La pintura de Antonio Maffei en el MUVa

Por José María Arévalo

(Maximina -la pamela-. 1927. Óleo de Antonio Maffei. 54×44)

Ya pensaba que se me había pasado la oportunidad de ver esta exposición homenaje al que fue profesor de la Escuela de Comercio y de la Escuela Normal de Magisterio, Antonio Maffei, cuando me ha llegado una comunicación del nuevo Director del MUVa – Museo de la Universidad de Valladolid- Fernando Díaz-Pinés Mateo, que sustituye a  Daniel Villalobos, y en la que comunica que la exposición «ANTONIO MAFFEI PROFESOR Y PINTOR. (La Habana 1885- Valladolid 1961)» prorroga su plazo hasta el 23 de julio, al tiempo que nos anima a todos los amigos y amigas (ya más de 2.500) del MUVa que aún no la hayamos visto para que la visitemos. Así que me he apresurado y la he visto. Se puede visitar en la Sala de Exposiciones Temporales I del Edificio Rector Tejerina de lunes a viernes de 10 a 14 h. y de 18 a 21 h.

Muy interesante exposición, muy cuidada, en la que sobresale la especialidad de retratista del profesor Maffei con varios retratos deslumbrantes, de los que ilustramos este artículo con dos fotos; pero también era un buen acuarelista y da gusto a quienes amamos y practicamos esta difícil técnica ver la limpieza con que interpretó paisaje urbano y rural de nuestra Castilla y de otras tierras a las que le llevó una vida por lo menos movida, como veremos al reproducir para ustedes parte de la amplia biografía que recoge el magnífico artículo del profesor Baladrón Alonso, doctor en Historia del Arte, en el catálogo de la exposición,

(Autorretrato. 1950. Óleo de Antonio Maffei.53×42)

Al celebrarse el 60 aniversario de su fallecimiento, la Universidad rinde homenaje al profesor Antonio Maffei, con esta  muestra de en torno a 70 obras del pintor, cedidas por más de ocho colecciones particulares e instituciones. Se articula la exposición en seis capítulos: Miradas, Naturaleza, Valladolid, Pueblos, Montaña y Mar. Son trabajos realizados con distintas técnicas como óleo, acuarela, dibujo o grabado, que toman en la persona de Antonio Maffei un doble significado, artístico y pedagógico, ya que el pintor llegó a desarrollar plenamente su vocación docente en el seno de la Universidad de Valladolid.

Académico de la Real de Bellas Artes de la Purísima Concepción

Nacido en La Habana en 1885, fue trasladado a España a los dos años, vivió en varias ciudades antes de llegar a Valladolid, Pamplona, Vitoria, Madrid y Santander, aquí se traslada en 1917 para ejercer de profesor especial de Dibujo y Caligrafía en la Escuela de Comercio de la Universidad de Valladolid.

A su llegada estaba formado plenamente como artista y dispuesto a desarrollar su carrera como docente. Profesión de enseñante que culminó en la Escuela Normal de Magisterio como Profesor Especial de Dibujo Artístico y Lineal donde terminaría como catedrático. También en 1953 obtuvo su reconocimiento artístico y personal en esta ciudad al ser nombrado académico en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid. Palabras como “dibujo», “color», “perfeccionamiento» o “inquietudes» tomaron en su persona un doble significado, artístico y pedagógico, vocaciones que llegó a desarrollar plenamente a lo largo de su vida en el seno de la Universidad de Valladolid.

“La vida se encuentra plagada de casualidades –empieza su artículo del catálogo el profesor Baladrón- y esta exposición dedicada al ilustre pintor Antonio Maffei nos proporciona una ciertamente emotiva puesto que a pocos metros de esta sala de exposiciones temporales del MUva, en cuya colección permanente se pueden disfrutar durante todo el año algunas pinturas del maestro, fue donde el artista situó su caballete a mediados del siglo pasado para pintar un precioso testimonio de ese Valladolid perdido y que gracias a sus pinturas las generaciones sucesivas podemos recuperar, recrear y disfrutar. Estamos hablando de la acuarela “La plazuela de Santa Cruz” (1950), un precioso paisaje urbano en el que entre frondosos árboles y vetustas casonas se alza el desaparecido convento de las Siervas de Jesús, con sus característicos paramentos en tonos almagres y su esbelta torre-campanario con vanos cuadrifolios. La plaza de Santa Cruz fue sin duda uno de los parajes vallisoletanos que se unieron de forma indisoluble a la figura de nuestro pintor y no solo por lo que acabamos de relatar sino también porque en diversas ocasiones expuso su obra en la desaparecida Sala de Santa Cruz, ubicada en el colegio del mismo nombre.”

 

(Iglesia de la Buena Dicha, -Madrid. Tinta sobre papel de Antonio Maffei.27×21)

Perfil Biográfico

Los Maffei ya se encontraban instalados en España desde mediados del siglo XIX, tal es así que uno de sus bisabuelos regentó una fundición cerca de la Plaza de España de Madrid. Este hombre tuvo dos hijos pintores, Antonio Maffei Rosal (1817-1868) y Francisco Maffei Rosal (ca.1824-1842), a la sazón abuelo y tío-abuelo de nuestro Antonio, además de sus precursores artísticos familiares. De su abuelo, Antonio Maffei Rosal, sabemos que fue hijo de españoles establecidos temporalmente en Burdeos (Francia). Tras nacer la familia se trasladó a Madrid, ciudad en la que residiría el resto de su vida. Desde pequeño sintió una Clara vocación por la pintura que le llevó a ingresar en la Academia de Nobles Artes de San Fernando, siendo discípulo del pintor «davidiano» José Aparicio (1770-1838). Pronto sobresaldría entre sus compañeros, llegando a obtener diversos premios y distinciones por parte de sus profesores. Una vez establecido como maestro independiente desdobló su actividad ejerciendo como profesor de dibujo en los principales colegios de la Villa y Corte y como pintor de caballete, especializándose en el retrato e inmortalizando a buena parte de la aristocracia y de la realeza española del momento. Dentro del mundo de la pintura destacó en otros dos campos puesto que, como señala Ossorio y Bernard, fue el primer pintor «que se dedicó en Madrid a la enseñanza del dibujo topográfico a la pluma, sistema casi desconocido en España por el año de 1846 en que estableció academia, a la que asistieron muchos jóvenes que se dedicaban a la carrera de Ingenieros»); y además fue miniaturista, disciplina en la que también efectuó algunos retratos, caso del Retrato del difunto Príncipe de Asturias Fernando de Borbón y Borbón (1851) que pintó para un alfiler del pecho de su madre, la reina Isabel 11, y que le valió el nombramiento de pintor de cámara. Entre su numerosa producción se puede citar el Retrato del rey Fernando I de León (1855) propiedad del Museo del Prado.

En la Escuela de Bellas Artes de San Fernando

Entrando ya en la formación artística del homenajeado, señala su asistencia al taller, en Vitoria, del notable pintor costumbrista Ignacio Díaz de Olano. Tras apenas un año de estancia en la capital vasca, en 1905 se trasladó de nuevo a Madrid. Este regreso a la Villa y Corte supuso un punto y aparte en su carrera artística puesto que en 1906 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, institución académica en la que a lo largo de ocho años recibió las enseñanzas de los grandes maestros de la pintura española del momento: José Moreno Carbonero (1860-1942), Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), Emilio Sala (1850-1910) y Cecilio Pla (1860-1934), y también del grabador Carlos Vergel’ (1872-1929). También por entonces descubrió la pintura de Carlos de Haes (1826-1898), el más notable de los paisajistas realistas españoles, que, como veremos, le influyó sobremanera.

 

(Maximina -la mantilla-. 1945. Óleo de Antonio Maffei. 53×42)

Profesor de dibujo en Gijón y Valladolid

Tras finalizar su formación académica, en 1914 se presentó y superó satisfactoriamente las oposiciones a Profesor especial de Dibujo y Caligrafía, lo que le valió una plaza de profesor de las citadas especialidades en la Escuela de Comercio «Jovellanos» de Gijón. Su competencia y el buen trabajo desarrollado durante su magisterio se vieron recompensados a comienzos del mes de julio de 1915 con su nombramiento como Vicesecretario de la Escuela. Allí se mantuvo hasta que en 1917 se trasladó a Valladolid tras haber sido nombrado en concurso de traslado profesor especial de Dibujo y Caligrafía de la Escuela de Comercio. Con 32 años Maffei se establecía en la capital del Pisuerga, ciudad que haría ya la suya y en la que residiría de forma definitiva, más allá de que durante sus primeros años ejerciera como profesor de dibujo en Medina del Campo. Tras unos años dando clases de dibujo en la Escuela de Comercio en 1920 fue nombrado Profesor Especial de Dibujo Artístico y Lineal de la Escuela Normal de Magisterio, en la que llegaría a ser catedrático.

Viajes y novia

A pesar de que su trabajo le exigía una gran dedicación no dejó de aprovechar sus momentos de ocio para viajar y captar con sus pinceles algunos paisajes y parajes de Castilla. En uno de los viajes que realizó junto a su hermano al pueblo abulense de Arenas de San Pedro, que inmortalizará en sus lienzos, tuvo la fortuna de conocer a una joven muchacha de 17 años llamada Maximina de la que se enamorará perdidamente. A pesar de que la diferencia de edad entre ambos era significativa -20 años- no fue obstáculo para que el amor triunfara y contrajeran matrimonio. La joven, a la que retrató en ocasiones «ataviada con el traje típico de las serranas” le insufló una profunda ilusión a su vida que se completó con la llegada de algunos hijos, si bien esa armonía se vio rota por el fallecimiento de los dos primeros, uno al nacer y el otro cuando contaba ocho años. El profundo dolor por la pérdida de ambos vástagos se mitigó en parte con el nacimiento de Pilar y con la adopción de Ángeles, una prima huérfana que desde el primer momento fue tratada como un integrante más de la familia. Para mantener al núcleo familiar sin pasar necesidades hubo de compaginar varios trabajos. Así, además de su jornada laboral como profesor de Dibujo en la Escuela de Comercio, primero, y en la Escuela Normal, después, tuvo que dar «clases particulares de las más variadas disciplinas que pudo cubrir gracias a su polifacetismo y su capacidad de trabajo.

(Maffei,  foto retrato 1907)

A nivel personal, Maffei fue una persona bondadosa que destacó por su sencillez, generosidad, sociabilidad, talante cuasi franciscano y por un «profundo sentimiento religioso ajeno a toda beatería [que] impregna su visión de la naturaleza y trasciende a su pintura».

Polifacético

Maffei fue ante todo un hombre muy curioso e inquieto, con unas enormes ganas de aprender cosas nuevas. Es por ello que cultivó con pasión una amplia gama de disciplinas. Así, se vio seducido por la música, llegando a ser un estimable pianista, la fotografía, el cine, la poesía, la caligrafía o la taquigrafía, sistema en el que introdujo una serie de mejoras en los sistemas de enseñanza que le merecieron el nombramiento de Presidente de la Sociedad Castellano-Leonesa de Taquigrafía. Asimismo, entre sus aficiones también se encontraron el aprendizaje de idiomas y la filatelia. Pero, sin ningún género de duda, en la cúspide de todos sus intereses se encontraba la pintura, la cual dio a conocer en numerosas ocasiones en exposiciones celebradas tanto en Valladolid como en otras ciudades del país, y ello a pesar de que fue remiso a mostrar públicamente su obra. La primera muestra en la que participó fue una celebrada en Bilbao en 1921, a la que siguió al año siguiente otra en el Ateneo de Valladolid que cosechó un gran éxito de crítica y público. En mayo de 1932 envió a la Exposición Nacional de Bellas Artes un “Efecto de madrugada con niebla” que mereció ser citado en las reseñas críticas como pieza de interés, como en el caso de la revista Blanco y Negro.

También tenemos constancia de que a finales de 1942 expuso en el salón de fiestas del Ayuntamiento de Valladolid con motivo de la Exposición de Otoño organizada por la Obra Sindical de Educación y Descanso. A ella acudieron algunos de los más destacados maestros de la pintura vallisoletana del siglo XX: Manuel Mucientes (1887-1960), Miguel Andrade Morales (1901-1974), Mercedes del Val Trouillhet (1926-2012) o José Manuel Capuletti (1925-1976).

 

 

(Calle Esgueva. 1948. Acuarela de Antonio Maffei.39×30)

Su participación en exposiciones se aceleró a partir de 1946, año en el que, por cierto, se inauguró la Sala Universitaria de Santa Cruz en el colegio del mismo nombre y con ella la actividad galerística en Valladolid. Allí expuso en diversas ocasiones: en 1946, en 1947, entre el 18-28 de junio de 1950, en la muestra preparatoria de la Bienal Iberoamericana de 1951, y entre el 1 y el 12 de mayo de 1952. En la librería Meseta hizo lo propio del 26 de octubre al 4 de noviembre de 1950, y en la Caja de Ahorros de Salamanca del 25 de mayo al 3 de junio de 1959, siendo ésta la última exposición en la que participó. Unos años antes, en 1948, había expuesto en una muestra en Vigo.

El máximo reconocimiento que tuvo como pintor fue su nombramiento como académico en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid el 22 de julio de 1953, sucediendo en su sillón al fallecido pintor Virgilio Gerbolés. En su discurso de recepción, efectuado el día 23 de mayo de 1954, habló acerca de “El paisaje castellano en la pintura”, y como prueba de agradecimiento entregó a la corporación su lienzo “Las Tenerías”. Poco tiempo después, en 1955 obtuvo la jubilación, lo que le permitió despreocuparse de su carrera docente y centrarse en la artística.

Su estilo

Durante su etapa madrileña descubrió la obra del paisajista realista Carlos de Haes, cuya huella es perceptible en su interés por la pintura al aire libre y por la temática marina, y en ciertos detalles técnicos como el efecto de movilidad en el agua y de humedad en la masa vegetal logrados a través de pequeñas pinceladas blancas herederas de la «nieve de Constable» -técnica popularizada por el pintor inglés John Constable (1776-1837) con la que se traducían a la pintura los cambios atmosféricos-, y las sombras violentas de los betunes. También causaron un hondo impacto en el joven Maffei sus paseos por el Museo del Prado, en los que admiró la obra de los antiguos maestros, especialmente la de Diego Velázquez (1599-1660) y la de Francisco de Goya (1746-1828); «los pequeños y primorosos Gowans’s Art Books, las revistas especializadas, las monografías sobre contemporáneos o maestros del pasado, y los acuarelistas ingleses de los siglos XVIII y XIX».

(Los Villares,  Jaen. Acuarela de Antonio Maffei.30×23)

Maffei, como la mayor parte de los pintores locales, se mantuvo ajeno de los ismos que durante sucesivas oleadas invadieron Europa, sintiendo una clara preferencia por la pintura decimonónica y al mismo tiempo una declarada beligerancia por la pintura abstracta, la que aborreció. A pesar de todo ello su pintura posee ciertos ecos del Luminismo -confesó el ascendente que sobre su obra tuvo la Escuela de Barbizón-, del lmpresionismo -interés por la pintura al aire libre y por los efectos luminosos, de niebla y de luces artificiales; utilización de gamas cromáticas luminosas; y exclusión de la paleta del color negro, ejecutando las sombras mediante tonos violáceos-, del Simbolismo -armonías o intencionadas disonancias tonales-, del Modernismo -valoración de la silueta recortada sobre un fondo muy luminoso y tratamiento del paisaje en valores de superficie – y del Art Decó -minuciosa captación de la indumentaria de su esposa, ataviada a la moda de los años

Una pincelada suave y descompuesta

Maffei se caracteriza por la consecución de una pintura delicada y pulcra cuya base se encuentra en la utilización de una pincelada suave y descompuesta con la que obtiene unas composiciones atrevidas, descompuestas y espontáneas en las que despliega sutilezas de progenie impresionista: los matices de la luz, la reverberación de ésta sobre el agua o la vegetación, o la transparencia del líquido elemento. Por su parte, la acuarela, de la que fue un virtuoso maestro, le permitía una gran espontaneidad y frescura debido a su factura rápida. Con ella creará algunas de sus composiciones más líricas y alcanzará, según sus propias palabras, una «luz luminosa» que aligera y envuelve los motivos que alcanza. Aplica tonos de color muy claros a base de sutiles pinceladas que dejan transparentar la trama del lienzo, siendo buen ejemplo de ello sus delicadas marinas a orillas del Cantábrico, las vistas de pueblos de casas encaladas y con la serranía al fondo, las perspectivas con naturalezas exuberantes en las que puede jugar con los efectos lumínicos que reverberan sobre las superficies arbóreas o bien con los climatológicos dependiendo de la estación del año a la manera de los impresionistas. Su rutina de trabajo comenzaba realizando una serie de rápidos bocetos y bosquejos in situ en los que fijaba el encuadre, la composición general y los efectos lumínicos deseados, que luego en su estudio plasmaba con todo detalle en sus lienzos.

El pintor evolucionó desde un estilo minucioso y descriptivo derivado de su aprendizaje en la Academia de San Fernando, patente en sus paisajes montañosos de la Sierra de Gredos (confeccionados a base de complejas gradaciones de plano) en las que se observa su dominio de la perspectiva aérea; hacia una síntesis progresiva de las masas, una valoración de la silueta recortada sobre un fondo muy luminoso, y un colorido refinado o violento, todo ello debido a la influencia de diversas corrientes que hemos expuesto anteriormente y de Aurelio García Lesmes.

(Las Casillas de Martos,  Jaén. Acuarela de Antonio Maffei.30×23)

Tuvo tiempo de descubrir, acostumbrarse y´ valorar la insospechada riqueza cromática de la campiña castellana: «me gustaba contemplar los paisajes castellanos pintados por artistas castellanos, admirándome del partido que lograban salir de él»; y la influencia que ejercieron sobre él dos amigos pintores vallisoletanos: el médico y acuarelista Alberto Macías Picavea (1861-1947) y, sobre todo, Aurelio García Lesmes (1884-1942), uno de los grandes exponentes del paisaje castellano. A diferencia de este último, Maffei concebirá unos paisajes más líricos en los que pondrá todo su énfasis en la captación de los reflejos de la luz sobre los objetos y en el brillo matizado de las superficies acuáticas. Nuestro pintor llegaría a confesar su admiración por la obra de García Lesmes, cuyo ascendiente reconocía: «He visto Castilla la parda, la del tópico, del sayal franciscano (.. .) la luminosa, la veraniega, la de los campos en siega, la de los atardeceres con tono de encarnaciones sensuales, de cuya escuela fue maestro eximio el gran pintor vallisoletano, miembro que fue de esta Academia, amigo y compañero, Aurelio García Lesmes». De García Lesmes tomaría prestadas las entonaciones violáceas y la lírica armonía cromática de sus lienzos.

En fin, dejamos aquí las muy interesantes explicaciones del profesor Baladrón –que espero hayamos sintetizado correctamente-, para no alargar excesivamente nuestro artículo.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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