La Ruta de los ingleses 

Por José María Arévalo

(Fachada del Hospital de la Resurrección. La portada principal daba a la calle Miguel Iscar)

Una de las últimas Visitas Guiadas de la asociación de jubilados a la que pertenezco, fue “La ruta de los ingleses”, titulada además “de Cervantes a  Shakespeare”, y como de costumbre salió la reseña de la visita en la revista de la asociación “El Mirador”, en un buen artículo de Fernando Escudero, que me evita tener que inventarme más, así que lo sigo de cerca.

“La ruta de los ingleses: de Cervantes a  Shakespeare”, rememora – escribía Fernando Escudero- la llegada a la ciudad de  Valladolid (1605), a la sazón capital de España, de  una embajada inglesa enviada por el rey Jacobo I  para ratificar el Tratado de Londres (1604) en  presencia de Felipe III y su corte y así poner fin a  veinte años de guerra que enfrentaron a españoles  e ingleses. Retrocederemos cuatro siglos: como no  podía ser de otra forma, la paz se festejó en la capital española. El embajador y su séquito llegaron a Valladolid y para ellos se creó una imagen  grandiosa de España: arquitectura efímera, fuegos artificiales,  baile y los mejores autores de la época escribiendo  para este evento.

Seguiremos los pasos del embajador inglés, reconstruyendo esta entrada ceremonial y  visitando los lugares donde se celebraron los  festejos más importantes que se organizaron para conmemorar la firma de la paz y el nacimiento, casi al tiempo, del heredero al trono de España, Felipe  IV. En definitiva regresaremos a una época que de grandiosa solo tenía las fiestas. Por otra parte, España estaba sumergida en una profunda crisis, pero…. silencio!!! Los ingleses no podían saberlo.  Recorreremos los enclaves más barrocos de Valladolid. No podía ser de otro modo para unas fiestas de éstas características.

CASA DE CERVANTES

El traslado de la Corte a Valladolid en el reinado de Felipe III, desde 1601 a 1606, supuso un cambio en la vida de sus ciudadanos y en el desarrollo urbano y social de la nueva capital. En torno a la Corte llegaron personajes famosos o de categoría o simplemente hombres de la administración que con el tiempo y por otras circunstancias consiguieron una gran relevancia.

Tal es el caso de Miguel de Cervantes que llegó a Valladolid a mediados de 1603 reclamado por el Consejo de Hacienda para rendir cuentas ante la Contaduría General. Cervantes y su numerosa familia se acomodarían a su llegada en alguna  casa de la que no se tiene constancia hasta que el  constructor Juan de las Navas edificó en agosto de  1604 unas casas en la zona del Rastro Nuevo de  los Carneros, cercanas a la orilla izquierda del  Esgueva (ramal sur) y a pocos metros del hospital  de la Resurrección. Cervantes alquiló una de esas casas y en ella vivió hasta pocos meses después del regreso de la Corte a Madrid.

Unos meses antes de la llegada de la embajada inglesa se había publicado la primera parte del Quijote. Cervantes vivía entonces en la ciudad y debió ser testigo de este evento. Los últimos versos de un soneto de Góngora “Mandáronse escribir estas hazañas / a Don  Quijote, Sancho y su jumento” pueden indicar que  Cervantes contribuyó a escribir alguna de las  crónicas que se escribieron, en 1605, para  conmemorar el nacimiento del futuro rey Felipe IV  y la firma de la paz.

PLAZA DE ZORRILLA

(Puerta del Campo o Arco de Santiago)

Conoceremos como era el entorno en los principios del siglo XVII. Destacan especialmente dos lugares: el Hospital de la Resurrección y la Puerta del Campo.

El primero de ellos, fue el establecimiento hospitalario más importante de la ciudad. Estaba situado en el solar que hoy ocupa la Casa Mantilla y otros edificios en la Acera Recoletos. La portada principal daba a la calle Miguel Iscar. El hospital fue fundado en 1553, en la casa que hasta entonces era la Mancebía de la ciudad, que estaba gestionada por la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolación y Concepción, encargada de la crianza de niñas huérfanas. La fundación se debió al empeño del clérigo Alonso de Portillo de crear un hospital, que acogiera a todos los enfermos contagiosos y que estuviera situado fuera de la cerca de la ciudad, lo cual aprobó el concejo.

Generalmente en Valladolid se habla de “la  mancebía” teniendo en mente la que hubo en las  afueras de la Puerta del Campo, actual Casa de Mantilla, pero, en realidad, esta no era sino la  “mancebía nueva”, heredera de la “ramería vieja”  sita en la Edad Media y hasta los primeros años del siglo XVI en torno al viejo hospital de la San  Antón (situado en la C/Santuario esquina con la  C/Simón Aranda, lugar ocupado hoy por la Sala  Cervantes) y la puerta de San Esteban (que estuvo  ubicada entre la actual calle de Alonso Pesquera y  la plaza de la Cruz Verde).

El nombre vino dado por estar cerca la iglesia de San Esteban, que estaba situada en la esquina de las actuales calles Alonso Pesquera con Fray Luis de León. En aquel Valladolid de los siglos XIV y XV, era habitual encontrar a las prostitutas por la actual calle José María Lacort. La mancebía estaba muy cerca del Campo Grande y allí solo había una fuente, por lo que las prostitutas y el resto de habitantes de la ciudad se cruzaban para coger agua. Para evitar equívocos, se obligó a las prostitutas a que cuando salieran a la calle vistieran una saya de color pardo cortada en picos en su parte baja. Los ecos de aquella indumentaria han llegado hasta nuestros días en forma de dicho popular. De ahí viene lo de picos pardos. También el apelativo ramera tiene su explicación, ya que las mujeres que ejercían al margen de la mancebía, debían colocar una rama a la puerta de la vivienda donde ofrecían sus servicios.

Felipe IV publicó en 1623 un decreto para el cierre de los burdeles. Las prostitutas se vieron obligadas a ejercer de nuevo en la calle, también en posadas y ventas donde hallaron cobijo. «A lo largo de los siglos XVII y XVIII, en el fondo se toleraba la actividad, siempre que no hubiera escándalos. La Inquisición, de hecho, perseguía más a la alcahueta y al proxeneta que a las prostitutas».

La Puerta del Campo fue elemento urbanístico de capital importancia para la historia del Campo Grande. Situada en la calle de Santiago, en su confluencia con las actuales de Doctrinos, entonces de la Boariza, y Claudio Placa adosada en el suelo de la calle Santiago en el lugar que estuvo el puente de la Puerta del Campo o de La Mancebía sobre el río Esgueva (ramal sur). Moyano, en otros tiempos Alfareros, recibió su nombre del Campo al que daba acceso; pero, al mismo tiempo, su presencia caracterizó todo el lugar. Al menos hasta el siglo XVIII, todo el entorno  del Campo Grande fue conocido con el nombre  genérico de “Puerta del Campo, afueras de la  Puerta del Campo, etc…».

La puerta se sitúa allí en el primer tercio del  siglo XIV, cuando la segunda muralla de la ciudad  alcanza esa latitud por el lado sur. Las primeras noticias sobre su existencia proceden de la Crónica de Alfonso XI, que menciona la Puerta y puente del Campo.

A ella llegaban todos los caminos del sur y por ella se salía de la ciudad, a través de la calle  de Santiago, vía de importancia creciente en la  vida urbana y que se dividía entonces en dos  tramos con denominación diferente: “Santiago”,  desde la Plaza Mayor hasta el cruce con la calle de  Zúñiga, y “del Campo”, desde la calle Zúñiga hasta  la misma Puerta

No existieron hasta el siglo XV, fuera de ella, construcciones dignas de mención, tan sólo tierras de labranza. La Puerta era el verdadero límite de la ciudad y poseía además un carácter defensivo. Era junto con la situada en el Puente Mayor, una de las dos principales de la villa, lo cual se justifica por su inmediata situación junto al Camino de Madrid. Esta circunstancia determinaría que ya desde el filo del siglo XVI desempeñara una actividad fundamental como lugar de recepción de personajes ilustres. Por esta época ya existían diversas edificaciones fuera de la  muralla, incluso una fuente pública. Con el tiempo, la Puerta perdió su carácter de barrera, de límite de ciudad, para quedar reducida a la importante función honorífica y decorativa.

LA ENTRADA DE LA EMBAJADA

Una vez descritos los entornos más importantes de la época, la ruta comienza en la  entrada del Campo Grande situada en la Plaza de  Zorrilla, un 26 de mayo de 1605, jueves para más  señas, se produjo el encuentro entre el embajador, el almirante inglés Francis Howard, y el  Condestable. Salió mucha gente por la puerta del Campo a ver la entrada, tanto en coches como a  caballo y a pie, pero sucedió que haciéndose el  recibimiento al Almirante, se cubrió el cielo de un  nublado, después de haber tenido hasta ese  momento un día de sol muy claro, y descargó tanta  agua que se mojaron todos más de lo que  quisieran.

“El hecho de que Cervantes viviera en  Valladolid en aquella época y que los miembros de  la embajada inglesa fueran personas cercanas a  Shakespeare permite decir que si Cervantes y  Shakespeare no se conocieron, poco les faltó»,  asegura la Institución académica de la Universidad  de Valladolid antes de apostillar que el primer  ejemplar de Don Quijote que viajó a Inglaterra lo  hizo «con casi total seguridad» a resultas de aquella  embajada, por lo que no es de extrañar que pocos  años después Shakespeare escribiera su propio  Cardenio (Es un personaje del libro de Don Quijote  de la Mancha, de Miguel de Cervantes, que inspiró  una obra de teatro escrita en 1613 por John  Fletcher y William Shakespeare).

(Fiestas en la Plaza Mayor. Gil de Mena – 1656)

LA PLAZA MAYOR (JUEGO DE CAÑAS Y  TOROS / DON QUIJOTE)

La segunda etapa del recorrido lleva por la calle Santiago hasta la Plaza Mayor, donde se celebró una corrida de toros en presencia de los reyes, la delegación inglesa y toda la nobleza española.

Como curiosidad, los tejados de las casas se desmontaban, para colocar asientos y ubicar a  la plebe, cuando había algún acontecimiento de  interés.

La plaza del mercado era un bello y  espacioso cuadrado en cuyo centro se había  construido una casa a propósito para que el rey y  la reina se sentasen juntos en la mitad de la  galería. y después de un rato de estar sentados salieron quince toros que fueron acosados por caballeros con lanzas y hombres a pie con telas y espadas, y se mató a todos los toros, y éstos mataron a tres o cuatro hombres e hirieron a cinco  o seis más.

Uno de los textos, atribuido al portugués  Pinheiro da Vega, que relatan el episodio, describe  cómo en un momento de reposo “Don Quijote  hace su entrada en la plaza sólo y sin compañía,  con un sombrero grande en la cabeza y una capa  Fiestas en la Plaza Mayor (Gil de Mena – 1656) de bayeta y mangas de lo mismo, unos calzones  de velludo y unas buenas botas con espuelas  batiendo los costados a un pobre jamelgo sucio…y  Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba puestos unos anteojos para mayor autoridad, y bien puestos, y la barba levantada; como iba sólo y en aquella figura, comenzaron a preguntarnos unas vecinas si era el embajador de Portugal o qué cosa era aquella”.

VALLADOLID CIUDAD DE LA CORTE

Siguiendo el recorrido del embajador inglés cuando entró por primera vez en Valladolid, la ruta sigue por la plaza del Ochavo, la calle Platerías, Macías Picavea y la calle Angustias (que entonces se llamaba la Corredera de San Pablo) hasta llegar a  la plaza de San Pablo.

Aquel año de 1605 la corte española residía  en Valladolid, donde se había trasladado desde  Madrid solo cuatro años antes. Esto impulsó la construcción de palacios y casas nobles. Como dice Pinheiro da Vega: “palacios encantados  aparecieron donde antes solo había escombros”.  La entrada del embajador inglés a la ciudad se  laneó de una manera muy meticulosa. Este iba a ser un encuentro entre enemigos pasados y los  anfitriones querían demostrar la grandeza de la  corte española a sus invitados. La ciudad tenía que lucir en todo su esplendor y la ruta había de atravesar las mejores calles de la ciudad.

PLAZA DEL OCHAVO

Según cuenta Juan Agapito y Revilla en su libro titulado “Calles de Valladolid”, la cervantina plaza del Ochavo fue llamada así por haberse colocado en ella una fuente del famoso viaje de  Argales cuyo pilón era ochavado, o sea de ocho  lados, decidiendo el Regimiento reconstruir las  casas de la plaza coincidiendo con la forma de  aquella desaparecida fuente.

La peculiar forma de la plaza quizá se debiera tanto a la necesidad de articular la  posibilidad de acceder a la Plaza Mayor desde las  calles que confluyen en ella o acceder desde la  Plaza Mayor a la Iglesia de la Penitencial de la  Santísima Vera Cruz, situada al fondo de la calle  de Platerías.

(Procesión de la Cruz .Cuadro del siglo XVII)

Una falsa leyenda asegura que, tras la  ejecución pública de don Álvaro de Luna  (condestable y favorito del rey, como personaje de  corte y de gobierno en el reino de Juan II de  Castilla), su cabeza fue colgada de una de las  argollas de la plaza del Ochavo.

La explicación más plausible es que éstas  se utilizasen para soportar los toldillos que cubrían  la calle durante las procesiones, para proteger al  personal de los rigores del sol de verano.

CALLE DE LA PLATERÍA O PLATERÍAS

Fue la calle de la Platería de las más principales de la villa, pues era camino muy transitado para ir a la plaza del Mercado (Plaza Mayor), así que el movimiento comercial se desarrolló y concentró en los alrededores de esta plaza.

Esta calle se la llamó en un principio, y  durante siglos después, “La Costanilla”, dado que  se denominaba así a toda calle que estuviera en rampa.

Fue una calle muy concurrida durante los siglos XIII, XIV y XV y luego popularísima ya que era el camino más frecuentado para ir del centro de vida de la población, desde la Plaza Mayor, a San Pablo, que constituía otro punto de gran importancia, por su proximidad a la salida Norte de  la ciudad.

La calle era de mucho efecto y de gran  aspecto por la igualdad de las casas y la  construcción de la iglesia de la Cruz en el testero  de la vía, cuya obra se realizó a finales del siglo  XVI, aumentó su buena visibilidad.

(Palacio del Almirante. Acuarela de Valentín Carderera-1836)

CATÓLICOS Y PROTESTANTES

La embajada inglesa con sus “seiscientos herejes y herejías”, como la describió Góngora, causó honda impresión entre los habitantes de Valladolid que temían verse contagiados por el protestantismo inglés. Valladolid había acogido pocos años antes a un grupo de exiliados católicos ingleses que fundaron un seminario en las afueras  de la ciudad (1589). El Colegio de los Ingleses fue  excluido de los actos de la paz para que no hubiera  fricciones religiosas. Aun así se invitó a los integrantes de la embajada a entrar en las iglesias, algunas tan nuevas entonces como la iglesia de las Angustias, concluida en 1604, en lo que fuera la  Plazuela Vieja, el privilegiado espacio en el que  hoy se levantan dos edificios emblemáticos de la  arquitectura vallisoletana: la iglesia de Nuestra  Señora de las Angustias y el Teatro Calderón,  cuyas fachadas se sitúan frente a frente.

Este espacio, lleno de resabios históricos, hasta el siglo XIX estuvo ocupado en buena part por el conocido como Palacio del Almirante, citado en 1605 por el portugués Tomé Pinheiro da Veiga  en su libro La Fastiginia como un caserón «de  grandísimas dimensiones».

LA PROCESIÓN DE PASCUA

En una ventana del Palacio del Conde de  Ribadavia, hoy Palacio de Pimentel (sede actual de  la Diputación Provincial de Valladolid), que está en  la confluencia de la calle de las Angustias, que  entonces era la Corredera de San Pablo, con la de  Cadenas de San Gregorio, se colocó al embajador  inglés para ver y ser visto durante la procesión de  Pentecostés, tal y como describen los textos de la  época, con la gorra en la mano y un capotillo con  muchos botones de diamantes, y el collar grande  de la Orden de la Jarretera (es la orden de  caballería más importante y antigua del Reino  Unido, fundada en 1348 por el rey Eduardo III,  inspirada por la leyenda de los caballeros de la  mesa redonda), y con él, por orden de Su  Majestad, Don Blasco de Aragón, que le decía  quién era cada uno de los que pasaban, y cuando  llegó cerca el rey le hizo una gran reverencia, y  Felipe III con gran demostración de buena  voluntad, se quitó la gorra.

EL BAUTISMO DEL PRÍNCIPE

Se hicieron preparaciones para el bautizo de Felipe IV, celebrado en la iglesia de San Pablo y al que también asistió el embajador.  Para este evento se construyó a propósito un alto andamio, que comunicaba la galería del palacio con la puerta de la iglesia, a modo de pasadizo. La madera del andamio se cubrió de rico paño de oro y dado que el andamio era alto daba visibilidad a  toda la gente. El príncipe iba en brazos del Duque de Lerma y detrás la infanta, María Mauricia deAustria, en una silla hecha para la ocasión que sostenían en hombros unos caballeros. Y así con la música de la iglesia, el ruido de las trompetas y muchos otros instrumentos de viento terminó la ceremonia.

La ruta discurre por la calle Cadenas de San Gregorio y pasa por delante de la fachada del convento de San Gregorio (actual Museo Nacional de Escultura) para acabar ante la Casa del Sol, residencia del Conde de Gondomar, embajador de España en Inglaterra y en cuya magnífica biblioteca se conservó una primera edición de las  obras de Shakespeare.

LA PUERTA FALSA

El Almirante de Inglaterra estaba en la  misma ventana de las casas del Conde de  Ribadavia, adonde había estado cuando pasó la  procesión, desde dónde vió de cara a todos los que bajaban del palacio, y para ver el bautismo se  fue por la puerta falsa de la casa del Conde de  Ribadavia al Colegio de San Gregorio, desde  dónde pasó a San Pablo y subió a una tribunilla  que está dentro de la capilla mayor y desde allí se  admiró de la grandeza de este día, eso sí, oculto  tras una celosía debido a su religión protestante.

LA CASA DEL SOL (EL CONDE DE GONDOMAR  Y SU BIBLIOTECA)

El organizador de las fiestas en Valladolid  fue don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de  Gondomar, quien en el año 1612 sería nombrado  embajador de Inglaterra donde permaneció hasta  1622. Durante este tiempo se convirtió en el confidente del rey Jacobo I, y por ello era temido y odiado por los protestantes que sospechaban, no sin razón, que tramaba una alianza matrimonial entre España e Inglaterra.  Gondomar era también coleccionista de libros y su biblioteca en la Casa del Sol se convirtió en la mayor biblioteca privada de España.

CERVANTES Y SHAKESPEARE

Algunos viajeros ingleses que visitaron Valladolid en el siglo XIX dijeron haber visto entre los restos de la antigua biblioteca de Gondomar un primer folio de Shakespeare (1623), la primera  edición de sus obras completas. Sean o no ciertas estas afirmaciones, lo que sí sabemos es que una copia del Quijote viajó a Londres en el equipaje de  algún miembro de la embajada. Pronto Cervantes empezó a influir en los escritores ingleses, entre  ellos Shakespeare, que escribió una obra perdida,  Cardenio (1613) basándose en un episodio del  Quijote.

“La ruta de los ingleses: de Cervantes a  Shakespeare”, nos ha permitido apreciar la  realidad de los festejos cortesanos y de cómo los  ciudadanos de Valladolid participaron de la fiesta  en las calles y cómo la ciudad se convirtió en un  teatro para la ocasión.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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