Un verano desconcertante

Un verano desconcertante

Por Javier Pardo de Santayana

(En verano. Acuarela de Zbukvic)

A punto de concluir el periodo veraniego abordo mis primeras impresiones que se resumen en un desconcierto que se percibe de muchas maneras diferentes y que nos aturde de distintas formas. En mi caso, por ejemplo, haciéndome soñar todas las noches, cosa que no recuerdo que se hubiera producido desde que era un niño. Es como si me despertara en pleno trance sin pasar por el peaje del olvido, lo cual me produce una impresión característica de soledad y duda.

Otra cosa que parece caracterizar el panorama actual es la insistente presencia del peligro de muerte más allá de su desprecio aparente por mi parte. Aquello que parecía cosa de otros desde mi soledad de anacoreta habría alcanzado plenamente el sagrado recinto familiar para alcanzar a mis dos hijos y a mi yerno aunque gracias a Dios sin que llegara a amenazar sus vidas. Luego tendría la ocasión inesperada de oír el estremecedor relato de un hombre que había pasado por la UCI y al parecer saldría de milagro: un caso que se reveló sencillamente cuando, desde la mayor normalidad intentara sin poderlo hacer algo tan sencillo como levantar una simple maceta inofensiva. Y, aunque la cosa no acabaría en muerte, le haría pasar por la visión de unos pulmones invadidos totalmente y por el repetido anuncio de un empeoramiento sucesivo que parecía ser definitivo, y por una situación desconcertante de visiones surrealistas derivadas de un tratamiento paliativo que afectaría  a su intelecto y le causaría visiones espantosas.

También una impresión desconcertante sería, por ejemplo, contemplar la estulticia de algunos compatriotas nuestros que, ante la medida preventiva de reducir el aforo de un partido de fútbol, la cumplirían de forma tan estúpida como la de amontonar a todas las personas asistentes en un mismo rincón del amplio recinto deportivo.

Vivir para creerlo… Como también es vivir para creerlo que, con motivo de las restricciones impuestas por la autoridad para evitar males mayores por la propagación del virus, podamos contemplar la estomagante escena de jóvenes que se permiten apedrear o arrojar botellas a la policía; punto hasta el cual está degenerando la educación de nuestros sucesores, internacionalmente reconocidos ya  como un ejemplo vivo del desenfreno y de la borrachera. Y supongo que también de la ignorancia, si – como pretende nuestro gobierno actual – la juventud española acaba caracterizándose por su ignorancia al haber avanzado en un bachillerato materialmente cargados de suspensos.

Y todavía, si aun esto fuera poco, este verano tan espléndido nos ha venido a sorprender, como es de todos conocido, con la noticia difícilmente superable de un vergonzoso desastre colectivo cuya nefasta dimensión supera con ventaja cualquier dimensión imaginable: nada menos que el reconocimiento de un desastre colectivo que afecta a la humanidad entera y reconoce la derrota de lo que llamamos “Occidente” (cuya etimología, por cierto, nos conduce, como si se tratara de una broma de mal gusto, a identificar en él un término latino que se refiere precisamente a la caída, de tal forma que bien pudiera traducirse como “el que está cayendo”).

Pues que casualidad más sorprendente… Pues tan vergonzante reconocimiento de nuestra renuncia y nuestra pérdida de aquellas posibilidades y esperanzas de futuro con que soñamos al final del siglo 20 se produciría precisamente como consecuencia de una derrota inexplicable a manos de un pueblo que caracterizado por su atraso por no decir por su odio a la añorada libertad. Es decir, por todo lo contrario a lo que cabría esperar del siglo Veintiuno. De tal forma que ya no nos resulta extraño, sino singularmente significativo, que éste se permitiera comenzar con el horror de un sorprendente ataque suicida al corazón del mundo libre con la destrucción de las Torres Gemelas neoyorquinas: un hecho de tanta osadía y perfección diabólica  que es un ejemplo de materialización del odio.

Como lo puede ser también, en este verano también desconcertante, la casi coincidencia de su fecha con la de nuestra dantesca expulsión de Afganistán y del ingrato esfuerzo realizado en busca de una paz que hoy ya parece inalcanzable.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído