Siete siglos de la muerte de la reina María de Molina

Por José María Arévalo

(Imagen del convento de San Francisco donde falleció la reina)

Todos conocemos en Valladolid a nuestra reina María de Molina, cuyo nombre ostenta la céntrica calle que sale de la plaza de Santa Ana y acaba en la de Zorrilla, calle que precisamente está siendo peatonalizada estos días. Pues bien, el pasado 1 de julio se cumplieron siete siglos de su muerte en Valladolid, el 1 de julio de 1321; fue reina consorte, reina regente y tutora de reyes, un personaje fundamental –recogía El Día de Valladolid – en medio del contexto de guerra civil y lucha por el poder entre la nobleza de los reinos de Castilla y León de finales del siglo XII y principios del XIII. Fallecía en el desaparecido convento de San Francisco de Valladolid y, como dispuso en su testamento, fue enterrada en otro monasterio de la villa, el de la Huelgas Reales, cuyo sepulcro alberga aún hoy.

Hija del señor de Molina y nieta de los reyes Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, contrajo matrimonio en la Catedral de Toledo con el infante Sancho, cuyo progenitor, el rey Alfonso X ‘el sabio’, era primo de doña María, aunque padre e hijo estaban enemistados.

El heredero de Alfonso X, el infante Fernando de la Cerda, había muerto antes que su padre, lo que abrió una disputa por la sucesión entre su hermano menor, Sancho, y los hijos del finado, los infantes de la Cerda, quienes contaban con el favor de su abuelo. A la muerte del rey se abrió una pugna por el poder en la que los enemigos del nuevo monarca, Sancho IV, se valieron de la nulidad de su matrimonio con María de Molina, pues carecía de la dispensa papal necesaria por ser parientes, lo que convertía en ilegítimos a los hijos de la pareja.

En este contexto se produjeron hechos de gran calado como la disputa que Sancho IV mantuvo en Alfaro (La Rioja) con el que era su mayordomo, el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro y que acabó con la muerte del segundo después de que tratara de atacar al soberano.

Guzmán ‘el Bueno’

También en medio de estas disputas se enmarca la legendaria muerte del hijo menor de Guzmán ‘el Bueno’ en Tarifa. Alonso Pérez de Guzmán, quien recibiría su famoso apodo por este suceso, era el encargado de defender esta plaza fronteriza en nombre del rey Sancho. Cuando la localidad gaditana se vio sitiada por tropas musulmanas aliadas con el infante don Juan, hermano de Sancho IV pero rival de éste, los asaltantes lograron hacerse con el hijo menor de Pérez de Guzmán, amenazándolo con asesinar al joven si no rendía Tarifa, a lo que el defensor respondió entregando su propio cuchillo para el sacrificio de su vástago.

Nuevo cambio en el trono

Muerto Sancho IV en 1295, heredó la corona su hijo Fernando, cuyo trono también fue discutido por la nulidad del matrimonio de sus padres. María de Molina hubo de asumir la regencia, dada la minoría de edad de su vástago, pues se había convertido en rey con diez años.

El infante don Juan reclamó el trono para él, mientras que el infante don Enrique, hermano de Alfonso X, aspiraba a la custodia del nuevo soberano, ambiciones que se sumaron a las pretensiones de los infantes de la Cerda, quienes gozaban del apoyo de Francia y Aragón, y a las intrigas de las grandes familias nobiliarias de la corona de Castilla.

María de Molina se vio amenazada también por Portugal hasta la firma del Tratado de Alcañices en 1297, que fijó la frontera entre ambos reinos y ayudó a consolidar en el trono a Fernando IV, el cual quedó legitimado, además, por la bula con la que el papa Bonifacio VIII reconoció en 1301 el matrimonio entre la reina y el difunto Sancho IV.

Ese mismo año terminó su regencia, aunque sin embargo hubo de convertirse en tutora de un nuevo rey cuando, en septiembre de 1312, Fernando IV murió en Jaén y legó el trono a su hijo Alfonso, quien contaba con poco más de un año.

Dos meses antes de su deceso, Fernando IV había ordenado la ejecución de los hermanos Carvajal, a quienes se acusaba de estar detrás de la muerte del que había sido privado real Juan Alonso de Benavides. Al parecer, poco antes de ser ajusticiados, estos hermanos convocaron al soberano al juicio de Dios en un plazo de 30 días, por lo que tras su temprana muerte, el rey comenzó a ser conocido como ‘el emplazado’, apelativo con el que ha pasado a la historia.

Concordia y tutoría

Aunque María de Molina rechazó inicialmente ser la tutora del joven Alfonso XI, la amenaza de una nueva guerra civil la llevó a aceptar el encargo, que no se confirmó hasta la Concordia de Palazuelos de 1314, en virtud de la cual se repartió la tarea entre ella y los infantes Juan y Pedro de Castilla.

Ambos infantes perdieron la vida en junio de 1319, durante un fallido ataque de la corona de Castilla al reino nazarí en el conocido como desastre de la Vega de Granada, que provocó una nueva disputa por participar en la tutela del rey y marcó el ascenso en la corte del infante don Felipe, hijo de María de Molina; el príncipe de Villena don Juan Manuel, famoso por ser autor de la obra literaria ‘El conde Lucanor’, y el señor de Vizcaya Juan de Haro, hijo del infante don Juan.

Cuando el rey contaba diez años, María de Molina fallecía en el desaparecido convento de San Francisco de Valladolid el 1 de julio de 1321 y, como dispuso en su testamento, fue enterrada en otro monasterio de la villa, el de la Huelgas Reales, cuyo sepulcro alberga aún hoy.

Su protagonismo en la vida política de la Castilla de finales del siglo XIII y comienzos del XIV la ha convertido en personaje literario de destacados autores de muy diversas épocas, como Tirso de Molina, Roca de Togores o Almudena de Arteaga, esta última ganadora en 2004 del Premio de Novela Histórica ‘Alfonso X el Sabio’ con ‘María de Molina. Tres coronas medievales’.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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