Tenemos un luhtier en Trigueros del Valle

Por José María Arévalo

(El luthier Luis Fernández trabajando en su taller de Trigueros del Valle. – Foto: Jonathan Tajes)

En Trigueros del Valle estuvimos pintando los de la Asociación Castellano Leonesa de Acuarelistas un par de años, tanto el Castillo como la ermita, la iglesia y las calles, y al final hicimos una exposición, en las fiestas de septiembre, hace unos diez años, en el centro de cultura del pueblo, que tuvo mucho éxito. Después he vuelto casi todos los años, a pintar y después a comer, invitado a su chalet por Zenón Ridruejo, con varios compañeros más. Así que al leer en El Diario de Valladolid que en Trigueros vivía uno de los pocos luthiers de nuestra comunidad, le pregunté a Zenón, que me confirmó que vivía en uno de los chalets del término municipal.

Un lutier es una persona que se dedica profesionalmente a fabricar y reparar instrumentos musicales de cuerda. En el siglo XVI, los fabricantes de laúdes se llamaron luthiers, aunque luego este nombre se utilizó para designar a los fabricantes de cualquier instrumento de cuerda.

Luis Fernández –explicaba el periódico- es uno de los pocos luthieres de la provincia. Aprendió el oficio en Italia desde los 33 años de la mano de Vincenzo Bissolotti. Comercializa sus instrumentos en Estados Unidos e Israel

Su primer oficio fue como mecánico de mantenimiento en la Fábrica Nacional de Armas de Palencia. Pero aquello no era lo suyo. Tenía claro que quería ser luthier. Tener en sus manos algunos de los mejores instrumentos del mundo, ver cómo sonaban y llenarnos de vida para que manos musicales expertas los elevaran a su máxima categoría en cada nota musical.

Aprovechó la ocasión del cierre de la empresa y comenzó su andadura. Un camino que le ha llevado a crear instrumentos únicos inspirados en la mejor época de la Cremona de hace cuatro décadas.

Con 33 años vio cumplida una de sus metas. Abandonó de forma voluntaria la fábrica para marcharse a Italia a aprender el oficio de luthier, su gran pasión. Desde entonces no ha abandonado la artesanía y reconoce que mientras pueda continuará en su taller de Trigueros del Valle, depurando la técnica para conseguir la simetría perfecta. El sonido impecable.

En Cremona tuvo la oportunidad de aprender con uno de los mejores. Vincenzo Bissolotti fue su profesor, perteneciente a una de las mejores familias de luthieres de toda Europa. Aunque a día de hoy, tres décadas más tarde, no ha parado de aprender, allí comenzó todo. En la cuna de Antonio Stradivari, considerado por todos como el mejor del mundo.

En Italia permaneció tres años y conoció la estilística de la familia. «Yo me he basado en esta técnica toda mi vida». Estuvo en Italia hasta 1993 y regresó a España con mujer y una hija. «Cuando acabó la escuela volvimos a Valladolid y abrimos un local en la calle Marqués del Duero, en el mes de noviembre». Permanecieron en este establecimiento hasta 1997 cuando se trasladó a su casa en la localidad de Trigueros.

Desde entonces no ha parado de construir. «Solo me he dedicado a ello. Todo tipo de instrumentos de cuerda e incluso en los últimos tres o cuatro años he experimentado con las guitarras clásicas». Se debió a un cliente en Italia que después de una viola le encargó una guitarra y desde entonces no ha parado de probar.

La calidad de sus instrumentos

Se podría decir que es un artesano de los antiguos. Su taller está en su misma casa y eso le ayuda a estar siempre pendiente del trabajo. «Nuestra familia es muy autosuficiente y gracias a eso hemos podido sobrevivir mucho tiempo porque a mí nunca me ha ido demasiado bien en la venta de mis instrumentos». Eso ha hecho que este luthier no haya tenido más remedio que ampliar su mercado y sus clientes a Estados Unidos, Italia e Israel.

Sus compradores han sido fieles a lo largo de toda su carrera, pero se ha visto imposibilitado para vender sus instrumentos a los estudiantes.  Desde que salió de la escuela, ha trabajado siguiendo las instrucciones aprendidas de Bissolotti y, a pesar de ello, no ha podido vender sus instrumentos más allá de dos unidades al año.  «Hay poca formación y muchos de los que construyen no lo hacen muy bien y es difícil vender a profesionales».

(Trigueros del Valle. Acuarela de José María Arévalo)

Afirma que en España trabajan «tres o cuatro luthieres» que lo hagan directamente para profesionales. Así, comenta, las ventas se hacen de forma mayoritaria a través de los profesores de las escuelas de música y «eso siempre es complicado». Destaca la calidad de sus instrumentos que le ha hecho «continuar vendiendo dos o tres todos los años».

Reconoce que cada uno de los instrumentos que realiza «tiene voz propia» y eso le ha llevado a ser «el único» luthier que exporta. Comenzó hace unos doce años y desde entonces ha tenido clientes fijos que incluso le han comprado más de un instrumento.

Pandemia

Afirma que la pandemia ha hecho mucho daño a su taller porque los clientes han dejado de desplazarse y no han podido venir a comprobar cómo suenan sus instrumentos. «En los dos últimos años solo he podido vender dos violas de gamba y con eso hemos tenido que sobrevivir durante los dos últimos años». Los dos instrumentos han ido a parar al extranjero.

A pesar de la pandemia y de que le resta casi menos de un año para su jubilación, afirma que no se desespera. Ahora mismo está trabajando en un violone, pero sin demasiadas expectativas de venta. Lo está construyendo por placer. «Intento siempre hacer algo». Reconoce que no dejará nunca de hacer cosas de luthería. «Todavía estoy aprendiendo cosas después de 30 años y he experimentado mucho para intentar hacer las cosas de la mejor forma posible».

Un violín, por ejemplo, puede llevar unas 300 horas de trabajo y puede tener un coste de unos 9.000 euros. «Lo difícil es la simetría. Hacerla perfecta no hay ojo humano que lo consiga». No cesa en su empeño. Intentará conseguirlo a pesar de las dificultades.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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