Por Carlos de Bustamante
(Pentecostés.1546. Cuadro de Tiziano en Santa María della Salute, Venecia)
Creo que fue hacia el año 1940. En plena recuperación del “yu yu” (ictus cerebral) escribía a duras penas artículos variados para el Norte de Castilla. El periódico más importante de Valladolid y decano de la prensa española. No fui lo suficientemente agradecido con Fernando Altés Bustelo, propietario del periódico. Fue, sin duda, la mejor terapia que pude tener y… tuve, para recuperar la casi totalidad de las facultades perdidas por el accidente vascular cerebral, vulgo yu yu, durante las pruebas físicas anuales con evaluación reglamentaria en las FF.AA.
`Deportista de oficio, más fuerte que un toro y más tonto que picio´, obtuve, sí, la máxima calificación acostumbrada, pero a costa del mayúsculo error de un esfuerzo máximo con temperatura de 38º en el páramo de san Isidro. Horno donde se realizaban parte de las cinco pruebas naturalmente exigentes. Error que pagué con invalidez absoluta. Fueron varios cientos de artículos publicados y ¡pagados! Como ´corresponsal´ (¡!) del periódico.
Pese a las abundantes lagunas de memoria, recuerdo que tal día como hoy -Pentecostés cuando lo escribo- `rezongaba´ en el periódico sobre lo que, ya entonces brillaba por su ausencia en fiesta tan importante: ¡Que apenas si se mienta lo que es de importancia suma en este día!
Para que sepáis, amigos míos, de qué se trata, copio y pego lo que no podría escribir como si fueran palabras de mi invención con las que luego rezongar:
EVANGELIO (san Juan) DIA DE PENTECOSTÉS
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
“Paz a vosotros”.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Al no ser erudito en la materia, ignoraba si fue entonces cuando con estas palabras instituyó Jesucristo el sacramento de la Penitencia, Confesión o Reconciliación. Pero, si como parece fue así, no tengo más remedio que rezongar como ya hice en el Norte de Castilla allá por los años cuarenta.
Ante la duda, acudí, no sé si igual entonces, al Catecismo de la Iglesia Católica. Efectivamente, lo dice así y más que viene a cuento (sin serlo) porque es notorio cómo apenas si se habla de ello donde debiera en esta gran festividad. Y, para rezongar más y mejor cómo escasean las confesiones, en tanto que aumentan en grado sumo las comuniones del personal. `Lo que digo que dice´ que viene a cuento en el Catecismo es:
- ¿Cuándo se está obligado a confesar los pecados graves?
1457
Todo fiel, que haya llegado al uso de razón, está obligado a confesar sus pecados graves al menos una vez al año, `y de todos modos antes de recibir la sagrada Comunión´.
Y digo rezongando, que una de tres, o `tó er mundo semos mu güenos´, o servidor es `de la piel del diablo´, o “el Magisterio de a Iglesia ha dicho ahora digo donde antes dijo diego”.
Aprendiz de mucho y maestro de nada, y menos en asunto `curiles´, sé que resultará extraño que me meta en camisa de once varas. Convencido de que no debo callar, porque `no se ha producido variación alguna´, item digo que, porque tal vez hemos perdido el sentido de lo que es pecado, estas prescripciones parece que nos traen al pairo. ¿O no?
En descargo a esta especie de negacionismo de ver la botella medio vacía, o llena de pesimismo y encima rezongón, en honor a la verdad, he de decir y digo, que, de lo dicho, nada es `en general´. Minoría o no, pero es de justicia reconocer que hay verdaderos ejemplos de jóvenes y mayores -sacerdotes o seglares- realmente íntegros en estos tiempos de crisis.
Y que conste que no pretendo aconsejar. Yo…digo nada más.