Diversas formas de despreciar nuestra cultura

Por Javier Pardo de Santayana

(La Adoración de los Reyes Magos por El Greco, 1568)

Este año hemos empezado a montar nuestro nacimiento familiar más pronto que nunca. Tenía uno bastantes ganas de ir contra corriente en este mundo que pretende olvidar nuestras tradiciones, y colaborar con quienes afortunadamente se resisten, porque ya vengo observando de hace tiempo algunos gestos que son preocupantes. Esto sucede por ejemplo – y perdónenme si les señalo – con las personas responsables de uno de los lugares que frecuento. Se trata de uno de esos inmensos centros comerciales  que la ciudad de Madrid ofrece en sus aledaños y que mi mujer y yo frecuentamos como lugar apacible que invita al paseo en un ambiente variado, acogedor y luminoso.

Ya había yo alertado en este blog de nuestras entretelas sobre la confusión mental que sus tutores han añadido ya al lugar desde hace tiempo; una especie de caos que nos obliga a creer que en lugar de encontrarnos en la capital de España nos hemos trasladado al corazón de Londres, que tal es el dominio que se nos ofrece del idioma inglés. Y eso que no recuerdo haberme encontrado todavía ni con un solo extranjero entre los visitantes, como no fuera con un hispanoamericano, que de estos abundan los ejemplos.

Pues bien, ahora mismo, habiendo querido ver hasta qué punto se reflejaba en el ambiente la cercanía de las fiestas navideñas, nos encontramos con que sus poderosos organizadores han dado un paso más en el desprecio hacia lo propio. Aún recuerdo que cuando lo fundaron incluían un recuerdo más o menos clásico de la Sagrada Familia que nos metía en el ambiente de estos días. Mas ya hace varios años que este recuerdo fue desapareciendo para ser sustituido por arbolitos y por renos o por simples adornos efectistas.  Así que de los símbolos más entrañables y más clásicos para los españoles fuimos pasando a otros más propios de otras latitudes y culturas.

Quedaban sin embargo, aún, los Reyes Magos como símbolo infantil. cercano y entrañable, que a todos recordaba sus años de niño y que aún se nos mostraba, si no con un carácter permanente durante los días navideños, sí por lo menos en la tradicional aparición de sus Reales Majestades para recibir las cartas. Y a tal efecto solíamos ver por estas fechas tres imponentes tronos  preparados en espera de que los pequeños se les acercaran; cosa que hacían con aquella mezcla de ilusión y de respeto, cuando no con el temor que casi siempre inspira a los pequeños la cercanía del misterio.

De aquí que en estas Navidades mi mujer y yo nos acercáramos al lugar tradicionalmente reservado a tal encuentro en aquel inmenso centro comercial. Ustedes podrán imaginar cual fue nuestra decepción al encontrar un solo trono solitario. Sí, en efecto, ya no había lugar más que para una persona y ésta sería ya, definitivamente, para el inevitable Santa Claus.

Una batalla más perdida para nuestra tradición más entrañable y emotiva que afecta a la supervivencia de nosotros mismos en nuestros hijos y nietos y de la supervivencia y de la de nuestras tradiciones. E incluso de nuestra propia lengua, ya que conviene recordar una vez más que este hecho reseñado coincide con una suplantación creciente de nuestras palabras por términos ingleses o norteamericanos. Palabras y expresiones que, salvo en muy contadas ocasiones, no hacen sino sustituir directamente a términos que, naturalmente existen desde hace siglos en nuestro propio idioma con los matices suficientes como para seguir vigentes, pero a los que ahora se recurre sin necesidad continuamente con el perverso resultado de estar haciendo trizas nuestro idioma,.

Como sucede también cuando nos entra  esa manía incomprensible de complicar los términos de siempre para hacerlos parecer más refinados y cultos, como indefectiblemente ocurre cuando sustituimos, por ejemplo, una palabra tan redonda y contundente como puede ser “peligro” por “peligrosidad”. O repetimos hasta la saciedad aquello de “implementación”, cuando nos bastaría hablar de “desarrollo” o “puesta en práctica” – o simplemente de “realización” – para expresar lo mismo.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído