La magia de la memoria

Por Javier Pardo de Santayana

(Niños jugando. Parcial de la acuarela de Walter Augusto Quillo Medina, en Hispacuarela de Facebook)

Advierto a mi improbable lector, al cual agradezco que siga ejerciendo pese a las dificultades del actual formato, que si me atrevo a confiarle el contenido de este artículo será porque tan sólo a él me atrevo a confiar el contenido de este artículo.

El caso es que no más lejos que esta misma mañana estaba yo duchándome cuando sin venir a cuento, esto es sin que en absoluto mediara mi voluntad, me encontré a mi mismo tarareando una canción, no digo que antigua sino que antiquísima: tan sumamente antigua que no tengo conciencia de haberla entonado en los últimos ochenta años y eso tirando a poco.  Como no puedo cantársela a usted directamente me limitaré a revelar su letra pidiéndole perdón por una confidencia que me parece impropia por lo infantil y extemporáneo. Era ésta la siguiente: “Yo tenía, yo tenía, sí sí, ay ay ay, una cadenita de oro, sí, sí. Un día se me perdióo, sí, sí , ay ay ay ay, y de sentimiento lloro, sí, si. Y de sentimiento lloro, sí sí, ay ay ay. Yo tenía, yo tenía, sí sí.”  Etcétera.

O sea que la canción había permanecido tal como era, nota por nota y letra por letra, perfectamente conservada y ocupando espacio en mi memoria un tiempo que se acerca peligrosamente a un siglo, sin que yo lo pretendiera ni hiciera el menor esfuerzo por conservarla en el recuerdo. Y esto a mí me parece tan asombroso y tan notable que a cualquiera debiera parecerle milagroso.

Porque cualquiera debería preguntarse de qué forma permaneció todo ese tiempo alojada esa canción en mi cabeza, que esto es seguro que ha ocurrido incluso sin mediar mi voluntad. Y porque también supongo que es seguro que ahí estuvo sin perder una nota ni una letra, perfectamente conservada en todos sus matices sin que esa combinación de recuerdos de naturaleza diferente sufriera la menor deformación,  dispuesta como estaba a ser activada en cualquier instante para su transformación en movimientos perfectamente coordinados de mi boca, mi lengua y mis pulmones, todo ello sin mediar mi voluntad como era el caso, y ya en último término reconstruir perfectamente algo que no había sucedido dentro de un servidor de ustedes desde hace ocho decenas de años como mínimo.

No me negará usted, dilecto amigo, que no es esto un misterio que exigiría ser analizado. Como igualmente lo sería llegar a conocer el por qué se produce ese fenómeno precisamente en un momento en el que no venía en absoluto a cuento según he podido constatar tras de buscar cualquier posibilidad de que así fuera. Y esto sin considerar siquiera cómo es posible que los sonidos de una combinación concreta de música y de letra quedasen archivados en algún rincón desconocido del cerebro sin mediar la existencia de un complejísimo sistema informático más menos semejante a los que el hombre ha diseñado después de millones de años de existencia con la importante diferencia de que estos últimos se apoyan en mecanismos rígidos y estables que deben ser manejados por expertos y cuyo funcionamiento parece imposible en un medio tan blando y aparentemente inconcreto como es la masa de los sesos.

Así que no me diga usted que le parece lógico y normal ver en usted mismo, por una parte, que la cosa funciona, y por otra que tiene cierta vida propia. O que no le parece  sorprendente que un mecanismo tan perfecto y tan complejo tenga albergue en un medio tan aparentemente impropio. Que no le extraña el contraste entre la perfección y la exactitud constatadas de algo tan concreto como la recuperación exacta de un recuerdo tan antiguo y tan complejo, con la espontaneidad aparentemente absurda del momento en que es recuperado (en este caso, dándose una ducha).

Y que no considera extraño que los hombres aceptemos estas cosas sin mostrar nuestro mayor asombro.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído