Historia de tres mujeres

Por Javier Pardo de Santayana

 

(Beatificación de tres mujeres en Astorga )

En el obligado confinamiento del último año no es infrecuente que aprovechemos la ocasión que una de las cadenas de televisión nos brinda de oír la santa misa desde nuestra propia casa. Y sin embargo mire usted por dónde se nos pasó sin darnos cuenta, pese a haber sido anunciada con tiempo por delante, una retransmisión en la que mi mujer y yo estábamos particularmente interesados. Se trataba de un acto memorable: el de la beatificación de tres mujeres españolas. De unirse en la oración a un acontecimiento que prometía ser interesante, puesto que ninguna de las tres vestía los hábitos. Pero se nos pasó la ocasión sin darnos cuenta, así que tuve que indagar a posteriori cuáles fueron sus circunstancias personales.

Recuerdo a mi improbable lector que hace aproximadamente un año se sucedieron hasta tres acontecimientos relacionados con hechos parecidos que nos harían recodar tiempos pasados: El primero fue un acto semejante en el que la beatificación alcanzaba a 14 religiosas concepcionistas asesinadas en España – sí, en España – hace casi exactamente un siglo. Tuvo lugar en la catedral de la Almudena el 26 de mayo.

El segundo fue una experiencia personal que tuve tan sólo un mes más tarde – el 22 de junio -cuando, con ocasión de la asistencia a un acto religioso, vi en una parroquia de Madrid, representada en su retablo, la friolera de 22 oblatos también sacrificados como las religiosas anteriores.

Y todavía, sólo días después – el 30 del mismo mes – le seguiría el significativo acto en el que nuestro Rey tuvo el significativo gesto de renovar la consagración que de España hizo al Sagrado Corazón su bisabuelo. Como curiosidad diré que la televisión no haría mención en absoluto de otro hecho inaudito: que la figura original de aquel Sagrado Corazón sería literalmente “fusilada” por la misma ralea que se cargaría a los oblatos y a las monjas.

No es de extrañar, por tanto, que esperara la ocasión que me ofrecía un acontecimiento diferenciado de los anteriores en que los protagonistas, en este caso tres mujeres, no eran personas de vida formalmente entregada al servicio religioso, sino enfermeras laicas dedicadas a atender a unos heridos.

Así que lo que he hecho es recoger información sobre lo que ocurrió en Astorga, y transcribirla:

Las mártires – Olga Pérez-Monteserín (23 años), Octavia Iglesias Blanco (de 41), ambas de Astorga, y Pilar Gullón Iturriaga, (de 25), madrileña-, eran enfermeras de la Cruz Roja que desde el 18 de octubre de 1936 venían prestando servicio en el hospital de Puerto de Somiedo (Asturias) y que, por no abandonar a los heridos, se negaron a ser reemplazadas después de una semana de combate.

Y el hecho es que el día 27 de aquel mes las milicias de UGT asaltarían el puesto, y aunque tendrían la oportunidad de huir junto a una veintena de soldados que, tras un breve enfrentamiento llegaron a evacuar la posición, en vez de irse con ellos se negaron a abandonar el Hospital y permanecieron junto a los heridos. Gesto que serviría de poco ya que los catorce que allí había serían asesinados en sus camas como lo fueron también el capellán, el médico y todos los prisioneros de ese día.

También se sabe que Genaro Arias – que así se llamaba el miliciano jefe – las encerró en una vivienda donde serían brutalmente torturadas y violadas, y que más tarde, en la mañana del día 28, sus secuaces las arrastraron a un prado y las ataron y amenazaron de muerte si no gritaban “Viva Rusia”; que de esto también al parecer queda el recuerdo.

Luego las quitarían la ropa y, ya alrededor del mediodía, también la propia vida. Y aún queda la memoria de que, al darla el tiro de gracia, se oyó a Pilar Gullón gritar un “Viva Dios”, ya moribunda. Como también se conoce, por lo visto, el nombre de algunas de las milicianas, como Felisa Fresnadillo, Josefa Santos, María Sánchez, María Soto o Consuelo Vázquez. Y los de quienes  ejecutaron los disparos mortales: Dolores Sierra, Emilia Gómez y Evangelina  Arrienda.

Y que, como colofón, ya por la tarde, las milicianas vejarían los cadáveres, para llegada la noche arrojarlos a una fosa común cavada por dos prisioneros falangistas que fueron igualmente asesinados.

He aquí, por lo visto, la memoria histórica.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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