De runners y de riders

Por Javier Pardo de Santayana

 

(Azafata. Acuarela en canstockphoto.es)

Paseo por el Plaza 2 de San Sebastián de los Reyes y una vez más me asombro al constatar la  invasión que sufrimos del idioma inglés; fenómeno que alcanza a toda España pero que se hace particularmente sorprendente aquí, donde esto ocurre a pesar de no haber visto nunca un extranjero que no sea precisamente iberoamericano.

La invasión nos ha alcanzado ya, en efecto, incluso en espacios de cultura como son los de la prensa escrita, en la que participan escritores que están al tanto de los grandes problemas de la sociedad en la que viven. Lo cual indica que en este aspecto ya se sobrepasaron las obligadas menciones tecnológicas y se alcanzaron los temas del día a día.

Entre las últimas novedades invasoras podemos tomar como un ejemplo algo reciente: la contaminación de la palabra utilizada para identificar al recadero que emplea a su moto para ganarse la vida haciendo repartos por las casas, o el nombre con el cual denominamos a los muchos españoles que cada jornada salen a pie a la calle y corren con la ilusión de mantenerse en forma. Es decir, la palabra con la que en uno y otro caso debemos referirnos a determinados ciudadanos nuestros que, aunque realizan actividades sencillas que tenemos por normales, merecen contar con un término propio que les identifique y que, por la causa que sea, acaban recurriendo a términos foráneos, sean éstos ingleses o norteamericanos en su origen.

Lo cual nos obliga a plantearnos si no estaremos menospreciando nuestro idioma, y si la mucha gente culta que aquí existe – incluso la que se hizo alguna vez famosa por su dominio del idioma español – o por tratarse de renombrados miembros de la Real Academia de la Lengua – no debería haber abordado ya un problema que, como éste, va bastante más allá en términos de evaluación de nuestro prestigio nacional como ciudadanos españoles y europeos.

Así que, dando vueltas a esta situación de aparente y general abandono por parte de nuestros “intelectuales” y nuestros gobernantes ante una realidad que transmite la impresión de que ya hemos tirado la toalla ante un hecho que debiera preocuparnos – antes de pasar a la protesta – he reflexionado sobre el tema y me he permitido cavilar en busca de un eventual aspecto positivo de la invasión foránea que pudiera producir a largo plazo un enriquecimiento del idioma. Y en esta tesitura he tomado como ejemplo las dos palabras ya citadas, o sea las de “los runners” y “los riders”.

En tal sentido constaté que, ya de entrada, el término de “corredor” ha sido utilizado desde siempre para designar a alguien que corre, por lo que desde este punto de vista sería ridículo el recurrir a un término foráneo, pero sí que se podría utilizar un término específico a la hora de designar al ciudadano que sale a la calle y se pone a correr precisamente para  mantenerse en forma o seguir la moda de hacer ejercicio. En tal sentido, como de cosa nueva realizada con un fin específico, cabría quizás llegar a aceptar el anglicismo si la cosa no tuviera ya remedio, pero aún así habría que decidir cómo escribirlo, porque los españoles no pronunciamos ”runner” a la inglesa, que tal cosa repugna a nuestro idioma, sino como algo que nos suena a “ránar”, es decir, como algo que  sólo verlo escrito producirá extrañeza ya de entrada, por lo cual sería necesario como mínimo que ante tal desbarajuste interviniera la Real Academia y que ésta aplicara su divisa – “Limpia, fija y da esplendor” – a nuestro caso haciendo una cosa parecida a la que en su día se hizo para determinar el nombre de lo que hoy son las azafatas *.  Mi improbable lector recordará la que se armó a la hora de utilizar una palabra, en ese caso nueva, para designar a las personas que atenderían al viajero en los aviones. Y que se acabaría optando, con el éxito de todos conocido, por tirar de diccionario y aprovechar un término existente pero no utilizado – el de“azafata” – y no por recurrir a la absorción del anglo “air hostess” (*)

Así que digo yo que por qué no va a poder hacer lo mismo la Academia en el caso de los “runners” y los “riders,” y de tantas y tantas otras expresiones foráneas que ensucian nuestro bella, sonora y contundente lengua.

Y procurando, claro está, el no caer en el ridículo de obligarnos a emitir falsos sonidos, porque lo que tampoco sería de recibo es pronunciar las palabras hechas ya españolas a la inglesa pero con la pronunciación de Villalpando.

*Antes, según diccionario datado en 1955, que es el mío de siempre: definido como “Dama del tocador de la reina” y adaptado en el sentido de: “Mujer que presta sus servicios en un avión a modo de doncella o camarera y tiene la misión de atender a los viajeros, especialmente a las mujeres y a los niños durante el vuelo”. (Definición que, por lo que tengo visto, debió ser objeto de la ira feminista, así que se eliminó  lo de las mujeres y los niños y se la añadió un masculino que supongo jamás utilizado: el de “azafato”. Así que su definición actual pasó a ser, si no estoy equivocado, algo así como : “Persona que atiende a los pasajeros a bordo de un avión, de un tren de un autocar, etc,” )

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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