Por Javier Pardo de Santayana
(Interior de un ordenador cuántico con resistencias que enfrían el sistema hasta los 273º C bajo cero)
El personaje es un español de 45 años y sé de él sólo por una entrevista publicada en el “Semanal” del ABC. Quiero decir con esto que de lo que ha hecho no se enterará más que un número muy imitado de compatriotas nuestros.
El tema del que quiero tratar y que conozco gracias a su lectura es el de de una iniciativa de enorme importancia precisamente en este momento de la historia. Un tema cuya trascendencia debe ser considerable en el futuro; de ahí que me llame la atención el hecho de que pueda quedar siendo ignorado por nuestros compatriotas cuando en realidad merecería lucir en la primera página de todos los periódicos.
Nos enteramos de la existencia de este español por boca de sí mismo, como protagonista que fue de un hecho de enorme trascendencia. Basta con destacar que fue impulsor de una iniciativa que movilizaría las posibilidades existentes en el estado presente de la ciencia con la intención de contener la mortandad causada por el coronavirus e incluso ir más allá evitando que otra tragedia parecida suceda de nuevo en el futuro, para lo cual propuso a toda a comunidad científica aprovechar la enorme capacidad que nos ofrecen los últimos avances tecnológicos y aquellos que se sigan produciendo.
La idea a la que me refiero tendría su base en la creación con carácter inmediato de un ente tecnológico de estudio y de investigación que, aprovechando el potencial existente, pudiera, no sólo abordar la urgente cuestión de las vacunas, sino también analizar y dar solución con más rapidez que la hasta ahora acostumbrada a cualquier problema de este tipo.
Esto es lo que nuestro protagonista hizo en su día desde su posición en IBM (International Business Machines Corporation), cuando se apresuró a conectar directamente con la Casa Blanca para presentar y urgir esta propuesta. Y no parece haber errado presentándola, puesto que ya de entrada, la respuesta a su urgencia se materializaría al cabo de sólo una semana en forma de un sí a la creación de una gran plataforma de cooperación público-privada de carácter científico. Supongo que, conocido esto, mi improbable lector se habrá extrañado de la casi nula publicidad que sobre la iniciativa de nuestro compatriota han tenido los medios habituales. Al menos nada he sabido yo por las noticias y reportajes de la televisión oficial o comercial.
La activación de las capacidades existentes conforme a esta audaz propuesta se plasma sobre todo en una red de superordenadores – la más potente de cuantas hoy existen. Todo ello con la inspiración de otros contextos, como el militar, y organizado y puesto en marcha gracias a la decisión de nuestro hombre, que tuvo la osadía de llamar un buen día nada menos que a la Casa Blanca para, haciendo valer su condición de experto y el ofrecimiento de colaboración que hizo de su empresa para poner todo ello en marcha con urgencia, convencer al exigente gobierno norteamericano. Y ahí están ya metidos más de 40 miembros y 15 países, la NASA, y Amazon, y Google, y otras muchas empresas esenciales que destacan en el empleo de computadoras avanzadas. Todo esto en espera de los ordenadores cuánticos. Del potencial de capacidad científica puede darnos idea el hecho de que el superordenador aportado por la propia IBM pesa 340 toneladas, y ya sabe usted, improbable lector mío, lo que cunde cada kilo de alta tecnología…
Dicho lo cual usted comprenderá mi asombro ante el hecho de que la inmensa mayoría de españoles desconozca la existencia de este destacado científico español merecedor de admiración por su saber y buen criterio. Y su osadía, gracias a la cual el ser humano se siente hoy más seguro incluso en un contexto de tragedia. Un personaje con proyección histórica que bien merece el humilde homenaje de este humilde rincón de los Foramontanos.
PS: Su nombre es Darío Gil, y es vicepresidente mundial de IBM. Casado y padre de dos hijas, vive actualmente en Nueva York.
