El Arco de Ladrillo

Por José María Arévalo

Uno de los monumentos característicos de nuestra ciudad, del Valladolid moderno, es el Arco de Ladrillo. Se levantó antes de que existieran las vías por las que debían transcurrir los trenes del trazado Madrid-Irún, que se hizo en dos fases. Se utilizó para dar la bienvenida a la reina Isabel II, cuando visitó Valladolid en julio de 1858. Las autoridades quisieron que su Majestad hiciera alguna inauguración vinculada al ferrocarril para impulsar su construcción, un tanto parada, llamada a unir Francia con la capital del reino a través de Valladolid y que, por tanto, nuestra tierra recibiera un espaldarazo industrial de primer orden.

Jesús Anta en El Día del pasado 19 de julio afirmaba que «No se trataba en absoluto de un arco efímero tan del gusto de la época». Y se preguntaba: ¿Se quería demostrar que el ladrillo era sólido frente a la competencia del hierro que irrumpió en la construcción en el siglo XIX? ¿Se trataba de un arco triunfal? ¿Era una prueba para la cimbra de un puente ferroviario?

Entonces, del tren no existía nada. Solo el Arco de Ladrillo, bajo el cual pasarían las vías en el futuro. Por eso a su sombra se instalaron las carpas  para agasajar a los invitados, y sobre el Arco se pusieron  las banderas española y francesa debido a que la empresa que había invertido en la línea Madrid-Irún era de capital galo:  Le Credit Mobilier; y seguramente también porque había numerosos ingenieros franceses en aquellos inicios del ferrocarril en España.

“Las crónicas de la presencia de Isabel II con todo su séquito y sus fastos y agasajo consiguientes, hablaban de un hermoso arco que serviría para dar entrada al ferrocarril del Norte que, como se ha dicho, aún estaba en construcción. Es más, desde aquella fecha aún transcurrirían dos años completos para que llegara a Valladolid el primer tren, y aún habrían de pasar bastantes meses más para que estuviera concluida al completo la vía entre Madrid y nuestra ciudad. Arco de Ladrillo: Tan curioso como interesante.”

El Arco de Ladrillo da la bienvenida, o despide, según el destino, a cuantas  personas viajan en tren y pasan por la estación de Valladolid. Es un símbolo vallisoletano que arrastra un buen puñado de interrogantes y leyendas desde 1858, año en el  que había sido erigido: está rodeado de historias que han ido tejiendo los eruditos y cronistas locales sin que hasta la fecha tengamos certezas indiscutibles:

“Durante siglo y medio, sobre el Arco de Ladrillo se han ido haciendo todo tipo de especulaciones. Conjeturas  que en alguna medida acalló el  ingeniero Nicolás García Tapia en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción leído en el año 2000. Aquel discurso nos  dejó varias afirmaciones: el Arco se construyó entre diciembre de 1857 y el verano del 58; su construcción  está claramente ligada a la del ferrocarril, pues incluso la prensa de la época lo describió como «soberbio y atrevido arco de la estación». Esto último se debía a que para atender a los usuarios del tren se habilitaron unas modestas dependencias a modo de estación al pie del Arco de Ladrillo, por eso se comenzó a llamar Arco de la Estación tiempo antes de que llegaran los primeros trenes a Valladolid.

Símbolo de la industria

“El Arco de Ladrillo es un elemento singular y ninguna otra estación de España dispone de un arco monumental semejante erigido para dar la bienvenida a los viajeros que llegan en tren. Tiene forma semi-elíptica y está construido en ladrillo y forrado de mortero en origen,  y sobrevuela las vías del tren con una luz de 30,5 metros. Alguna publicación habla de que pesará en torno a 800 toneladas y necesitó algo más de 147.000 ladrillos. El Plan General de Ordenación Urbana el asigna la máxima protección en su calidad de edificación industrial y singular. El Arco de Ladrillo ha terminado por ser, también,  un símbolo del importante patrimonio industrial de Valladolid y de la pujanza económica e industriosa que para la ciudad supuso la llegada del ferrocarril, de tal manera que el Arco de Ladrillo es el epicentro de un paisaje industrial que se fue consolidando a lo largo de la segunda década del siglo XIX: azucarera, fábrica de chocolates, harineras, industria de tejidos, almacenes de licores y  coloniales, etc.”

Cuando tanto se ha hablado del soterramiento del ferrocarril, que ahora ha desechado, en una infausta gestión, el alcalde Puente, seguro que muchos pensamos que era una oportunidad para dejar exento el Arco de Ladrillo, que ahora queda flanqueado y casi tapado por el paso elevado que salva las vías para la salida a la carretera de Madrid. Creo que no hay que perder esa esperanza, ya que el soterramiento, o semisoterramiento –como ha propuesto el arquitecto José María del Fraile a cuyo proyecto hemos dedicado numerosos artículos en estas páginas, el último en 02.06.19 “Datos para un soterramiento viable”- es un proyecto necesario que todavía defiende la oposición. Un motivo más, este de dar visibilidad al Arco de Ladrillo, para defender el sorterramiento.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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