus caballeros, la entrega hasta la extenuación de sus Tercios. Se quiere olvidar la sangre que derramó en las guerras coloniales de Marruecos y, por qué no decirlo, en la guerra de España, Hablando de sus legionarios, Millán Astray escribía: «He procurado seguir el camino del amor a Dios, el del culto a la Patria, al honor, al valor, a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la caridad, al perdón, al trabajo y la libertad con justicia, o sea, el camino de los caballeros». «Con razón o sin ella», les fastidia que la Legión sea esa escuela de patriotismo y de servicio de España. No salvan ni la cabra.

Artículo en: http://www.antonioburgos.com/abc/2020/09/re092020.html

LOS FALSOS ESTADISTAS

Artículo de Jorge Brugos publicado en Actuall el pasado día 22

Todo lo que no sea combatir a los verdaderos enemigos de España no es ser estadista, sino ser un irresponsable. Pablo Casado con su buenismo provocado por los complejos estimulados por el ala más aguada de su partido, cae en la lealtad inmerecida a Pedro Sánchez.

Recuerdo cuando un exalcalde socialista de Alicante me telefoneó para amenazarme tras haberme referido en un artículo a sus conductas delictivas sentenciadas judicialmente y Miquel González, director del periódico Alicante Plaza, me llamó minutos después para tranquilizarme además de felicitarme con un “si molestamos, es que algo estamos haciendo bien”. Han trascurrido muchos meses y esa conversación, así como mi interlocutor, han pasado a representar un modelo de independencia insumisa hacia todo tipo de prejuicios o complejos.

Miedo a las apariencias del que no parece desprenderse parte de la oposición al Gobierno de España. Pretenden criticar al Ejecutivo con discursos amedrentadores estériles diseñados para envolverse en el atributo de estadistas. Están diezmados por los complejos hacia lo que representan, por el resquemor aparente hacia lo que dicen defender. Amparo de unos ideales que se hace en ocasiones con cierto reparo, con temor a ser acosado como si lo que se dijera fuera mentira a sabiendas de las verdades escondidas en el discurso promulgado por los sectarios.

Figuras del PP me confiesan su preocupación ante el sosiego de su líder a la par que afirman con resignación que no será presidente del Gobierno

Incluso algunos liberales se han llegado a pavonear de haber sido alabados por radicales de izquierdas. Lo digo por el presunto liberal Álvaro Martín, un pupilo que hace algunos días compartía orgulloso que Antonio Maestre, uno de los mamporreros mediáticos de la izquierda, le había citado junto a Malena Contestí certificando a ambos con el carné de liberales. Vaya panorama. Como un servidor le dijo al propio Martín, me daría vergüenza ser liberal y que me nombrara para bien un sectario intolerante.

No se enteran de la película… Aunque es difícil pillarle el hilo a la historia cuando ni algunos personajes como Malena Contestí saben dónde ubicarse ideológicamente. Si hace no tanto tiempo la exdiputada defendía con uñas y dientes a Vox desde el escaño ahora a golpe de tweet o compadreando con Gabriel Rufián se dedica a despotricar contra antigua formación como si hubiera tenido una iluminación mariana desvelándole los males del proyecto de Abascal. No hay quien se lo crea. Más que ante una disidencia programada estamos ante una cuadrilla de ingenuos embriagados de protagonismo que aprovechan cualquier ocasión para darse bombo, aunque renuncien a sus principios.

Valores de los que parece haber apostatado Pablo Casado. Figuras del PP me confiesan su preocupación ante el sosiego de su líder a la par que afirman con resignación que no será presidente del Gobierno. No pisará la Moncloa como inquilino porque pese a que parezca estar siguiendo los pasos de Mariano Rajoy, -él que ascendió al poder aupado por los errores de ZP-, a diferencia de su antecesor, su formación tiene que enfrentarse a la división del voto de la derecha además de a la destrucción de España tal y como la conocemos. Desgraciadamente, -pido disculpas por haberme equivocado al señalar únicamente a Pablo Iglesias como el peligro para nuestro sistema-, Pedro Sánchez también anhela hacer de nuestro país una caricatura de lo que era. Como señala el periodista Álvaro Martínez en su artículo en ABCSánchez ya ha elegido bando, el presidente del Gobierno no deja de cortejar a Bildu recibiéndole en salones alfombrados mientras desprecia a Casado demorando los encuentros con el líder de la oposición.

Desaire manifestado también hacia Ciudadanos, una formación enfrascada en una especie de esquizofrenia política en la que sus dirigentes critican sin cesar al ejecutivo central mientras Inés Arrimadas no deja de intentar cortejar a Sánchez ofreciéndole sus votos para los presupuestos a pesar de que el Gobierno manifiesta un desprecio constante hacia su grupo. La cantinela naranja me recuerda al típico despecho contradictorio en el que el ultrajado critica con desdén al que ha cometido la traición, pero en el fondo continúa escondiendo detrás de ese rencor cierta admiración hacia el otro. Ciudadanos es el pagafantas de Sánchez. 

Lealtad inmerecida en la que cae también Pablo Casado con su buenismo provocado por los complejos estimulados por el ala más aguada de su partido. Corriente conciliadora que no se entera de que va la vaina encendida por Sánchez y su banda. Fiesta en la que no cabe la España democrática que conocemos, ya lo estamos viendo con el engendro de la ley de desmemoria antidemocrática o con las últimas declaraciones de Pablo Iglesias en las que ha vuelto ha enarbolar una III República. Planes mortales para nuestro sistema en los que no caben medias tintas o amagos de estadista servil al Gobierno, porque en una situación como la que estamos viviendo, los verdaderos moderados somos los que defendemos la permanencia del régimen del 78.

Todo lo que no sea combatir a los verdaderos enemigos de España no es ser estadista, sino ser un irresponsable. Temeridad emanada del miedo a ser linchados por expresar unas ideas libremente. Persecuciones ejercidas a políticos como Isabel Díaz-Ayuso, que está sola ante la maquinaria mediática diseñada por los sectarios ante el carácter pusilánime de un Pablo Casado que ha confinado a su conciencia para llegar al poder. Poder, que de perderlo la presidenta de la Comunidad de Madrid el siguiente en caer será él.

A ver si así despierta y se da cuenta de que si no lucha ni por sus compañeros de partido… ¿Cómo va a defender a todos los españoles como presidente del Gobierno?

Artículo en: https://www.actuall.com/democracia/los-falsos-estadistas-por-jorge-brugos/

CHRISTOPHER DAWSON: «HACIA LA COMPRENSIÓN DE EUROPA»

Artículo de José Manuel Grau Navarro publicado en Nueva Revista el pasado día 21

Una de las razones para leer “Hacia la comprensión de Europa” (Ediciones Encuentro, Madrid, 2020) es que ayuda a ver nuestro continente no como fruto de decisiones políticas y económicas, sino principalmente desde el prisma cultural, es decir, espiritual. Sin esa óptica no se puede explicar que Europa, centro de la civilización mundial a finales del siglo XIX, gestara dos guerras mundiales, sistemas totalitarios y horrores como el Gulag y Auschwitz en el siglo XX.

Para el historiador británico Christopher Dawson (1889–1970) «Europa es una comunidad de pueblos que participan de una tradición espiritual común, que tuvo sus orígenes hace tres mil años en el Mediterráneo oriental y que ha sido transmitida de siglo en siglo y de una a otra raza hasta llegar a extenderse por todo el mundo» (p. 47). La tradición, en conjunto, no puede identificarse con el continente europeo. «Ha entrado en Europa y se ha expansionado más allá de ella, y lo que llamamos “Europa” en el sentido cultural es, en realidad, solo una fase de su amplio desarrollo» (p. 47).

Dawson pone de manifiesto que Europa se desmorona por no ser fiel a sus raíces culturales y espirituales, porque el humanismo ateo, en su búsqueda de una utopía mundial, acaba siendo un humanismo inhumano. Dawson, pues, propone que Europa ha de entenderse no tanto como una entidad política sino como una comunidad cultural de valores.

¿Pero sobreviven los principios morales sin algo parecido a la fe? No es seguro, según Dawson, debido a la falta de confianza en la propia cultura y a la pérdida de confianza en la razón. A lo que añade el historiador George Weigel, en el prólogo al ensayo de Dawson, que los signos de la actual crisis moral de esta civilización se ven, de forma dramática, en la caída de población en Europa y en que Europa está modelada por una forma de ateísmo. Europa se enfrenta, en el siglo XXI, al «ser o la nada». Puede quedarse en una extensión del mundo árabe.

Dawson escribió Hacia la comprensión de Europa en plena Guerra Fría, poco después de la Segunda Guerra Mundial. Pero sus observaciones y sus enseñanzas son tan acertadas entonces como ahora, como cuando profetizaba: «La presente división de Europa es tan reciente y tan artificial que es difícil creer que este sea su aspecto definitivo» (p. 63). El motor de su pensamiento estriba en que «cualquiera que sea la causa última de esta crisis, es cierto que es una crisis espiritual, ya que representa el fracaso del hombre civilizado para dominar las fuerzas por él creadas» (p. 25).

Dawson se pregunta cómo se podrá preservar la inteligencia orientadora de la cultura y salvar las tradiciones espirituales de Europa. Una de sus respuestas es la educación. Quizá la forma tradicional de la educación clásica sea anticuada y ya no pueda proporcionar un elemento cultural unificador. «Pero el hecho de que la educación clásica ya no cumpla su propósito no significa que la cultura pueda prescindir por completo de tal elemento unificador, o de que este pueda encontrarse en un terreno puramente técnico» (p. 29). Al contrario: «Cuanto más extendamos el campo de la educación, más necesario resultará disponer de algún principio de cohesión que contrarreste las tendencias centrífugas de la especialización y el utilitarismo». Una parte de la solución sería, afirma Dawson, «encontrar los factores constructivos de la comunidad europea y hacerlos la base de nuestro estudio» (p. 34). Aprender más y mejor la asignatura de Historia.

Otra de las respuestas de Dawson es profundizar en la comprensión del concepto de Europa, porque «aunque en las conversaciones internacionales el concepto de Europa se ha dado ordinariamente por supuesto, sin embargo, rara vez se ha definido, y, cuando se ha hecho, ha sido generalmente de un modo superficial» (p. 67).

El olvido del mundo del espíritu es devastador, en opinión del que también fue profesor en la Universidad de Harvard. «La Europa protestante se basaba en la Biblia y el catecismo» (p. 30), mientras la Europa católica se fundaba en la liturgia, el arte y el drama religioso, que «hacían que la Iglesia fuera prácticamente la escuela del pueblo» (p. 30). En ambos casos, «la Iglesia proporcionaba un sistema de creencias y de normas morales comunes, así como los arquetipos de la historia universal y de la historia sagrada, que constituían la base de su mundo espiritual» (p. 30).

Sin el espíritu, la cultura se convierte en «una abstracción refinada, en vez de expresar una tradición viva que anima el conjunto de la sociedad, unificando el presente y el pasado» (p. 31). La absoluta separación entre la religión y la cultura tuvo su origen en «el encono de las divisiones internas de la Cristiandad y, en parte, en el temor de que los valores trascendentales y divinos del cristianismo se pusieran en peligro por su identificación o asociación con los valores humanos y relativos de la cultura» (pp. 31-32). Estos factores comenzaron a fermentar mucho antes de que la cultura europea se secularizara. «Ambos se originaron en el periodo de la Reforma, y fue Martín Lutero, específicamente, quien instituyó el dualismo teológico de la fe y las obras, en una forma tan decisiva, que no dejó lugar para ninguna concepción positiva de una cultura cristiana, tal como hasta él se había aceptado sin dar lugar a dudas» (p. 32). Hegel, luego, además, justificaría la guerra.

Es esencial considerar «que la comunidad cristiana del pasado no fue un ideal piadoso, sino un hecho jurídico que proporcionó la plataforma de la organización social de la cultura de Occidente» (p. 35). Subraya Dawson: «Cualesquiera que sean nuestros puntos de vista religiosos y filosóficos, no tiene justificación el hecho de descartar una serie de factores históricos, porque no estamos de acuerdo con las creencias e ideales que se relacionan con ellos» (p. 37).

Dawson no olvida el peligro del nacionalismo: «La influencia del nacionalismo moderno ha contribuido a que todos los pueblos de Europa insistieran en sus matices diferenciales, en vez de hacer que se atendieran a lo que más les unía» (p. 31). No es necesario irse a las disparatadas teorías racistas alemanas. «Pasando por alto todas estas extravagancias, todavía tenemos el hecho básico de que la educación moderna, en general, enseña a los hombres la historia de su país y la literatura escrita en su lengua como si estas materias fueran unidades completas y no partículas de una entidad superior» (p. 31).

Tras las guerras mundiales del siglo XX se ha asestado un golpe tan serio a «la confianza y la suficiencia de la cultura occidental y sobre la creencia en el progreso, que era tan firme durante el siglo XIX, que el hombre tiende a pasar al extremo opuesto; en realidad el mundo moderno está experimentando la misma clase de peligro que fue tan fatal al mundo antiguo: la crisis que Gilbert Murray, en su obra Cuatro etapas de la religión griega, califica de “agotamiento de la vitalidad“» (pp. 31-32).

Europa, en las últimas décadas, ha jugado frente a terceros solo la carta de la al parecer mayor eficacia económica y política con su unidad. Sin embargo, dice Dawson, únicamente «podemos comprender a Europa, en su desarrollo histórico, por medio del estudio de la cultura cristiana, pues ella forma el centro de todo proceso y fue bajo el signo de la Cristiandad como Europa tuvo por primera vez conciencia de sí misma en cuanto comunidad de pueblos poseedores de valores morales y objetivos espirituales coparticipados» (p. 47). El problema europeo no puede resolverse «por medio de un tajante proceso de reorganización económica y política que conduzca a una unidad federal, a unos Estados Unidos de Europa semejantes a los Estados Unidos de América; pues Europa no posee ni el lenguaje común ni la tradición política común, que han desempeñado un papel tan esencial en el desarrollo de los Estados Unidos y Rusia. Europa debe su carácter único al hecho de que es y ha sido siempre una comunidad de naciones» (p. 236).

Concluyendo: «La última palabra en los problemas humanos siempre pertenecerá al poder espiritual, que trasciende tanto el orden de la naturaleza como el orden de la cultura y proporciona a la vida humana su significación y su finalidad definitivas. Solo mediante el nuevo descubrimiento de este poder y de la restauración de la relación triple entre los fines espirituales, los valores morales y la acción social es como Europa podrá superar su crisis cultural presente, debida ante todo a la contradicción entre el desarrollo del poder técnico y la pérdida del propósito espiritual» (p. 237).

Artículo en: https://www.nuevarevista.net/destacados/christopher-dawson-hacia-la-comprension-de-europa/

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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