Por Javier Pardo de Santayana

(Modric celebra su gol al Athletic en la final de la Supercopa)

¿Qué habría pensado usted – improbable lector mío – si sólo hace unos años le hubieran dicho que el Real Madrid había ganado la final de la Supercopa, y al preguntar usted dónde de se celebró el evento la hubieran respondido que “en Arabia Saudita”? Pues lo más seguro sería que su interlocutor no lo creyera

En primar lugar porque el país citado es tenido entre nosotros por ajeno al interés por el deporte, y no digamos por el futbol. Vamos, que eso de enseñar las piernas y dar patadas a un balón es allá tenido por algo poco menos que pecaminoso, y desde luego no apto para las mujeres, que en aquel país serían radicalmente excluidas del posible público. Un público que aún no tiene la menor idea de lo que es el famoso colectivo LGTBIQ (y perdón si me olvido alguna letra).

Por otra parte se trataría de un torneo que tradicionalmente se juega  sobre un campo de césped. Y para un hispano decir Arabia es como decir “desierto”, y decir desierto es como decir “arena”. Y a nadie  en su sano juicio se le ocurre ir a dar patadas a un balón en tan ingratas condiciones.

Pero no es sólo esto, pues el fútbol es también un tema de dinero, así que parece de locos montar un campeonato sin contar con un público del cual habrá además que descontar, no sólo el elemento femenino sino igualmente los aficionados varones, a los que se supone desconocedores de reglamento y lo que significa el VAR, así que ya para empezar habrá que suponer que si los sufridos saudies o sauditas acabaran llenando los estadios, sería por haber adquirido la costumbre de encerrarse en su casa los días de partido para seguir por televisión la liga española, y han acabado convirtiéndose en forofos, por poner un ejemplo, del victorioso Real Madrid o el Barcelona. O del sufrido Rayo Vallecano.

Digo esto porque pensar que los aficionados españoles podrían saldar las cuentas del viaje y de la estancia es cosa en todo caso descartable, y que se resignasen a no poder asistir en persona a los partidos cuando se trataba de un campeonato entre conjuntos españoles exclusivamente, un pensamiento absurdo. Y sin embargo, una vez más en este mundo desquiciado se ha producido lo imposible: los españoles hemos – han – tragado y no parece que haya pasado nada grave salvo aceptar lo que otros nos imponen aprovechando este desmadre en que vivimos. Ya hasta el futbol español, que siempre fue vociferante y propicio a la protesta, se lo ha tragado. Y se ha acabado la presente historia.

Pero si fuera sólo eso…

Porque en estos últimos días hemos visto como entraba, por ejemplo, en juego, un famoso deportista que se enfrentaba nada menos que al gobierno de una importante nación del Pacífico como desagradable consecuencia del desconcierto causado en torno a las limitaciones que se han ido estableciendo sucesivamente con la intención de limitar la propagación de una pandemia. Y es que, en efecto, exigen una serie de documentos justificativos de que el viajero cumple las condiciones exigidas.  Y ahí entran las variaciones  producidas a lo largo del tiempo, así como la diversidad no sólo de criterios sino también de posicionamiento personal respecto de éstos. Y, naturalmente, también las trampas y las maniobras… Hasta se han sublimado las mentiras, convertidas por algunos en una expresión de libertad frente a la imposición de prevenciones, y el mentiroso ha sido incluso comparado con un superhéroe. Penosa circunstancia  en un contexto de muertes y amenazas en el que el ciudadano acaba  ya perdiéndose y ha de bandearse como puede: situación aprovechada por determinados gobernantes sin escrúpulos para hacer su agosto y conseguir confundirnos hasta extremos que antes parecían impensables.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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