La Jornada de Túnez. 2

Por Carlos de Bustamante

(Bombardeo recíproco entre un barco español y uno otomano durante la Jornada de Túnez)

Una vez más insisto en que no se deben juzgar sucesos de hace siglos con la mentalidad actual, pues fácilmente caemos en un gran error de apreciación.  Aunque el motivo esté presente en   mis amigos y probables   únicos lectores, dejo para próximos artículos el porqué de lo dicho desde mi particular punto de vista.

CONVOCANDO CORTES

El sentimiento de temor que compartía la mayor parte de la cristiandad en ese momento histórico frente al poderío otomano, que amenazaba Europa por mar y tierra, quedó reflejado en las palabras que el canciller imperial Gattinara dirigió en 1527 a las Cortes castellanas en Valladolid, poco después de que los turcos conquistaran Budapest. Así lo señala el cronista Francisco de la Iglesia: […] tantas vírgenes por aquella nefanda y abominable gente corrompidas, tantas mujeres casadas y viudas forzadas y después las unas y las otras miserablemente descabezadas, tanta noble gente, tantos mancebos, niños y viejos muertos o a tan mísera cautividad llevados. El objetivo principal del emperador ante esta situación no ofrecía duda: conquistar Túnez y expulsar de allí a Barbarroja antes de que esa ciudad se convirtiera en un segundo Argel. Como, ante todo, necesitaba dinero para la empresa, que tenía mucho de cruzada, y estaba dispuesto a acaudillar personalmente.

Carlos V convocó a las Cortes castellanas en Madrid y avisó a sus aliados: Portugal, el Papado, la orden de Malta y España. Esta última, como de costumbre, puso la parte del león en la tarea emprendida. El primer paso consistía en armar una escuadra capaz de destruir la fuerza naval de Barbarroja, y para eso las Cortes castellanas no regatearon medios. Acordaron proporcionar 200.000 ducados, sacados en buena parte del oro de los incas que Francisco Pizarro envió desde Perú, que se unió a las aportaciones del clero y las órdenes militares, y los impuestos del pueblo llano. De la importancia de la flota que era preciso reunir dan idea las palabras que el almirante genovés Andrea Doria, al servicio de España, dirigió al emperador en carta fechada el 4 de agosto de 1534: Vuestra Majestad tiene armadas 35 galeras y podrá pertrechar seis más en el reino; sería menester que concurrieran diez del papa, cuatro de Malta, dos de Florencia, una de Lucca, tres de Nápoles, en total 62, para afrontar a Barbarroja. Urge resolver. El carácter de cruzada contra el islam que Carlos V acertó a darle a la expedición movilizó a un gran número de nobles y caballeros de la Europa cristiana —excepto Francia, que era desde hacía tiempo aliada fáctica del turco—, y permite hablar de una movilización general que incluía a diplomáticos, órdenes religiosas y alto clero.

CONCENTRACIÓN DE LA ARMADA

Los preparativos duraron cerca de un año, y se eligió Barcelona como punto de reunión de toda la fuerza naval que acudía desde diversos puertos del Mediterráneo. De Portugal llegó el infante don Luis, hermano de la emperatriz, con un galeón, 23 carabelas, 2 naos, 2.000 soldados y un grupo numeroso de caballeros. El papa Paulo III envió 12 galeras; la orden de Malta, cuatro; España, 15, al mando de Álvaro de Bazán; Sicilia, 10; Nápoles, seis; Antonio Doria, cinco; y Andrea Doria, 19 (que costeaba España), entre ellas, la galera imperial, impulsada por 190 remos, en la que debía navegar Carlos V.

A esta gran flota se unieron otros barcos: 42 naos de Cantabria, 60 urcas24 de Flandes, algunas galeras sueltas de asiento privado, y una escuadra, procedente de Vizcaya, Andalucía y Flandes, de 150 velas y 80 naos gruesas, llegada de Málaga con 10.000 soldados, caballos y mucha munición de guerra que había reunido el marqués de Mondéjar. Tras pasar solemne revista a todos estos efectivos y realizar una devota visita a la Virgen de Montserrat, el emperador embarcó en Barcelona el 30 de mayo de 1535. La Armada imperial arribó a Mahón el 3 de junio, forzada por la Tramontana, y el 14 de junio fondeó en Cerdeña, donde le esperaba el marqués del Vasto con barcos y tropas de Nápoles y Sicilia que había traído Francisco Doria, primo y lugarteniente del almirante Andrea Doria. Aunque las cifras discrepan según los autores, en la carta que Carlos V dirigió al marqués de Cañete el 12 de junio de 1535 se contabilizaban más de 100 embarcaciones de remo —74 galeras y 30 galeotas y fustas— y unas 300 de vela, grandes y menores, que llevaban un total de 25.000 soldados de infantería y 2.000 jinetes, sin contar nobles con sus criados, los aventureros y la marinería, aunque se trató de aligerar en caballería y bagaje. El historiador Almirante eleva la cifra de soldados embarcados a 14.000 españoles, 10.000 italianos y 7.000 alemanes, más la marinería y la «chusma de aventureros sin sueldo», que combatían por el botín y pasaban de 20.000. En el orden de navegación iban en vanguardia las carabelas portuguesas; en el centro, el grueso de las naves, capitaneado por el emperador; y a retaguardia, los barcos españoles de Álvaro de Bazán.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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