Esforzándonos por minusvalorarnos

Por Javier Pardo de Santayana

(Gerona. Acuarela de Álvaro Castagnet)

Permítanme que diga que cada vez me extraña más el silencio de la Real Academia Española respecto al desbarajuste producido en nuestro idioma por la invasión de expresiones y términos ingleses y la actitud pasota de quienes definieron su responsabilidad como la de limpiarlo, fijarlo y hasta “darlo esplendor”. Nada más propio y necesario en nuestros días, pero que no parece aplicarse  en todo caso.

Imagino lo que debiera sentir un académico consciente de lo que de él se espera viendo el panorama que se encuentra más que perceptible en cualquier conversación entre españoles. Y no sólo entre la gente joven, que transmite la impresión de que ya simplemente desconoce la versión española de lo que trata de expresar.

Usted pensará seguramente que fenómenos como éste son imparables y ante ellos no cabe dar normas ni reglas sino resignarse y acabar admitiéndolos en nuestro diccionario. Pero uno tuvo una  experiencia parecida con una unidad militar totalmente formada e instruida en Norteamérica – la primera de la historia que empleaba misiles antiaéreos – en la que nos esforzamos en buscar el vocabulario pertinente y propio en nuestro idioma. Así que aunque comprenda que nuestra situación daba más facilidades para hacerlo que la que se da, por ejemplo, en los grandes almacenes y tiendas españolas, entiendo que una organización tan prestigiosa como la Real Academia bien pudiera hacer algún esfuerzo por influir de alguna forma parecida. Por ejemplo, movilizando sus brillantes firmas para recordarnos el tesoro que tenemos, y abriendo los ojos a la gente sobre lo ridículo que es suponer que quienes hablamos el idioma de Cervantes no somos capaces de encontrar los términos precisos para expresar con la palabra lo que deseamos transmitir a los demás

Fíjense ustedes en el curioso hecho de que, más allá de las conversaciones de los jóvenes, este fenómeno de la invasión lingüística se observa incluso en un lenguaje silencioso como es el de las camisetas. Sí; de esas “camisetas parlantes» que dicen frases contundentes que pretenden ser agudas, “quedonas», ocurrentes e incluso filosóficas, y que se suponen dirigidas a personas con experiencia de la vida y con capacidad de discernir tunos términos ingleses que a veces tienen un doble o triple filo.

Otro caso de invasión será, naturalmente el que observamos en los grandes almacenes, donde, mientras se intenta convencer y atraer a los turistas visitantes, se olvida o menosprecia a los autóctonos. Así que se producen situaciones tan poco comprensibles y tan chuscas como encontrar un establecimiento cuyo rótulo intenta atraernos con un “Never Trust” que parece, por el contrario, destinado a convencernos de que no debemos entrar allí así nos maten. Lo que me lleva a pensar que una cosa es hacer un gesto amable a quienes nos visitan, y otra inundar los escaparates y los rótulos con nombres y expresiones extranjeras. O sea que estamos sin querer favoreciendo que no nos respeten lo que deben; que es ya patente la necesidad imperiosa de que alguien por fin haga un esfuerzo por que se nos reconozca como ciudadanos de uno de los grandes países de la Historia; esto es, con personalidad y con cultura propia.

Pero no es sólo eso, puesto que este desastre alcanza ya también a la pronunciación de nuestra lengua oficial. Ahí tienen ustedes el uso por los propios españoles – incluso en la televisión estatal – de sonidos que en nuestro idioma son inexistentes. Hasta este punto se descuida. O sea que no parece que nuestros gobernantes y quienes se suponen vigilantes estén sintiéndose obligados a guardar cuando menos la coherencia que impone un mínimo sentido de la lógica .

En tal sentido me refiero, por ejemplo, a la asombrosa aparición, en boca incluso de los presentadores de la televisión estatal, de ciertos sonidos hasta ahora inexistentes, como el de la ge de Girona, o sea de la Gerona de toda la vida, como si fuera una especie de “y griega” o de la “elle” pronunciada a la manera de algunos españoles (desde luego no vallisoletanos). Lo que da lugar a un hecho tan curioso como la incorporación admitida al castellano de un sonido que solo se utiliza para una única palabra.

Y aún, para terminar, añadiré otro ejemplo. Se acaba de constituir un nuevo ente bancario español – el mayor según parece – que toma el nombre, mire usted qué casualidad, de Caixabank; una palabra que se compone de dos partes: “caixa”, que deberemos pronunciar no como en castellano, es decir como “cs” (a la manera en que lo hacemos, por ejemplo, cuando decimos “taxi”, “nexo”, o “anexo”) sino como una especie de “sh” inexistente, y de la palabra “bank” que, mire usted por dónde, es la versión inglesa de la española “banco”.

El caso es que no suene a nada nuestro.

 

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído