Panorama de cambio

Por Javier Pardo de Santayana

(Fray Junípero Serra, apóstol de California)

Una de las facetas más ridículas de la actitud que prepondera entre los miembros de la  generación que hoy nos domina, es la de censor moral de sus mayores, o sea de quienes les legaron el mayor tesoro del que en realidad disponen: su cultura.

Porque el resultado de los “descubrimientos” de nuestros actuales gobernantes y votantes tiende a poner materialmente a caldo a cuantos nos precedieron en la vida. Ahí tienen ustedes el ejemplo de aquella niña sueca – hoy señorita – que hasta se echaba a llorar al constatar la situación en que sus padres dejaron el planeta. Mas no es la única del gremio, porque ya ha visto usted el coro de los y las que claman contra quienes promovieron el generoso empleo de los plásticos o del gasóleo, por lo que se ve gente sin alma, sin principios, y por lo que puede verse sin conocimiento de los perniciosos efectos de unos sucesos que hoy merecerían la reprobación más absoluta. Juicio aplicable, por ejemplo a quienes descubrieron animosamente nuevos territorios conscientes de que los abrían a la civilización más avanzada de su tiempo. Eso sí, sin que se lo hubieran solicitado previamente, así que hoy se nos dice que nadie venga a hablarnos ahora de ese tema sin situarse previamente en el lugar de los nativos. Y es que los nuevos listos del siglo XXI sí que son inteligentes aunque acumularan un carro de suspensos, y la prueba es que ahora se hallan ocupados con la recuperación del patinete.

Destruyamos por tanto, siguiendo su sabio ejemplo, cuantas estatuas se alzaron de nuestros arriesgados antepasados, y pongámosles en el lugar en que les corresponda como personajes sin escrúpulos por mucho que algunos se esforzaran de tal forma en transmitir los conocimientos que ellos valoraban que hasta alcanzaron la condición de santos, como sucedió con Fray Junípero. ¿Y qué me dicen de quienes creímos sabios por haber descubierto el execrable plástico? ¿Cabe mayor retorcimiento que alabar las virtudes de una sustancia tan perversa que ha convertido en basurero los océanos o de quienes nos proporcionaron las bombillas antiguas, aquellas consumidoras insaciables?

Estos ejemplos a que aludo en el terreno de los medios de que disponemos no son sino un pequeño ejemplo, pues todavía habrá que recordar otros aspectos del más que criticable comportamiento de nuestros ancestros, a los que incluso hacía gracia aquel machismo desatado de los piropos masculinos* o de los detalles de superioridad con el que nos invitaba el Buen Juanito a dejar la acera a las señoras.

Sumémonos, pues, a esta revolución de nuestros días, y transmitamos a nuestros cada vez más escasos nietos y biznietos nuestro parecer adverso sobre al comportamiento de aquellos hombres que hoy juzgaremos desalmados, reconociendo de esta guisa que procedemos de una estirpe de rufianes, y centrémonos definitivamente en la tarea de desprestigio de lo antiguo.

Ya ven ustedes el buen resultado que estamos obteniendo. Por lo pronto, nuestros sucesores ya se están preparando para cargarse la paz que sus abuelos alcanzaron mientras  preparan una nueva pelea en la que todos se pondrán verdes mutuamente. Ya perfeccionaron la tan traída y llevada democracia convirtiéndola en un gallinero donde la libertad se hace patente en la proliferación de camisetas y de insultos. Esto sí, haciendo el necesario uso del inclusivo lenguaje de rigor, que de esta forma estará garantizado dejar los asuntos serios e importantes para centrarnos más bien en lo superfluo.

Como ustedes ven estamos cada vez más cerca de un futuro idílico si por casualidad sobrevivimos al coronavirus, porque no sé si ustedes saben que tenemos encima una pandemia muy a tono con el ambiente revolucionario de renovación continua que vivimos. Ambiente ciertamente novedoso  que nos está facilitando el no pensar en nada serio como, por poner un ejemplo significativo, lo que nos dicen dos noticias de hoy. A saber, que se han descubierto estas dos cosas: la existencia de una nueva partícula esencial que demandará un nuevo enfoque de la Física, y de una enorme ciudad egipcia que permanecía oculta desde los tiempos de los faraones. Dos cosas nimias que poco importarán a quien, como nosotros mismos, se halle contando el número de muertos mientras ve como denigran su historia y su cultura.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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