Contra el propio tejado

Contra el propio tejado

Por Javier Pardo de Santayana

(Marruecos tiene 3.400 kilómetros de costa)

Estaba ya a punto de tirar la toalla y comunicar que sintiéndolo mucho no enviaría a tiempo el artículo que me correspondía, cuando una noticia oída nada más despertarme me facilitó la posibilidad de cumplir con mi tarea.

Vaya por delante que no faltaban motivos para hacerlo. Ahí tenemos una permanente fuente de temas y motivos con lo que hace el gobierno, cuya imaginación para poner el país patas arriba no para de ofrecer ocasión para el asombro. Pero la misma abundancia resulta ya excesiva, y además, su coincidencia con la famosa pandemia del coronavirus produce ya rechazo como monotema imprescindible.

Por eso, la noticia surgida a primera hora de este lunes de junio en el que les escribo me ha venido a proporcionar un asunto relativamente nuevo pero que incide en un hecho sorprendente: nos comunican la noticia de que el vecino Reino de Marruecos ha decidido cancelar su colaboración en el famoso “paso del estrecho”, expresión que se refiere al movimiento de sus ciudadanos a través de España a la ida y a la vuelta del viaje que hacen llegado el verano para pasar las vacaciones en su tierra.

Y aquí es donde me surge una sorpresa por lo que la decisión tiene de ilógico, pues a cualquiera le sorprende que, para fastidiar al prójimo, alguien tire piedras contra su propio tejado. O más bien contra el tejado de sus súbditos.

No acabábamos de quedarnos sorprendidos contemplando cómo una multitud de ciudadanos marroquíes pretendían escapar de su país incluso con riesgo de sus propias vidas y con total desprecio por las normas internacionales de protección de los menores, y nos habíamos quedado atónitos al ver cómo nuestros vecinos hacían alarde del bajo nivel de vida que – según indican los datos estadísticos – hace de nuestra común frontera la que a nivel mundial ofrece mayor diferencia en cuanto a la riqueza de sus rentas. Porque lo que utilizaba su gobierno era la desesperación de quienes faltos de trabajo abandonaban su tierra y su familia.

En esa situación estábamos cuando asombrosamente, los susodichos hoy nos ofrecen una nueva  joya del desprecio con el que, una vez más se utiliza a los ciudadanos como víctimas. Pues si los marroquíes que trabajan en el centro de Europa eligieron hace ya un montón de años como ruta preferente la que atravesaba España, fue precisamente por ser la más corta y la que presentaba más ventajas en cuanto al tiempo que exigía y al coste económico, mientras  para los españoles se trataba de una operación esencialmente incómoda, con la sola contrapartida de los modestos dineros que los viajeros se dejarían en su paso.

Pues bien, ahora, cuando tras muchos años de “paso del estrecho» el gobierno vecino les obsequia con otra ruta diferente y además más larga y más costosa, es de suponer que la cosa les fastidie y se pregunten a qué santo viene este cambio tan perturbador e incómodo. Y como resulta evidente una vez más que de lo que se trata es como siempre de fastidiar a España, caerán en la cuenta del interés rayano en el desprecio que ellos mismos merecen como súbditos pacientemente convertidos una vez más en simples sufridores.

Espero que nuestros colegas europeos no se muestren ajenos y valoren acertadamente estos desmanes. Y hagan causa común con nosotros, españoles, asumiendo estos problemas como propios.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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